Visión, perseverancia y equipo: las claves para un cambio exitoso
"Algunos días tengo ganas de tirar la toalla. Pareciera que soy el único que se da cuenta de que así no podemos seguir, y es agotador sentir que todo el peso del cambio está sobre mis hombros", dice Alejandro, Project Manager en una empresa de telecomunicaciones.
En artículos y libros sobre liderazgo se suele citar a LeRoy Eims: Un líder es aquel que ve más que los demás, ve más lejos que los demás y ve antes que los demás.
La definición es certera, especialmente para quienes tienen la responsabilidad de liderar la transformación en sus equipos y en organizaciones de todo tipo. Y no nos referimos solamente de aquellos que ocupan un lugar jerárquico, sino a muchos hombres y mujeres que, desde su lugar y su rol, saben hacia dónde necesita ir la organización y qué es imprescindible hacer para encaminarse en esa dirección.
Visión = ¿soledad?
Muchos de quienes lideraron o están liderando procesos de cambio pueden dar fe de que ver más, ver más lejos y ver primero suele ponerlos en un lugar de soledad e incomprensión, al menos en las primeras etapas.
Los líderes de cambio son "incomodadores" que vienen a sacudir la complacencia y la costumbre. Entre sus pares y sus colaboradores, muchos no conocen ni comprenden como ellos el sentido ni la urgencia del cambio, ni están tan dispuestos a hacer el esfuerzo de adaptar sus habilidades y sus comportamientos a las nuevas reglas de juego.
En un mundo ideal, los encargados de llevar adelante el cambio dispondrían del tiempo necesario para generar sentido, motivar y comprometer a los resistentes. En el terreno real, las cosas van mucho más rápido. El nuevo rumbo a veces implica desmantelar procesos, romper silos, sacudir la estructura en aras de la agilidad, reasignar recursos, recortar presupuestos o suspender proyectos que, aunque se haya invertido mucho en ellos y estén avanzados, ya no son prioritarios para la organización. Los líderes se ven enfrentados a decisiones difíciles y dolorosas: aquellos que no se puedan alinear en un plazo razonable se tendrán que ir, aunque sean excelentes, populares o amigos.
No sorprende, entonces, que el entorno sienta el cambio como amenazador, y vea a quien lo lidera como "el malo de la película". Sus acciones, logros y fallas son inspeccionados y criticados, y se lo tilda de alarmista, de fanático, de insensible.
Visión + Perseverancia= consistencia
Como dijo Václav Havel, La visión no es suficiente; debe combinarse con la acción. No es suficiente mirar los escalones; hay que subir las escaleras.
El rol del líder de cambio no es sólo enseñar a las personas de su entorno a ver y comprender las necesidades del futuro, sino también liderarlas a la ejecución.
Requiere de mucho coraje y de una gran fortaleza mental y anímica vencer la tentación de darse por vencido y mantener el rumbo a través del rechazo, los obstáculos, los roces, retrocesos y contratiempos cotidianos. La Dra. Angela Duckworth, profesora e investigadora de la Universidad de Pennsylvania, llama "grit" a esta combinación de agallas y tenacidad, y afirma que tener esta cualidad es el predictor más importante del éxito.
La capacidad de "ver más, más lejos y antes que los demás" es una competencia crucial para los líderes de cambio. Combinada con coraje y perseverancia permite avanzar con acciones consistentes hacia los resultados y la cultura deseada.
Visión + Consistencia + Equipo = Cambio exitoso
Sin embargo, todavía falta un ingrediente para que el desarrollo del proceso sea más exitoso y menos traumático para el propio líder y para la compañía: armar un equipo, una coalición de líderes de cambio.
Estar solo para liderar el cambio es muy desgastante y resulta contraproducente para el desarrollo del proceso. Desde el minuto uno, es clave que los líderes se rodeen de aliados entusiastas y confiables que los ayuden a diseñar y mantener el rumbo, liderar las miradas, despejar los obstáculos y llevar la innovación a la práctica cotidiana.
La fuerza de un equipo alineado facilita el compromiso sostenido con la visión, de modo que trascienda los difíciles momentos iniciales, se consolide con el tiempo y alcance el ansiado punto de no retorno. Al menos, hasta que se presente la próxima revolución del paradigma.
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