Aldo Sessa, maestro de miradas
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Pocos días atrás, el fotógrafo argentino Aldo Sessa cumplió 85 años. No muchos más años nos separan del fin del debate acerca de si la fotografía debía ser considerada un arte o si, por el contrario, no era más que un proceso mecánico realizado por la cámara fotográfica y el simple resultado de oprimir su disparador. Si hubiera que probar hasta qué extremos del arte es capaz de llegar la fotografía, la obra de Sessa serviría de prueba definitoria.
Su larga carrera se inició como precoz colaborador de los suplementos en huecograbado de LA NACION, con apenas 17 años. Desde entonces, sin pausa, y a medida que crecía su prestigio como artista, Sessa se dedicó también al estudio de la pintura, las artes gráficas, la cinematografía y a la experimentación de nuevas técnicas y formatos fotográficos. Pero hay algo aún más importante: su tesón y la pasión puesta en el desarrollo de sus habilidades artísticas jamás afectaron su bonhomía ni alteraron sus virtudes de hombre cálido y generoso. Quienes se hayan acercado a él son seguros testigos de su disponibilidad absoluta para compartir sus enseñanzas e intercambiar enfoques, en todas las acepciones (fotográficas y no tanto) de este último término.
Es difícil decir de Sessa algo que aún no haya sido dicho. Otro gran fotógrafo contemporáneo, el italiano Andrea Ligi, escribió hace tiempo sus impresiones sobre Sessa. Sin cita previa, luego de llamar a su puerta y ser cálidamente atendido por el artista, quien le dedicó un largo rato de su precioso tiempo, afirmó: “Conocer a Sessa obliga a considerar, una vez más, cuál es la esencia de la fotografía, justamente definida como pintar con la luz. Eso lleva a reflexionar sobre sus imágenes y sobre cuanto él ha dicho de sí mismo. Entre otras cosas, una frase incluida en el catálogo de una de sus muestras retrospectivas: ”Lo que hago no es extraordinario. Muchas de las fotos por las que he sido elogiado no son más que el resultado de haber apuntado la cámara hacia lo que veo. No es la foto: es la mirada. Y eso nadie lo puede enseñar”. De allí surge su humildad, que ha sabido mantener a pesar de recibir incontables muestras de aprecio y admiración por su actividad. Sigue diciendo Ligi: “Creo que la humildad es una virtud importante, aun en el ejercicio de la pasión por la fotografía. Además, quizás sea precisamente la humildad, la convicción de saber demasiado poco frente a todo lo que resta aún por descubrir lo que alimenta la curiosidad: ese otro elemento que es uno de los impulsos principales detrás de las imágenes de Sessa”.
Alguien dijo alguna vez que aquello que observamos suscita más preguntas que respuestas y que eso es, precisamente, lo que se ha de fotografiar. Esa frase parece adaptarse perfectamente a las imágenes de Sessa, pues en ellas se intuye su aproximación humilde al mundo que lo rodea y su capacidad de transmitir al espectador aquella curiosidad y las mismas preguntas que lo llevan a tomar la foto perfecta, en el momento perfecto y con el encuadre perfecto.
Con más de 200 exposiciones realizadas alrededor del mundo, en 2018 el Museo Moderno presentaba en 700 fotos más de 60 años de trabajo, un desafío de revisión de más de 800.000 imágenes entre negativos, planchas de contacto, copias impresas o digitales, revelando sus múltiples intereses e investigaciones, volcados también en sus más de 50 libros. En 1991, fue nombrado miembro honorario de la Federación Argentina de Fotografía y, en 1990, académico emérito de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Coleccionista incansable de aparatos fotográficos y fotografías antiguas, su versatilidad y deseo de experimentar lo llevó a presentar en 2019 Mi Tercer Ojo, la primera muestra de obras íntegramente captadas con el celular fruto de su renovada juventud. La vigésima edición de Pinta BAphoto en la Rural le dedicó un homenaje y una sección especial. “No me falta nada, pero me voy a divertir, quiero vivir muchos años más”, decía mientras esperaba sus 80. ¡A seguir divirtiéndose, maestro!