Alberto eterno
“En este primer mandato que tengo, te garantizo el polo industrial”. (Del Presidente a Mario Ishii.)
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La política es como una tortilla de papas. Cada cosa en su justo momento. Si uno se apura o altera el orden de los ingredientes, lo más probable es que le salga una suela de zapatos con forma de tortilla, color de tortilla, pero jamás sabrá como una tortilla. Primero se cortan las papas, después se calienta aceite en una sartén y, cuando está tibio, se agregan las papas, seguidas, a los pocos minutos, por las cebollas cortadas en juliana. Se revuelve, se agrega una pizca de sal y se tapa dejando salir el vapor. Ya cocida la preparación, se la cuela para extraer el exceso de aceite, se agregan los huevos batidos, se integra todo y de nuevo a la sartén hasta que haya que darla vuelta, sin aterrizajes violentos sobre el piso ni quemaduras. Salvo esto último, toda la receta es de Paulina Cocina. Como en política, habrá quien use otro manual, pero lo importante, como dijimos, es cuidar a rajatabla la delicada sucesión de pasos.
Muy bien. Pasemos a la cocina política de Alberto Fernández. Hay olor a quemado. Resulta bastante lógico que ocurra eso cuando el mango de la sartén lo tiene otra persona que enciende el fuego cuando se le antoja, tira las papas calientes a la mesada contraria y no se hace cargo de romper los huevos ni de batirlos bien para que el dueño de la tortilla se luzca. Lo que no resulta lógico es que, a pesar de todos esos obstáculos, el cocinero mayor ponga primera y acelere por la ruta de la revolucionada cocina interna y en dirección al salón comedor, explotado de gente enojada.
¿En qué piensa Alberto Fernández cuando le promete públicamente a Mario Ishii un polo industrial para José C. Paz durante “este primer mandato” como presidente? Sí, se entiende que piensa en la reelección. Tal vez la pregunta no sea en qué piensa, sino cómo es que piensa ya en un segundo mandato después de la tortilla quemada de las PASO; la humareda con que vistió de éxito el fracaso de las elecciones generales; la inexistencia de plan económico; la pobreza por encima del 40%; la pavorosa inseguridad ciudadana; la inflación en alza; la canasta básica por las nubes, y las jubilaciones y el salario arrastrándose cual babosa con fatiga. Y hablando de animales, ¿cómo creerá que la posibilidad de un “Alberto eterno” les cae a los animalitos del zoológico donde siempre caza el Gobierno a fuerza de crear impuestos, tasas, percepciones y retenciones para que el Estado dilapide?
Ya lo decía Doña Petrona, la cocina puede ser “un puema” si se siguen bien los pasos y se respetan los tiempos. No se apure, Presidente. Es muy temprano todavía. Primero habría que recuperar el mango de la sartén.