Venezuela: la trama secreta de una relación que se forjó de la mano de millones de dólares
En 2006 se armó una operación con la compra de bonos argentinos; Claudio Uberti, a cargo de coordinar los vínculos entre Kirchner y Chávez, confesó cómo fue la operatoria
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Corría 2004 y Néstor Kirchner se acomodaba en el poder. Los problemas energéticos asomaban en aquella Argentina de los contratos rotos y las tarifas congeladas. La necesidad de combustibles importados, además de soluciones, traería consigo gran cantidad de negocios millonarios, especialmente con Venezuela. Gran parte de aquel entramado empieza a desgranarse de la mano de viejos burócratas del régimen chavista que declaran en Estados Unidos. Sin embargo, en la justicia argentina, Claudio Uberti, el encargado de coordinar la relación paralela con Hugo Chávez junto al exministro Julio De Vido, ya relató cómo se gestó aquella amistad entre los dos regímenes que hizo millonarios a muchos funcionarios de los dos países. Todo empezó con “bonos” y “técnicos”.
El origen de la relación bilateral empezó en 2004 con una visita de funcionarios argentinos a tierra chavista donde se firmó un el primer acuerdo entre los dos países. El Palacio de Miraflores fue la escenografía. Poco tiempo después, Alí Rodríguez, poderoso ministro de Energía del gobierno venezolano, viajó a Buenos Aires. En ese momento, De Vido le encargó a Uberti, que manejaba el Órgano de Control de las Concesiones Viales (Occovi), que atienda y acompañe a la delegación.
Ya se conocían. Alguna vez, Uberti contó que en uno de los primeros encuentros, le entregó a Chávez una versión de bolsillo de la constitución bolivariana. En el momento que se la dio le hizo un chiste. Al comandante le dio gracia aquella humorada y le preguntó quién era. Desde entonces, lo llamó por su nombre. Claudio, para los amigos.
En 2005 empezó la relación comercial millonaria. El 9 de agosto, los presidentes se encontraron la Casa Rosada. Uberti contó que escuchó un pedido que le hizo Kirchner al entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna. “Explicale a Chávez cómo es el tema de la ayuda financiera que necesitamos”, dijo el santacruceño. Le pidieron que suscriba 500 millones de dólares en bonos.
En diciembre, siempre de 2005, Uberti volvió a Caracas, esta vez como coordinador de la agenda del secretario de Energía, Cristian Folgar, especialmente en todo lo que tuviera que ver con la petrolera estatal (Pdvsa). Hubo sorpresa en los funcionarios argentinos cuando llegó una invitación para concurrir a la residencia de Chávez. El comandante los recibió en el Palacio de Miraflores. “Fue una reunión de tres horas”, dijo el exfuncionario. En medio de aquella charla, preguntó: “¿Todavía necesitan los 500 millones de dólares?”
Uberti se apartó de la reunión e intentó comunicarse con Kirchner. Lo hizo a través de su secretario, Daniel Muñoz. “Pedazo de pelotudo, decile a ese que los mande inmediatamente”, relató que le contestó el presidente. Fue el inicio de la operación Boden 2012, de la que Venezuela suscribió 1800 millones de dólares. Uberti permaneció tres días más en Caracas y cuando regresó al país, contó, aquella transacción por los primeros 500 millones ya estaba hecha.
Las ganancias para tus jefes
Corría Julio de 2006 y Uberti había viajado a Córdoba para firmar un acuerdo con el entonces gobernador, José Manuel De la Sota. Ni bien llegó a destino recibió un llamado. Era Ana Carelli, entonces secretaria De Vido. Le pidió que regresara de urgencia a Buenos Aires, ya que el ministro de Economía de Venezuela, Nelson Merentes, estaba en la ciudad y había pedido verlo. Uberti recordó que intentó explicar que recién aterrizaba y que tenía compromisos. No hubo caso; se excusó con De la Sota y volvió. Llegó por la tarde a la Ciudad y se comunicó con el venezolano.
“Inmediatamente lo ubiqué al ministro, quien me dijo que ya debía salir hacia el aeropuerto, pues iba de regreso a su país en vuelo comercial”, contó tiempo después Uberti en sede judicial. El titular del Occovi aceptó la invitación del venezolano y lo llevó a Ezeiza: “Durante el viaje al aeropuerto, Merentes me dio una serie de explicaciones técnicas [que no entendí] sobre lo bien que les estaba yendo con los bonos argentinos”. Luego, el chavista sacó una tira de impresión de las viejas calculadoras, le mostró y le dijo: “Acá están las ganancias, preguntale a tus superiores cómo les hacemos llegar su parte”.
La operación era sencilla: llevaban los bonos, los vendían en el mercado a precio libre y luego, gracias a los oficios de los funcionarios, conseguían comprar dólares en el mercado venezolano a precio oficial. La diferencia era importante.
Uberti volvió de Ezeiza con aquel recado y se lo comentó a De Vido. “Hablalo con el malo”, le contestó el ministro en referencia al presidente. Cuando Kirchner se enteró de aquella propuesta, se interesó. “Te vas urgente a Caracas con Alfredo y que Merentes te explique bien la operación”, le dijo. Alfredo era Mc Laughlin, entonces secretario de Finanzas.
