Aislamiento y violencia de género
Resta mucho por hacer para prevenir episodios intrafamiliares violentos, como los que vienen en aumento desde que se inició el período de cuarentena
El confinamiento obligatorio tiene efectos diversos, pero similares a nivel global. Uno de los más indeseados es el notable y peligroso aumento de pedidos de ayuda para víctimas de violencia intrafamiliar reportados en España o Francia, por ejemplo. El 5 de este mes, las Naciones Unidas hicieron un llamado a realizar acciones urgentes para combatir el aumento mundial de la violencia doméstica.
Entre nosotros, la línea 144 de la provincia de Buenos Aires funciona durante las 24 horas recogiendo llamadas de víctimas, vecinos o familiares en conocimiento de algún hecho de violencia. Ante la emergencia, el servicio está disponible también mediante correo electrónico ( linea144@mingeneros.gob.ar ) y redes sociales, incluido mensajes a WhatsApp (1127716463/ 1127759047/ 1122759048). En caso de emergencia se debe llamar al 911. También se puede recurrir al patrocinio gratuito de la Defensoría General de la Nación (Paraná 426, 1º piso, ciudad de Buenos Aires, de lunes a viernes, de 9 a 16, teléfono: 4370-6761) o presentar las denuncias en línea.
Según un informe elaborado por la agencia de noticias Télam, hubo más de 8600 pedidos de ayuda en municipios de todo el país desde que se inició la cuarentena.
Por su parte, el estudio del Observatorio de las Violencias de Género "Ahora Que Sí Nos Ven" reportó 86 femicidios en la Argentina durante el primer trimestre de este año, en tanto que varias agrupaciones convocaron a un "ruidazo" el 30 del mes pasado para llamar la atención sobre aquellos registrados en distintos lugares del país. La ministra de Mujeres, Políticas de Géneros y Diversidad Sexual bonaerense, Estela Díaz, advirtió que la demanda de ayuda aumentó en este tiempo un 60%.
Ocho de cada diez denuncias son realizadas por mujeres, víctimas de variados tipos de violencia que dañan la dignidad, la libertad, el bienestar, la integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, y el derecho a su pleno desarrollo.
El encierro agrava muchas de estas situaciones en ámbitos domésticos de convivencia y se ha descubierto que los métodos coercitivos de abusadores son muy similares: vigilancia constante, reglas estrictas y detalladas de comportamiento, y restricciones de acceso a necesidades básicas como alimentos, ropa e instalaciones sanitarias. Quienes no pueden salir de sus hogares para concretar denuncias ven además dificultado el acceso a redes de contención personal, familiares, laborales o comunitarias. El temor prevalece ante amenazas y descalificaciones y el hogar se vuelve, paradójicamente, un ámbito peligroso.
Las fuerzas de seguridad deben estar alertadas y capacitadas para realizar las preguntas correctas a fin de contemplar que las víctimas puedan quedar exceptuadas de la restricción ante situaciones sospechadas de riesgo.
Los tribunales y las oficinas de violencia familiar están cerrados y se necesitan nuevos protocolos para proteger a las damnificadas. La Fiscalía General porteña instruyó a 70 referentes que hacen contacto telefónico y seguimiento de casos, con la consigna de que deben prestar mayor atención a la palabra, a la entonación de las posibles víctimas, en virtud de no poder contar con un trato cara a cara.
No menos grave resulta la presencia de menores de edad, que afecta al 62% de las denuncias. No solo son tristes testigos de los hechos, sino también víctimas colaterales de golpes, insultos y todo tipo de abusos.
Resta mucho por hacer. Desde el Estado aún no se construyeron los refugios necesarios para trasladar a espacios seguros a las víctimas. Hoy, los 120 establecimientos en el país que dependen de provincias, municipios u ONG son insuficientes, más allá del peligro de contagio del virus, para alojar a quienes, en tiempo de confinamiento, necesitan escapar del sometimiento y las amenazas agravadas no pocas veces por el consumo de alcohol o drogas por parte del agresor.
Si las medidas de control de circulación se extienden, habrá también que pensar en hogares transitorios para resolver situaciones de riesgo que no admiten demoras. Además, como se ha comprobado que las probabilidades de asesinar a sus parejas o a otras personas se vinculan a crisis personales, a veces ligadas a pérdida de empleo o grandes fracasos financieros, el futuro se ensombrece aún más.
La presencia del Estado vuelve a ser clave en el acompañamiento y manejo de esta arista de una crisis que no puede cobrarse más víctimas.