Verde, gris y azul: cuál es la diferencia entre los distintos tipos de hidrógeno y qué “color” tiene más potencial en la Argentina
El Gobierno sorprendió días atrás con el anuncio de que una empresa australiana, Fortescue, invertirá US$8400 millones en la Argentina durante los próximos 10 años para instalar una planta de hidrógeno en la provincia de Río Negro. Si bien la compañía no confirmó esta inversión a sus accionistas, pese a que cotiza en la bolsa, no son pocos los analistas que proyectan que esta energía podría reemplazar en el futuro al petróleo y al gas.
Hoy el hidrógeno se utiliza en el país en la industria química para la producción de fertilizantes y en la refinación de petróleo. “Se produce a partir del gas natural, mediante un proceso de reformado de metano con vapor, o a partir de la gasificación del carbón. Se considera un proceso limpio, ya que solo requiere de materia prima, agua y gran cantidad de energía eléctrica”, dice Julieta Rabinovich, analista de energía en la consultora de GME Group.
Se le llama hidrógeno verde cuando este componente se obtiene al separar las moléculas de agua (H2O) en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2) mediante electricidad (electrólisis) generada a partir de fuentes renovables, un proceso que todavía no es rentable económicamente. En la Argentina (y el mundo en general) se genera el hidrógeno gris (a través del reformado de vapor de gas natural) y el azul, que es el mismo proceso que el gris, pero se captura el dióxido de carbono (CO2) en lugar de ser emitido a la atmósfera.
“El uso de los combustibles ha ido evolucionando cada vez con más hidrógeno y menos carbono. En la medida en que se pueda producir hidrógeno en forma económica irá reemplazando al gas natural, al petróleo y al carbón, porque produce más energía por kilogramo que cualquiera de los otros. Por lo tanto, la eficiencia es mayor y la contaminación es mucho menor, porque cuando se usa libera agua, que es bastante afín al ser humano, distinto al dióxido de carbono que nos mata hoy en día”, explicó Eduardo Hadad, profesor asociado en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Y agregó: “Es racional pensar que en 20 años el combustible principal será el hidrógeno; no quiere decir que los otros no se pueden utilizar, pero serían utilizados en condiciones particulares”.
Ambos analistas coinciden en que la Argentina es un país con muchas posibilidades para generar hidrógeno, ya que se puede emplear la gran cantidad de biomasa que se tira en Berazategui, donde está la cloaca de 12 millones de habitantes de la Capital y Gran Buenos Aires, o las extensiones de tierra disponibles con baja densidad poblacional y gran recurso renovable.
“Hay dos proyectos concretos de los que se habla en el país. Por un lado, la inversión de la empresa australiana para producir grandes cantidades de hidrógenos para transformarlo en amoníaco y exportarlo. Y está el proyecto que lleva adelante la empresa estatal Ieasa (ex Enarsa), junto con el instituto alemán Fraunhofer-Gesellschaft, para producir hidrógeno para la demanda local del polo petroquímico de Bahía Blanca. Todavía no se obtuvo mucha información de ninguno de los proyectos, pero implican grandes inversiones para producir esas cantidades”, explicó Rabinovich.
Hadad, por su parte, señala que en 2014 se creó un plan nacional del hidrógeno, en el cual participaron expertos de la industria privada, gente del litio, automotrices y universidades. Sin embargo, Rabinovich agrega que todavía se trata de una tecnología inmadura y que el mercado del hidrógeno verde recién se está desarrollando.
Proyectos concretados
En la Argentina, la empresa francesa Air Liquide es una de las que genera 395 kilotoneladas (Kton) al año de hidrógeno azul en su planta de Campana, provincia de Buenos Aires, que luego vende a distintos mercados a través de caños que se transportan en tráileres: petroquímica, refinación de petróleo, química, e industria alimentaria, acerías y fundiciones de metalurgia.
A su vez, captura el dióxido de carbono, que enfría para pasarlo a estado líquido y luego se vende al mercado del litio o para hacer las burbujas de las gaseosas, soldaduras o para fabricar hielo seco, que fue muy demandado este año para mantener el transporte de vacunas en frío.
“El hidrógeno verde es una pieza importante para alcanzar el compromiso de la neutralidad de carbono. Actualmente, en el mundo se produce hidrógeno gris, pero el gran desafío es la producción de hidrógeno a través del agua. Su demanda es muy fuerte en transporte y en el uso de los autoelevadores, sobre todo en el mercado de Estados Unidos”, indicó el director de la compañía, Mauricio De La Fare.
“También se utiliza hidrógeno combinado con gas para calefacción o hidrógeno puro. En el futuro, podrán requerir hidrógeno los colectivos de corta y larga distancia, los camiones, trenes, barcos y aviones”, agregó Gonzalo Ramón, Senior Managing Director de Argentina, Colombia, República Dominicana y Uruguay.
Para producir hidrógeno verde en el país, los ejecutivos indican que se necesita energía eléctrica competitiva, de 25 dólares el megavatio-hora (MWh). Las renovables en la Argentina, por caso, cuestan arriba de 50 dólares, mientras que el costo promedio de la electricidad es de entre 60 y 70 dólares el MWh.
“El desafío a desarrollar en la Argentina es lograr energía competitiva para generar hidrógeno verde. Vemos potencial, pero cada país tiene que elegir sobre qué ejes trabajar. Se trata de una industria de capital intensivo”, agregaron.
En la industria automotriz, la japonesa Toyota presentó hace ya cinco años su modelo Mirai a base de hidrógeno, que tiene una autonomía de más de 1000 kilómetros, muy superior a la de los vehículos eléctricos y también de los autos nafteros. Llenar el tanque de hidrógeno tarda entre cuatro y cinco minutos. Sin embargo, todavía se están estudiando ciertas cuestiones como la capacidad de almacenamiento y el espacio del stock de combustible. Este vehículo todavía no llegó a la Argentina, sino que se comercializa en pocos países, como en Japón y Francia.
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