Akamasoa en acción
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En medio de la crisis, reconforta saber que ocurren buenas cosas. Akamasoa, el proyecto que nació en Madagascar hace 35 años de la mano del sacerdote argentino Pedro Opeka y que se replica en Lima, Provincia de Buenos Aires desde 2016, puja por sostener su crecimiento. Educación y trabajo son motor de la ecuación que eligieron para reemplazar el asistencialismo.
Además de las más de 40 huertas para consumo familiar, 3 hidropónicas cubren más de 1000 m2 del predio ubicado a solo 100 km de la Capital, brindando una salida laboral para las familias de Akamasoa Argentina. La sinergia con Las Quinas, una empresa B que se sumó a la iniciativa, viene dando muy buenos resultados. Para el diseño de las etiquetas de las mermeladas de frutilla, la agencia Tridimage eligió reproducir las siluetas de las características viviendas que, con esfuerzo, los propios interesados construyen en Lima. Entre 65 países, ganaron con ellas el Oro en los Pentawards, concurso que reconoce lo mejor del diseño mundial en empaques, en la categoría identidad de marca, diseño con propósito y empaque conectado, mostrando el enorme poder del diseño para unir causas sociales con productos de consumo.
Gastón Vigo Gasparotti, líder de Akamasoa, cosechó en Madrid y Londres nuevos apoyos para el proyecto. Los cimientos de una escuela agrotécnica en el predio ya están, pero faltan fondos para continuar. Centro de acogida, jardín Montessori, espacio de apoyo escolar, domo geodésico para talleres, una cocina industrial de 95 m2 y 16 casas inauguradas para fin de año conforman la realidad de Akamasoa Argentina. Más de 6000 voluntarios ya pusieron el cuerpo a las obras. Cada ceremonia de entrega de un hogar es una fiesta: premio y estímulo para que los protagonistas sigan comprometidos en su esfuerzo e incontenible emoción para los testigos de esta hazaña que cambia vidas.
Akamasoa significa “buenos amigos”, esos que acompañan. Así fue que 40.000 salieron de la pobreza en Madagascar y por ese camino transita el proyecto que aquí se replica y que hoy más que nunca clama donaciones. Cada centavo que llega a Lima confirma que ya no es un sueño, es una realidad que merece difundirse y ser apoyada.