Ventajas y desventajas: ¿podría hoy la Argentina eliminar su moneda?
1. Dejar el peso. Un proceso de dolarización se presenta bajo tres modalidades principales: no oficial (de facto), semioficial y oficial (de jure). Una economía está “no oficialmente” dolarizada cuando una moneda extranjera desempeña la función de la moneda nacional (reserva de valor, medio de cambio y unidad de cuenta) sin que sea de curso legal. La segunda modalidad es conocida como sistema bimonetario o dolarización semioficial, que ocurre cuando la moneda extranjera es de curso legal y puede dominar los depósitos bancarios, pero juega un papel secundario con respecto a la moneda doméstica al pagar salarios, impuestos, obligaciones domésticas del gobierno y transacciones del día a día. Por último, la dolarización de jure (oficial) puede ser definida como una situación en la cual un país abandona su moneda y adopta la de otro país. Hoy son 11 los países adoptaron la dolarización total.
2. Por qué sí. La decisión de adoptar la moneda de un país con baja tasa de inflación compra credibilidad. Eso promueve la estabilización de precios porque induce a una baja variabilidad y a una baja inflación. La tasa de inflación del país dolarizado converge hacia la del país dueño de la moneda. Con la dolarización oficial se eliminan el riesgo de devaluación y los costos asociados a la volatilidad del tipo de cambio nominal. En consecuencia, hay una importante reducción en el costo de capital. Un beneficio potencial de la dolarización oficial puede ser el incremento en el nivel de integración comercial del país dolarizado con el dueño de la moneda. Usar la misma moneda facilita el comercio en bienes y servicios.
3. Por qué no. Suele hablarse de tres desventajas principales a una economía dolarizada. La primera es que elimina la potestad de la política monetaria, es decir, la posibilidad de usar la variación del tipo de cambio como absorción de shocks externos para ganar competitividad. Además, la eliminación de la moneda local conlleva un costo fiscal derivado de la pérdida de ingresos por señoreaje. Finalmente, el uso de una moneda extranjera para la intermediación financiera elimina la capacidad del banco central nacional para financiar sus actividades de prestamista de última instancia con la impresión de moneda, por ejemplo, para el salvataje de alguna institución financiera.
4. Implementación. Dolarizar implica eliminar el peso. Habría que calcular cuántos dólares nos quedarían si reemplazáramos todos los pasivos monetarios del Banco Central (pesos) en relación con las reservas en dólares, o sea, con su activo. Suponiendo que el Banco Central pudiera intercambiar la base monetaria y la suma de sus pasivos en pesos (Leliq, notas y pases) por todas las reservas brutas, esto llevaría a un tipo de cambio oficial cercano a los $200 (una devaluación cercana a 80%). Pero, como las reservas brutas no pueden usarse para este fin, deberíamos evaluar cual sería ese canje de monedas en un contexto donde las reservas netas (sin préstamos ni encajes bancarios de los usuarios) están en mínimos. Esto daría $2300 por dólar. Así, el salario mínimo de $38.940 ya no sería de US$200 (al cambio paralelo), sino de solo US$16.
5. Desdolarizar. El punto de partida para tomar la decisión es fundamental. Dado el nivel de reservas actual de la Argentina, la capacidad de dolarizar es nula, pero mientras siga la indisciplina fiscal, la discusión volverá, pues no se puede vivir sin moneda. Otros países con iguales problemas, como fue el caso de Perú, lograron lo contrario: una desdolarización y el fortalecimiento de su moneda con un nuevo régimen monetario, con un banco central independiente y con mayores requisitos para las entidades bancarias, además de equilibrio fiscal y tasas reales positivas. Incluso, la sostenibilidad de la dolarización se basa en la confianza en que el sistema sea sostenible y creíble. Antes que el atajo, aún nos queda mucho trabajo.
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