Volaron a Venezuela en un avión de seis plazas contratado por el Gobierno. Llegaron de noche y al otro día los atendió el ministro venezolano para explicarles cómo era la bicicleta con los bonos argentinos. Volvieron, pasaron dos días y Kirchner llamó a Uberti. “Decile a tus amigos venezolanos que quiero la mitad de lo recaudado en billetes físicos en Buenos Aires”, le ordenó según reconstruyó en una causa el propio extitular del Occovi.
En julio de 2006, Chávez regresó a Buenos Aires. Uberti, fiel a sus compromisos, fue a recibir la delegación en Ezeiza. Era la madrugada y en medio de aquella noche le pasó al comandante el pedido de su jefe. El venezolano llamó a su ministro de Economía y le comentó.
Ya en el Sheraton, donde se alojaron, Uberti se reunió con Merentes. El hombre de los peajes se llevó un “imposible” de parte del venezolano y eso fue lo que le transmitió a Kirchner. “Pedazo de pelotudo, yo me encargo”, lo regañó el presidente según contó el exfuncionario.
Poco tiempo después, el argentino volvió a Caracas. A pedido del Jefe de Estado debía encontrarse con Rafael Ramírez Carreño, ministro de Energía y Petróleo de Venezuela y presidente de Pdvsa. En el encuentro, el petrolero le dijo que tenía instrucciones para instrumentar la solicitud de Kirchner “del envío de dinero al Sur” a través de Pdvsa. “En esa oportunidad, dijo, serían 25 millones de dólares. El ministro Carreño me indicó que todo se gestionaría a través de él o de Diego Uzcategui, y me dijo que si hablábamos por teléfono de esa gestión, deberíamos referimos a “la refinería”, y eran los “técnicos que venían a Buenos Aires a veré el tema de la refinería”.
La llegada del dinero
Días después de aquella reunión, Ramírez Carreno llamó Uberti y le dijo que llegaba a Buenos Aires un avión de Pdvsa con 11 “técnicos”. El funcionario interpretó que se trataban de 11 millones de dólares.
El hombre de los peajes reconoció en sede judicial que ya sabía cómo hacer con el dinero que recolectaba. Si era era “poco”, el lugar era el despacho de la Casa Rosada; si era “mucho”, al departamento familiar en Recoleta, y si era “muchísimo”, a la Quinta de Olivos.
Esa noche de la llegada del avión, Uberti y José María Olazagasti esperaron en la zona militar del aeropuerto porteño. Tenían la instrucción de coordinar todo con Muñoz. Ya casi de noche, aterrizó la aeronave. Olazagasti se encargó de los trámites y control para que los viajeros pudieran pasar hacia el sector de llegadas de aquella terminal. Uberti recordó que Uzcategui separó tres ó cuatro valijas: “Estas son tuyas”, dice Uberti que le dijo, y le confirmó la cantidad de “técnicos” que le había adelantado Ramírez Carreño.
Uberti no abrió las valijas y se limitó a llamar a Muñoz. “Yo solo cargué en el auto esas tres o cuatro valijas”. Poco tiempo después se encontró con Muñoz en el departamento de Recoleta, en Juncal y Uruguay, y se limitó a acercarlas al ascensor.
Los últimos mandados de un cadete de lujo
En abril de 2007 hubo una cumbre de presidentes en la Isla Margarita. Néstor Kirchner estaba ahí; Uberti, también. Una noche, el presidente llamó a su funcionario a su habitación y le pidió que aprovechara la oportunidad para exigir que carguen en el avión presidencial el resto del dinero por “la operación”. Uberti fue a verlo a Ramírez Carreño. El venezolano le contestó que era imposible, ya que estaban en la isla más dé 15 presidentes con sus delegaciones y con su correspondiente personal de seguridad. El mandadero volvió con la negativa. “Decile a esos que si no me cargan la guita en el avión mañana no voy a la ceremonia de cierre de la cumbre”, recordó Uberti. No hubo caso, no se pudo.
El fracaso le valió el enojo. De viaje de regreso, Muñoz se acercó a Uberti y le dijo que no se duerma y que lo iba a llamar el presidente. A diferencia de varios funcionarios, el gestor quedó en el piso de abajo de aquel Jumbo que le alquilaron a Aerolíneas Argentinas para llegar a Venezuela. “Yo veía como subía y bajaba gente, pero nunca me llamaban a mi”, rememoró Uberti.
Cuando llegó el llamado, el funcionario subió manso. “Me lanzo todo tipo de insultos, fuertes, y me volvió a mandar al piso de abajo”, confesó.
Once meses después renunció y el destino de los“14 técnicos” que nunca llegaron pasó a ser una incógnita. Quizá, desde aquellas lejanas declaraciones de los burócratas detenidos en Estados Unidos, empiecen a llegar algunos datos para ver si la “refinería” quedó totalmente arreglada. O pagada.
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