Victoria Giarrizzo: “Este año se crecerá, pero sin recuperar poder adquisitivo”
Es licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires, donde también obtuvo su doctorado y es docente en esa casa de estudios; trabajó en consultoras privadas y ahora es investigadora, especializada en temas de la microeconomía, del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires
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“Una de las misiones de la pospandemia será cerrar brechas”, plantea Victoria Giarrizzo, doctora en Economía (UBA) e investigadora del IIEP-Baires UBA, en referencia a las consecuencias sociales y económicas del coronavirus, que se agudizaron con la segunda ola de contagios. En diálogo con la nacion, la economista analizó los efectos de la pandemia sobre las desigualdades de género, el empleo y el acceso a la educación, y advirtió que el Gobierno no tiene un plan para abordar los problemas estructurales de la economía.
“Este año vamos a crecer, pero sin recuperación del poder adquisitivo familiar. Estamos viendo paritarias de 30% con una inflación que estará entre 44% y 45%. Y con la incertidumbre económica que provoca la pandemia, inevitablemente la creación de empleo se va frenando. El 2020 nos dejó una caída promedio de 12% en el poder de compra del ingreso familiar per cápita y este año se volverá a perder. Por eso, para que la recuperación se convierta en crecimiento es casi excluyente aumentar las exportaciones”, plantea.
–¿Cómo ve el impacto de la segunda ola y la reacción del Gobierno?
–En 2020, cuando arrancó la pandemia, se tomaron medidas pensando que esto terminaba y no que iba a durar un año más. Ningún país está preparado para una pandemia tan larga, pero en la Argentina es peor, porque incide que la economía ya venía golpeada, con pérdida de ingresos, con recesión, con el problema de la deuda sin resolver. Nos agarró muy mal posicionados, y en 2021, cuando esperábamos que la economía volviera a crecer, nos encontramos con restricciones y un retroceso en sectores que estaban recuperándose. Hay mucha incertidumbre en cuanto a cuál puede a ser el impacto en la economía, porque no sabemos cuándo se va a terminar, si van a aparecer nuevas cepas o cuándo va a finalizar el programa de vacunación para cortar la propagación.
–¿Cómo impacta la pandemia en términos de desigualdad?
–Una de las principales misiones de la pospandemia va a ser cerrar brechas. Hay muchas y una es la educativa. Se está generando mucha distorsión entre quienes van a colegios privados y a escuelas públicas. Muchos chicos no están teniendo clases o no están haciendo tareas desde hace un año y medio. Y muchos hogares de bajos recursos no tienen computadora o Internet; usan los datos del celular y, cuando se terminan, se acabó la educación. El Estado debería tener una política de subsidios que garantice wifi y tecnología a los hogares con chicos en edad escolar.
–¿Y en cuanto a la brecha de género?
–La pandemia tiende naturalmente a ampliarla por muchos frentes. Porque las tareas de cuidado están en manos de mujeres, porque la escolaridad en casa hace que las mujeres sean las que más se encargan de ayudar a los chicos, porque el personal sanitario y de limpieza en los hospitales son mujeres y están más expuestas al coronavirus. Por otro lado, en la Argentina se implementaron políticas de género fuertes o líneas de financiamiento con beneficios para mujeres. Eso no cierra la brecha, pero compensa. Una cuestión positiva que se dio con la pandemia es que los hombres se empezaron a encargar de las tareas del hogar y del cuidado, y se empezó a tomar conciencia del trabajo no remunerado. Eso es muy positivo.
–¿Y cómo ve la gestión del Gobierno?
–Hoy la Argentina necesita dos equipos económicos. Uno que gestione la emergencia, el día a día, con políticas de emergencia o medidas para conseguir vacunas. Eso está haciéndolo bien (Matías) Kulfas. Pero nos falta todo el otro equipo, que mire más allá, porque la Argentina se va a tener que reconstruir y nos va a encontrar con una economía mucho más débil. Hoy cuando nos preguntamos ‘¿Dónde está el piloto?’, realmente no sabemos. Está (Martín) Guzmán gestionando el tema de la deuda, que es muy importante y lo hace bien, está Kulfas con las políticas de emergencia, pero nos falta la visión de mediano y largo plazo, pensando en los problemas nuevos y en las cuestiones estructurales.
–¿Por ejemplo?
–La inflación. No es un tema nuevo. Podés seguir haciendo política de control de precios, controlar importaciones, congelar tarifas o atrasar el dólar, pero el problema de fondo no se resuelve así. Hoy puede ser un contexto de emergencia donde todo sirve, porque no se recupera el ingreso y el empleo, pero el tema es qué se hace con la inflación después. Lo mismo con el costo de las empresas. Podemos dar Repro, subsidios a consumidores o volcar dinero a la economía, pero hay un problema estructural y es que los niveles de rentabilidad son bajos y el mercado interno no lo resuelve. Lo mismo con los problemas de financiamiento. Algo positivo en esta coyuntura es que hay una especie de explosión tecnológica; grandes empresas y pymes están obligadas a incorporar tecnología que es más accesible, pero al mismo tiempo no tienen recursos para invertir. Hay líneas de financiamiento subsidiadas por el sector público, pero no acceden todos, muchos no las conocen o no pueden aplicar. Hay que trabajar en los costos de las empresas.
–¿Qué habría que hacer contra la inflación?
