Ya no hay lugar para los crecimientos milagrosos
CAMBRIDGE.- Hace un año, los analistas de economía estaban borrachos de optimismo respecto de las perspectivas de crecimiento económico en el mundo en desarrollo. En contraste con Estados Unidos y Europa, donde la perspectiva de crecimiento se veía débil en el mejor de los casos, se esperaba que los mercados emergentes sostuvieran su fuerte performance de la década precedente a la crisis financiera global, convirtiéndose así en el motor de la economía global.
Economistas de Citigroup, por ejemplo, concluyeron audazmente que las circunstancias nunca habían sido tan favorables para un crecimiento amplio y sostenido, y proyectaron que el producto estaría en fuerte crecimiento hasta 2050, encabezado por países en desarrollo en Asia y Africa. La consultora PwC predijo que el crecimiento del PBI per cápita en China, LA India y Nigeria superaría el 4,5% hasta bien entrada la mitad del siglo. La firma consultora McKinsey & Company bautizó a Africa, por mucho tiempo sinónimo de fracaso económico, la tierra de los "leones en marcha".
Recientes datos económicos de China, la India, Brasil y Turquía apuntan a la más débil performance de crecimiento en muchos años. El optimismo ha cedido a la duda.
Por supuesto que no se debe atribuir demasiado significado a las fluctuaciones de corto plazo. Pero hay fuertes motivos para creer que el crecimiento acelerado será la excepción en vez de la regla en las décadas por delante.
Para ver por qué es así, necesitamos entender cómo se crean los "milagros de crecimiento". Salvo por un puñado de países pequeños que se beneficiaron de bonanzas de recursos naturales, todas las economías exitosas de las últimas seis décadas deben su crecimiento a la industrialización acelerada. Si hay algo en lo que todos acuerdan respecto de la receta de Asia oriental, es que Japón, Corea del sur, Singapur, Taiwan y China fueron exitosas en llevar su mano de obra a la manufactura organizada.
La manufactura permite cubrir las distancias que separan de las potencias rápidamente porque es fácil copiar e implementar tecnologías de producción extranjeras, incluso en países pobres. Llamativamente, mis estudios muestran que las industrias tienden a cerrar la brecha con la frontera tecnológica a una tasa de alrededor del 3% anual. En consecuencia, países que son capaces de transformar campesinos en industriales cosechan una gran prima de crecimiento. Algunas actividades de servicios modernas son capaces de lograr convergencias de la productividad. Pero la mayoría de los servicios de alta productividad requieren una amplia gama de capacidades y recursos institucionales que las economías en desarrollo sólo acumulan gradualmente. Un país pobre puede competir fácilmente con Suecia en una amplia gama de manufacturas; pero lleva décadas, si no siglos, alcanzar a Suecia en materia institucional.
Considérese la India, que demuestra las limitaciones de basarse en servicios en vez de la industria en las primeras fases del desarrollo. El país ha desarrollado llamativas capacidades en servicios de TI, como software y call centers. Pero el grueso de la fuerza de trabajo no tiene las capacidades para estar en tales sectores.
Por lo tanto, el desarrollo exitoso a largo plazo requiere un esfuerzo en dos sentidos. Requiere un impulso de industrialización, acompañado por la acumulación de capital humano y de capacidades institucionales, para sostener el crecimiento sobre la base de los servicios cuando la industrialización llega a su límite.
Pero esta receta que ha pasado la prueba de los años se ha vuelto mucho menos efectiva en estos tiempos, debido a cambios en las tecnologías de manufactura y el contexto global. Primero, los avances tecnológicos han vuelto a la manufactura mucho más intensiva en capacitación y capital que en el pasado, incluso en el extremo de menor calidad del espectro. Como resultado, la capacidad de la manufactura de absorber mano de obra se ha vuelto mucho más limitada. Será imposible para la próxima generación de países en vías de industrialización trasladar 25% o más de su fuerza laboral a la manufactura, como hicieron las economías de Asia oriental.
Segundo, la globalización en general y el ascenso de China en particular han incrementado la competencia en los mercados mundiales, dificultándoles a los recién venidos encontrar espacio. Es improbable que los países ricos sean tan permisivos respecto de las políticas de industrialización como en el pasado. Ahora, al enfrentarse los países ricos al peso combinado de grandes deudas, al bajo crecimiento y al desempleo, aplicarán mayor presión sobre los países en desarrollo para que cumplan las reglas de la Organización Mundial del Comercio, que bajan el margen para subsidios industriales. La subvaluación de divisas no pasará inadvertida. El proteccionismo será políticamente difícil de resistir.
Las industrias manufactureras seguirán siendo las "industrias de ascenso" para los países pobres, pero el ascensor no se moverá tan rápido ni llegará tan alto.
25%
traslado de mano de obra
A ese ritmo anual se dio en los últimos años el pase de puestos laborales de otros sectores a la industria en países asiáticos
Traducción de Gabriel Zadunaisky
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