Unida por el espanto, la casta teje un plan de gobernablidad
La sensación de que las variables económicas finalmente se han desbocado es casi generalizada a partir de esta semana y empieza a reinar la preocupación en todos los sectores de la sociedad
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“El dólar libre no tiene que superar los $900 hasta el viernes de la semana que viene”. Palabras más, palabras menos fue el mensaje que se les transmitió esta semana a muchas de los grandes agentes de liquidación y de compensación (ALyC) de la City porteña. Muchas de ellas recibieron visitas de inspectores de la Comisión Nacional de Valores (CNV), que se hacían notar con sus chalecos distintivos en los edificios del microcentro, aunque en la práctica no hacían más que demandar información que en un mes normal solicitan por mail.
A los inspectores de la CNV se sumaron los de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que allanaron Nimbus Group, sindicada por el Gobierno como “la mayor cueva de la City”, detuvieron a chinos cargados de dólares billete, e intentaron en dos ocasiones entrar en la Bolsa de Comercio, donde no pudieron ingresar por no contar con las órdenes judiciales correspondientes. Todo indica que las operaciones de impacto continuarán en las próximas horas.
El dólar a $1000 hizo que el Gobierno entrara en modo pánico. La decisión de sostener el tipo de cambio oficial congelado hasta las elecciones –en Economía afirman que lo mantendrán así hasta el 15 de noviembre– sirvió poco para anclar las expectativas tanto cambiarias como de precios.
No más basta pispear lo que sucede en el mercado de dólar a futuro, Rofex. Allí los dólares a noviembre se cotizan a $445, lo que representa un salto del 20% versus los valores actuales de la divisa en el mercado oficial, y se operan a $935 en diciembre, un 152,7% más arriba que el tipo de cambio que mantiene artificialmente pisado el Gobierno.
La inflación de septiembre, en tanto, superó las proyecciones privadas, con un 12,7% de aumento generalizado de precios y de 14,3% en alimentos. Un golpazo para las clases medias y bajas muy difícil de enmascarar a tan pocos días de una elección.
La sensación de que las variables económicas finalmente se han desbocado es casi generalizada a partir de esta semana. En el campo no hay quién venda granos ni insumos: la mayoría de las grandes empresas informaron a sus clientes que no tomarán más las tarjetas agropecuarias más conocidas, como Procampo o Agronación, y lo poco que venden se pauta en dólares y a pagar después de la elección presidencial. Lo mismo está sucediendo en los comercios: el abastecimiento está cayendo, los proveedores retacean mercadería y las listas de precios se vuelven cada vez más difíciles de sostener. Con la lupa de las autoridades puesta en las grandes cadenas, la diferencia de precios entre los supermercados y los almacenes ya es del orden del 40%, en promedio, pero llega a ser de hasta un 100% en algunos productos como aceites. Las tarjetas de crédito confirman que los tickets promedio de venta, en tanto, están lejos de acompañar la inflación: la gente gasta más, pero compra menos unidades.
Si hay algo que los argentinos saben a esta altura es adelantarse a las crisis, nadie quiere que lo tomen por sorpresa. Los bancos, sector sensible si los hay, se preparan otra vez para un posible escenario de estrés: hay grandes entidades que tienen hasta el 60% de sus depósitos en moneda extranjera en cash en sus tesoros; ni en 2019, post-PASO, cuando los depósitos en dólares cayeron en un 50%, se precisó usar tanto efectivo. Pero los argentinos ya aprendimos que es mejor pecar de cautelosos que quedar a merced de una realidad que siempre puede superarse.
En los círculos políticos y empresarios, de hecho, hay cada vez más temor por el impacto que podría tener en el cortísimo plazo la escalada en la confrontación política. La campaña sucia y la virulencia de las declaraciones de los principales candidatos sólo amenaza con terminar de hacer explotar una bomba que el oficialismo se encargó de construir en cuatro años, a partir de una pésima gestión macroeconómica. Para algunos, importa menos el resultado de la elección del 22. Las urgencias son más cortas. En las últimas horas, hubo varias conversaciones informales entre representantes de cámaras como CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa), la Sociedad Rural (SRA) y hasta algunos miembros de la Unión Industrial Argentina (UIA), entre otras, con el objetivo de coordinar alguna acción para la semana que viene. “La política no se da cuenta de la situación que se está viviendo. Seguramente haremos algo más amplio; hay que buscar consensos y pedir prudencia. Ya no pasa por la preocupación del día 23; es ahora”, confió un dirigente del sector privado, con la condición de no ser identificado. “El baile es tremendo: no hay precios, no hay entregas, las plantas están frenadas”, continuó.
Los gobernadores, por su parte, empiezan a preocuparse por la gobernabilidad en sus territorios ante la escalada de la crisis económica y la profundización del vacío político. Algunos ya están trabajando en un documento de consenso, pero en este caso para difundir en cuanto esté resuelta la contienda electoral. Hombres del gobernador electo de Córdoba, Martín Llaryora, y del gobernador electo de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, empezaron a comunicarse con cámaras empresarias de alcance nacional, como el Consejo Agroindustrial, para sondear su participación en un eventual documento de consenso. La idea sería incorporar a la CAME y la UIA, entre otras. También habrían sondeado a Rogelio Frigerio, según las encuestas, candidato de Juntos por el Cambio con grandes chances de ser electo gobernador de Entre Ríos, para sumarse ante una eventual victoria. Y hay quienes aseveran que hasta se habrían establecido puentes con alguno de los gobernadores kirchneristas que ya llevan más de un mandato a cuestas. Tal vez el miedo al abismo podría terminar resultando la fórmula más eficaz para cerrar la grieta.
En el Sur, la liga de gobernadores patagónicos –incluye a los recientemente electos Ignacio Torres, Rolando Figueroa, Alberto Weretilnek, Claudio Vidal, y Gustavo Melella– está elaborando su propio manifiesto: la idea es plantear una visión común en temas clave como la industria petrolera, la minería, la pesca, o el turismo.
“Todo el mundo habla del tema de la próxima semana y de la transición, o como quieran llamarla. Es todo muy complejo y estresante”, admitió otro hombre de negocios con buenos nexos con la política. Una cuenta que estarán haciendo todos el domingo 22, apenas se conozca el resultado de la elección, pasará por la cantidad de diputados y senadores que puedan terminar sumando cada uno de los espacios. “El nivel de incertidumbre es terrible. A cualquiera que gane, si no logra algún consenso, le va a ser imposible gobernar”, se lamentó otro dirigente empresario.
En el Gobierno por ahora sólo cuentan las jornadas hábiles que todavía restan hasta el domingo 22 de octubre. Los dos feriados fijados por el Día del Respeto a la Diversidad Cultural resultaron una bendición. Resulta difícil pensar que cualquier anuncio oficial que pueda realizarse –ya sea nuevas medidas restrictivas o un nuevo compromiso de China para destrabar el segundo tramo del préstamo que tiene preacordado con el Banco Central– modifiquen demasiado las expectativas. Para la economía, el feriado arrancó mucho antes. Con la actividad cada vez más paralizada y la inflación corriendo a velocidades sólo registradas en algunos de los periodos más dramáticos de la historia argentina, muchos empresarios, asalariados e independientes temen que si bien la política terminará teniendo asegurado el otro domingo su tan ansiado balotaje, ellos no tendrán resto para pelear una segunda vuelta.
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