Viabilidad y consistencia, las dudas sobre el acuerdo con el FMI
Es necesario que el plan sea creíble y debe haber relación entre el diagnóstico, los objetivos y las acciones planteadas para lograrlos; pareciera que este no es el caso
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Lo más probable es que la Argentina obtenga un programa con el FMI una vez que se trate en el directorio de esa institución. Hay varios temas a considerar para saber de las chances que tiene ese programa de mejorar la situación económica del país. El más importante es que, para que el programa tenga éxito, se necesita una mejora significativa en las expectativas sobre la situación económica del país, de manera tal que las inversiones realizadas por otros agentes acompañen el proceso. Existe literatura que estudia los efectos que tienen los préstamos del FMI en una economía que indican esto. Por ejemplo, en situaciones demasiado complejas o cuando existe falta de credibilidad en el gobierno (o en el FMI), es poco probable que un programa llegue al puerto deseado.
Entonces, la pregunta sería si es probable que con este programa se mejoren las expectativas. Empecemos por la definición que hace el FMI de este tipo de programas. Este será un programa de Facilidades Extendidas que, según el FMI, están destinados a la asistencia de países con serios desbalances por problemas estructurales o crecimiento pobre debido a una débil posición en su balance de pagos, y son de mediano plazo. No se trata de un acuerdo Stand-By destinado a hacer frente a problemas más relacionados con la liquidez. Esto revela que el mismo FMI percibe la situación argentina como relativamente difícil y que el (potencial) éxito no se dará en el corto plazo.
Si se quieren mejorar las expectativas, el cambio tiene que venir desde adentro y se debe mostrar convicción en un plan que sea ejecutable, consistente y creíble. Tampoco la dirección de este FMI es la de hace 20 años, y pareciera que los factores políticos pesan más que en aquellos años, lo que mina la confianza necesaria en ese organismo para ser capaz de implementar un programa que genere los cambios necesarios en las expectativas.
Hay factores que hacen dudar de que se logre este cambio necesario para el éxito del programa. Por lo visto en las últimas semanas, no hay unidad dentro de la coalición gobernante con respecto al tema. Es natural preguntarse qué programa a mediano plazo puede tener buen término sin un convencimiento de importantes actores de la política que pueden repudiarlo cuando haya que pasar por momentos complicados (que los habrá).
Los objetivos reflejados en la carta de intención presentada por el Gobierno son loables: disminuir el déficit fiscal en pocos años, ordenar el balance del Banco Central, aumentar las reservas, las exportaciones, etc. Plantearse estos objetivos no es poca cosa en un país donde todavía se discuten las razones de la inflación –con el desorden fiscal y monetario que existe– y donde todavía hay gente que cree que la restricción presupuestaria del Gobierno es un problema menor.
No se puede negar que es necesario que un plan sea creíble de poder llevarse a cabo y tiene que haber consistencia entre el diagnóstico, los objetivos y las acciones planteadas para lograrlos. En algunos puntos relevantes pareciera que este no es el caso, más aún, analizando lo que se viene haciendo (y defendiendo) desde hace unos años. Para llegar a buen puerto, se necesita que demasiadas variables se comporten de una manera en la que no se han venido comportando y es poco creíble que varias medidas puedan llevarse a cabo.
Esto es especialmente relevante en las medidas para equilibrar las cuentas fiscales y su financiamiento durante la transición y las políticas que afectan la balanza de pagos. Por ejemplo, ¿quién puede negar que hay que exportar más y aumentar el nivel de reservas internacionales? Ahora bien, para esto no se necesitan más retenciones a las exportaciones, sino menos. Se habla de incentivos a sectores específicos exportadores. Entiendo que haya gente que prefiera las políticas donde se eligen los ganadores, pero si no se acomoda la macroeconomía muy probablemente no se consigan los efectos deseados. Para que vengan inversiones no se les puede imposibilitar (o dificultar demasiado) el acceso al retiro de divisas. Algo de esto hay en la carta de intención, pero uno se pregunta si aquella se refiere a la Argentina o a otro país. Por ejemplo, en el manejo de flujos de capitales, se dice que se continuará fortaleciendo la efectividad y trato justo en el régimen que se utilice para los flujos de capitales. Si bien es defendible la conveniencia de que los países tengan algún control sobre los flujos de capitales, el manejo que se ha hecho en la Argentina en esta materia no ha tenido las características mencionadas precisamente.
Entonces, si bien el programa planteado tiene objetivos razonables, el problema está en la eficiencia económica, la viabilidad de implementación y la consistencia de importantes medidas que se piensa tomar para lograrlos. El programa parece destinado a mantener al país en las condiciones en las que está y esperar que en un futuro cercano, por algún motivo, se aplique una política económica más razonable.
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