Alcohol y drogas al volante
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Recientemente fue aprobada la modificación del artículo 48 de la Ley de Tránsito sobre alcoholemia cero para la conducción de vehículos. La nueva norma prohíbe conducir en todas las rutas nacionales del país con alcohol en sangre, tal como sucede actualmente en 13 provincias y más de 40 ciudades de todo el país.
Los siniestros viales son la primera causa de muerte en personas menores de 35 años en el país. El alcohol está presente en uno de cada cuatro accidentes. Conducir bajo los efectos del alcohol aumenta hasta tres veces las posibilidades de siniestralidad vial porque afecta los reflejos y la percepción del riesgo en el conductor, además de generar una falsa sensación de seguridad que puede fomentar el exceso de velocidad o el no uso de elementos de protección como el cinturón de seguridad o el casco.
Desde la activa ONG Luchemos por la Vida se reporta que las muertes por accidentes viales en 2022 fueron 6184. La cifra difiere de la informada por la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) que registró 3828. Según se indicó, una de las razones del subregistro de la agencia oficial estatal es que, de manera preliminar, incluye sólo las víctimas en el lugar del hecho y la ONG abarca, además, a los fallecidos dentro de los 30 días del siniestro.
Estremece el rango etario consignado en la información que proporciona la ANSV para el año 2022. El 37% de las víctimas mortales, o sea casi cuatro de cada diez fallecidos en el lugar del hecho, tenían entre 15 y 34 años de edad; mientras que el 27% de las víctimas mortales tenía entre 35 a 54 años.
En los últimos días ocurrieron trágicos accidentes de tránsito que tuvieron como protagonistas a vehículos particulares y otros afectados al servicio público. En ambos primó un denominador común: quienes conducían habían consumido sustancias estupefacientes, tal como surgió de estudios posteriores. La realidad señala que cada vez son más los desaprensivos conductores que se lanzan a manejar bajo los efectos de las drogas.
Los efectos del alcohol en quien conduce son harto conocidos. Cuando de drogas se trata sus efectos sobre la capacidad para conducir son diferentes y dependen de la manera en que estas sustancias actúan en el cerebro. Por ejemplo, la marihuana puede disminuir la coordinación, el tiempo de reacción y la capacidad para evaluar tiempo y distancia.
Los conductores que han consumido cocaína o metanfetamina pueden conducir en forma agresiva o imprudente. Ciertos tipos de medicamentos recetados -incluidos los opioides y las benzodiacepinas, utilizadas para tratar trastornos que incluyen la ansiedad, el insomnio y las convulsiones- pueden causar mareos y aletargamiento y disminuir el funcionamiento de las capacidades cognitivas (capacidad de juicio y capacidad de pensar).
Estos efectos explican el riesgo que el consumo de cualquier sustancia tiene sobre la conducción de vehículos, una actividad que requiere un alto grado de concentración y control, percepción del entorno y rapidez de reacción. Sin duda, tradicionalmente es la ingesta de alcohol la más relacionada con accidentes de tráfico, debido a que es la más consumida por la población, pero cada vez más el consumo de drogas dice presente en los accidentes de tránsito.
Ante tan grave situación se impone la necesidad de aumentar los controles que permitan determinar si quienes circulan por las calles, avenidas o rutas del país se encuentran inhabilitados para conducir por haber consumido alcohol o drogas, aspecto este último que cobra aún mayor importancia en los casos de vehículos afectados al transporte público.
A pesar de las campañas de concientización y prevención, todavía hay demasiadas personas que conducen un vehículo habiendo ingerido alguna de estas sustancias. Y más allá de las sanciones económicas que esto supone, la retirada de puntos y alguna otra penalidad, sigue habiendo poca percepción en cuanto a los riesgos que estas acciones conllevan y sus efectos sobre la vida propia y la de los demás cuando se está al volante.