–Cuando mirás 2020, tuviste 36% y este año vas a tener 46%, con el dólar más o menos planchado y con tarifas congeladas. Hay suba en los precios internacionales de commodities agropecuarias, como los granos y la carne. Sabemos que hay que desacoplar precios externos de los internos, el tema es cómo se hace. Con retenciones y cupos resolvés el tema del abastecimiento, pero no la inflación. Eso no implica que los precios no vayan a subir. Los alimentos son un rubro muy sensible que no puede dejarse al mercado, pero muchas veces se controla a las empresas que fabrican los productos finales y no a las firmas que producen los insumos básicos; en muchos casos ahí está el origen de buena parte de los aumentos. La suba de precios internacionales pega en un 20% del precio final de los alimentos, que es considerable, pero hay otros costos, como los insumos. Hay productos metalúrgicos que suben por encima de la inflación y eso impacta en los costos. Hay muchos frentes por donde se escapa la inflación.
–¿Como cuáles?
–Los controles a la importación que generan desabastecimiento y restricción de la oferta. Hay que ponerle un zoom a la política de restricciones. Viene ayudando a reanimar la industria local y a preservar el superávit comercial, pero está presionando sobre la inflación. No se consiguen muchos insumos en el mercado. En el sector textil faltan telas, microfibras, tintas para estampas y, como hay poco, los cobran más caros. Eso y el atraso que ya tenían los precios textiles, explican que subieran 70% en los últimos 12 meses. Pero si sacás las restricciones hay que subir el dólar, porque si no sería un desastre para nuestra industria. Y al subir el dólar se escaparía la inflación. Es fácil poner controles, pero difícil desarmarlos. La alternativa es agilidad en la administración del comercio para que no falten insumos y controlar el manejo de los precios de los importadores.
–¿Hasta qué punto se pueden mantener los congelamientos?
–Hoy podemos decir que todo ayuda. El dólar controlado o las tarifas sin aumentos le quitan un poco de presión a los precios, pero eso posterga el problema sabiendo que lo vas a tener más adelante. La Argentina siempre tiene planes para armar, pero nunca para desarmar. Y no los tiene porque siempre los arma un gobierno y los desarma el otro. Ni siquiera el que arma se hace responsable de las consecuencias. Además de congelar tarifas o planchar el tipo de cambio en una coyuntura, hay que tener una puerta de salida o saber con qué gradualidad va a ser la salida. Cuando se toman medidas hay que ser transparentes, plantear que un congelamiento es transitorio, que se va a desarmar con tal esquema. Sin programa para salir, siempre estás atrás del problema.
–¿Y por qué se da esa dinámica?
–En la Argentina somos muy malos gestionando los recursos públicos. No es de ahora sino de hace 70 años, y no solo a nivel gobierno, sino también en la gestión de un club o un hospital. Y fallar en esa gestión nos lleva a tener programas para el día después, a decidir sobre urgencias. Muchas veces se debe a inexperiencia o a los cambios en los equipos técnicos, que en el sector público cambian en muy pocos años. En un mandato de cuatro años, cuando empezaste a entender cómo es la dinámica de la gestión, te vas. Y también impacta que nos movemos de un extremo a otro en las políticas.
–¿Dónde puede crecer el país?
–No creo que un país tenga que ser especialista en algo, y menos uno como la Argentina, con tanta heterogeneidad de recursos. Pero si se mira la oportunidad de mercados en los que nos hemos ido desarrollando, está el sector agropecuario, que hoy está poniendo dinamismo. Con precios internacionales altos se ha dinamizado el agro, que tracciona a otros sectores como la construcción, el metalmecánico o el automotor. Y más allá de los tradicionales, hoy el sector tecnológico ofrece una oportunidad muy importante, porque hay mano de obra muy calificada y muchísimas empresas tratando de entrar en esta revolución. Se subestima la capacidad de generar empleo de ese sector, que tiene una demanda laboral insatisfecha. Y es valioso porque es un sector exportador, generador de divisas.
–¿Cómo se logra dinamizar eso?
–El país necesita políticas exportadoras. Porque más allá de la generación de divisas, hay que pensar que la economía se empobreció y perdió músculo. La forma de crecer es exportando, ampliando el mercado externo, porque el interno se achicó; las familias tienen menos ingresos y las empresas, menos stock de capital. Y no alcanza con querer insertarse en mercados, hay muchas otras falencias. Hace falta tener financiamiento, porque muchas veces se concretan operaciones, pero el pago no es inmediato y una empresa tiene que tener respaldo entre pagos, y darle continuidad a la producción para responder con volúmenes cuando se le pide regularidad en el producto. También hay que trabajar en los costos de exportación, que son altos.
–¿Qué políticas debería aplicar o modificar el Estado?
–Siempre tiene la posibilidad de emitir, como lo hizo en 2020 y este año, para financiar gastos, pero creo que sería mucho mejor usar recursos para aliviar costos de las empresas. Se puede seguir sacando líneas de financiamiento o aportes no reembolsables, pero son de acceso a un sector limitado. Si se decide reducir costos bajando impuestos al trabajo y otros impuestos, eso es de acceso a todos. Y esas son cuestiones del mediano plazo vinculadas a cómo bajar el costo del Estado: la desburocratización, la digitalización y los impuestos son cuestiones en las que hay que trabajar.
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