Vicentin ante el espejo chavista
La conformación identitaria del Frente de Todos empuja a Alberto Fernández a integrar a su galera de trucos una política pendular. Semana tras semana se siente obligado a enviar mensajes que suenan contradictorios según cuál de sus múltiples audiencias los escuchen. En el Gobierno lo justifican: esas señales amplifican una base de sustentación. Les habla a todos. Sin embargo, cada vez con más frecuencia, empieza a aparecer en el público un disvalor: la desconfianza.
En el sector privado reina la confusión. No sólo comienzan a descreer de los matices que el Presidente introduce a las medidas que recuerdan el kirchnerismo más duro, sino que empieza a desgastarse esa idea autoproducida de gestor pragmático de las diferencias.
En el marco de la pandemia y de las dudas que generan sus palabras, Fernández ya alertó lo que viene cuando extendió la cuarentena la semana pasada: "La pandemia nos da una gran oportunidad de transformación". Esa transformación es el nuevo significante vacío. La incertidumbre es enemiga de la previsibilidad, y la imprevisibilidad, de las inversiones. El Estado puede ser condición necesaria pero no suficiente para la reactivación pospandémica. Las dudas que plantea la decisión sobre Vicentin es si el Gobierno cree eso o lo contrario.
¿La Argentina se encamina a ser Venezuela? ¿Es Vicentin la Sidor argentina? ¿La decisión del Presidente abre una intención estatizadora o dirigista de la economía nacional? Estas preguntas las hacen hoy quienes hace sólo una semana celebraban que el primer mandatario echara por tierra el proyecto de la diputada Fernanda Vallejospara que el Estado se quedara con acciones de las empresas a las que auxilió durante la cuarentena.
Fernández no negó a su legisladora frente a un auditorio cualquiera. Lo hizo frente a los diez empresarios más importantes del país, luego de un raid que lo llevó en los últimos diez días a visitar a tres de los principales hombres en negocios en sus propias fábricas.
"Es una decisión trascendente para la Argentina", señaló Vallejos hoy apenas conocida la decisión de intervenir y expropiar Vicentin, iniciativa que anticipó en ElDestapeweb.com nada menos que Amado Boudou, autor intelectual de otra escandalosa estatización que pasó por el Congreso para esconder las tropelías por las que fue condenado en la causa Ciccone.
Pese al relato, las estatizaciones distaron de ser exitosas durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Suez, Marsans y Repsol (Aguas, Aerolíneas e YPF), todas terminaron en escándalo. Y lo que es peor, en un carísimo perjuicio para el Estado. La semana que pasó rememoró el caso de YPF, por el que el país podría tener que pagar alrededor de US$3000 millones por "mala praxis" cristinista.
La nueva identidad que busca proclamar Fernández parece ser la del kirchnerismo con límites. Pero ese gris es complejo para una agrietada política cada vez más simplista en la búsqueda de blancos y negros. ¿Dónde están esos grises en la decisión de hoy?
El Presidente administró personalmente esos matices. Aseguró en la conferencia de prensa, sin bombos militantes, que la idea había sido de la senadora ultrakirchnerista Anabel Fernández Sagasti, presente en el anuncio. Sin embargo, el interventor en Vicentin será Gabriel Delgado, un técnico del INTA que había sido elegido por Alberto Fernández como ministro de Agricultura antes de que el Instituto Patria finalmente lo "interviniera" con Luis Basterra.
Los bienes de Vicentin no serán manejados por los jóvenes de La Cámpora. Pasarían a la órbita de YPF. No sólo se trata de una empresa mixta (parte estatal y parte privada), algo que Fernández recalcó, sino que en esa cúpula habitó la única gestión kirchnerista avalada por el mundo empresarial: la de Miguel Galuccio. Señales de que el Estado puede ser eficiente.
Al kirchnerismo el Presidente le habló de "soberanía alimentaria". No es un relato menor para esas huestes: en la guerra con el campo, por la que Fernández se fue del gobierno en 2008, se gestó la identidad K. Hoy se libran otras dos batallas en la intervención de Vicentin: una por los precios de los alimentos y otra por la escasez de divisas. Vale mencionar que la decisión oficial coincide con la renegociación de la deuda, que comenzaría a resolverse esta semana, y con la decisión hacia adelante de acumular reservas mediante un rígido sistema de control de capitales que llegó para quedarse y que con la expropiación de Vicentín suma un jugador en materia de liquidación de divisas en el mercado local.
Hubo un gesto de Alberto hacia Axel Kicillof. El adalid de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires creó en su momento Precios Cuidados para que ese programa sirviera de referencia a los demás productos en las góndolas y estatizó YPF, hecho que hoy hace que esa firma sea un actor clave a la hora de habilitar o no aumentos en los precios de los combustibles. Es bueno que "el resto del mercado sepa por dónde caminar", dijo el Presidente sobre el agro.
"Si Alberto no hubiera sido moderado no ganábamos, pero ahora hay que terminar con la moderación". Las palabras de Gabriel Mariotto fueron resignificadas hoy. "A la Argentina después de la pandemia me la imagino bien peronista. Con las empresas de servicios públicos y el comercio exterior en manos del Estado", agregó días atrás su reinterpretación de la transformación y el nuevo contrato social que pregona el Presidente. Los que veían en Alberto Fernández a otro Daniel Scioli ahora hacen juego con estas palabras sumidos en la desconfianza.
"Un país más justo no es perseguir a nadie, ni esas ideas locas de que queremos quedarnos con las empresas", se recuerdan los empresarios las palabras del Presidente, sólo días atrás, para darse aliento sobre el futuro. Por las dudas, los que tienen pesadillas caribeñas advierten: la estatización del petróleo bolivariano, el sector que generaba más divisas, terminó con el país con mayores reservas del mundo importando crudo de Irán y subiendo los precios de la nafta a los automovilistas venezolanos.
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