150 años de una tribuna de doctrina
LA NACION ratifica su misión de informar con rigor y veracidad, manteniendo su compromiso con la construcción de una república democrática
Hoy, LA NACION cumple 150 años de vida. Se trata de una oportunidad para celebrar con alegría, agradecer el apoyo de nuestros lectores y anunciantes, y también reflexionar sobre los próximos desafíos.
Más allá de los incesantes cambios que ha experimentado a lo largo de tanto tiempo, LA NACION ha procurado siempre no confundir la renovación en las formas con la alteración de la esencia que ha signado su existencia. Desde su fundación por Bartolomé Mitre, aquel 4 de enero de 1870, este diario, convertido hoy en un medio capaz de llevar información desde distintas plataformas y de interactuar con sus públicos, ha sido una tribuna de doctrina. Y, fiel a ese lema, ha sostenido siempre un ideario editorial sustentado en la defensa de la libertad y de la república, con la convicción de que se trata de principios irrenunciables y no negociables. Que una empresa pueda alcanzar su sesquicentenario en la Argentina solo puede explicarse por su capacidad para adaptarse a los cambios, sin abandonar la fidelidad a sus principios.
Esa natural firmeza en sus propósitos le valió a LA NACION no pocos sinsabores a lo largo de los inestables períodos que vivió la Argentina. En 1874, su fundador y primer director fue condenado a muerte por un consejo de guerra, luego de alzarse contra la impureza de las elecciones presidenciales de ese año, aunque más tarde el presidente Nicolás Avellaneda le conmutó la pena. Siete décadas después, otro director del diario, Luis Mitre, fue detenido por las autoridades del golpe de Estado de 1943.
En un siglo y medio de vida, sufrió cinco clausuras; restricciones a la importación de papel que, entre 1951 y 1955, forzaron al diario a salir de lunes a sábado con ejemplares de solo seis páginas, y hasta insólitos ataques a la prensa independiente, como la orden del secretario de Comercio Guillermo Moreno a supermercados y cadenas comercializadoras de electrodomésticos de no publicitar en este diario durante varios meses de 2013.
Al margen de muchas de esas batallas por la instauración de una verdadera república y por el perfeccionamiento del ejercicio de la libertad política, LA NACION debió enfrentar el desafío de la modernización. Atendió la necesidad de adaptarse ante la aparición de nuevos medios, como la radio, la televisión abierta, por cable y satelital, al igual que frente al surgimiento de internet y las nuevas tecnologías. En todos los casos, buscó actualizarse sin pausas, asumiendo que la innovación y la creatividad, sumadas a los inclaudicables valores en los que reposa su credibilidad, le darían a este medio periodístico la capacidad necesaria para prosperar en un mercado cada vez más competitivo y complejo, que no solo busca información, sino también entretenimiento.
Extraordinarios han sido los cambios introducidos en LA NACION, especialmente en las últimas tres décadas, y notables los esfuerzos de sus periodistas y demás colaboradores para atender las nuevas necesidades del público en el nuevo mundo signado por los avances tecnológicos. El constante crecimiento de nuestros servicios informativos en plataformas digitales, la suma de contenidos audiovisuales a los productos de la tradicional edición impresa y la aparición de LN+, que marcó la llegada de LA NACION a la televisión, constituyeron solo algunos de los hitos de los últimos años. El avance del periodismo de ideas y de la investigación periodística, la fuerte irrupción del periodismo de datos a través de la aplicación de la inteligencia artificial al servicio de la narración de historias de manera eficiente y la ampliación de los canales de participación para que nuestra audiencia pudiera interactuar y expresar sus opiniones representaron también enormes cambios tendientes a una mayor calidad de nuestros servicios.
Durante los años noventa, en medio de la por entonces incipiente popularización de internet, Bartolomé de Vedia, recordado jefe de Editoriales de este diario y notable periodista, señalaba que la información se había convertido en una suerte de potro salvaje e indomable que corre por las autopistas informáticas, sin que ningún medio de prensa ni autoridad política alguna estuviera en condiciones de ocultarla o manipularla fácilmente o por mucho tiempo. El mayor pluralismo informativo había contribuido a reducir no solo la eventual discrecionalidad por parte de los dueños de los medios de comunicación, sino también la facilidad de los políticos para manipular los hechos. Con el auge de los medios alternativos y de las redes sociales aumentaron en el mundo el acceso a la información y la libertad de expresión, aunque también se potenció la difusión de noticias falsas.
Allá por 1934, T. S. Eliot, en su poema El primer coro de la roca, traducido por Jorge Luis Borges, nos decía: "El infinito ciclo de las ideas y de los actos, infinita invención, experimento infinito. Trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud; conocimiento del habla, pero no del silencio; conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra". Y añadía: "¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Y dónde el conocimiento que hemos perdido en información?".
La vertiginosa cultura electrónica nos proporciona velocidad e inmediatez, pero el acceso al conocimiento seguirá dependiendo en buena medida de la capacidad del periodismo serio, confiable e independiente para poner en orden semejante avalancha informativa y para reflejar de la mejor manera posible los complejos aspectos de cualquier sociedad.
A 150 años del inicio de esta maravillosa aventura, LA NACION ratifica su misión de informar con rigor y veracidad, manteniendo su compromiso con la construcción de una república democrática, en la que, en un marco de pluralidad y libertad, se respete el fecundo debate de ideas.