Una visita más parecida a la de un presidente
Durante una semana, Estados Unidos vio algo inédito: un jefe del Palacio de Hacienda con poder político propio que cambió la configuración y el funcionamiento del gobierno
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WASHINGTON.- La visita de Sergio Massa a Estados Unidos se pareció más a la de un presidente que a la de un ministro, y dejó a la vista la nueva configuración del Gobierno. Massa llegó en un avión de la flota presidencial –el Tango 04–, pisó la Casa Blanca, el Departamento del Tesoro, vio a inversores, empresarios, analistas, figuras políticas, y hasta a un grupo de jóvenes profesionales argentinos. Cada día que pasaba, su delegación sumaba funcionarios desde Buenos Aires. Cada día, su equipo difundió fotos y videos, un esfuerzo que tuvo el punto cúlmine con la imagen junto a Janet Yellen.
Por primera vez en años, la Argentina mostró en Washington un Ministro de Economía con poder político propio, que por momentos pareció ir más allá de los límites habituales del Palacio de Hacienda.
“Estoy satisfecho por el resultado, entendiendo que es un paso más en nuestras responsabilidades”, dijo Massa, cauteloso, antes de volar de regreso a Buenos Aires, al cerrar su viaje con una conferencia de prensa en la embajada argentina, la más concurrida que se haya visto en mucho tiempo para un ministro argentino en Washington.
A lo largo de la semana, Massa lució su nuevo espacio en el Gobierno y el peso de sus vínculos en Estados Unidos. Lejos de cargar con el agobio del quinto piso del Palacio de Hacienda, se lo vio cómodo, suelto, sonriente, hiperactivo. Siguió día a día el avance del “dólar soja”, y descargó el esfuerzo central de las discusiones técnicas con el Fondo en “los chicos”, como le dice a su equipo económico, mientras se dedicaba a recibir empresarios en la embajada y a sus encuentros con altos funcionarios del gobierno de Joe Biden. Al final, dijo que estaba cansado, pero contento.
Ni Martín Guzmán ni Batakis pisaron oficialmente la Casa Blanca cuando vinieron a Washington. O se reunieron con figuras políticas como Jake Sullivan, Juan González, Ricardo Zúñiga, o Jack Rosen, presidente del American Jewish Congress, o Dan Restrepo, uno de los mentores de González, quien llevaba los vínculos con América latina durante el gobierno de Barack Obama. Con la Casa Blanca habló de economía y de la Argentina, pero también de Ucrania, de la región, de Perú, Chile y Brasil.
Ningún ministro, al menos en los últimos años, trajo tanta gente a Estados Unidos. Su equipo económico se fue ampliando con el paso de los días. El domingo por la noche, antes del cierre, Economía distribuyó una foto donde Massa aparece sentado a la cabecera de una mesa con diez hombres del Palacio de Hacienda y el Banco Central (BCRA), incluido el presidente, Miguel Ángel Pesce, y una sola mujer: su antecesora, Silvina Batakis, convocada con la intención de mostrar continuidad. Una reunión de gabinete. Es cierto que varios de los funcionarios viajaron para trabajar a cara a cara con el Fondo Monetario, pero también hubo una intención nítida de mostrar que Massa tiene un poder que no tuvieron ni Guzmán ni Batakis ni ninguno de los ministros de Mauricio Macri: el control de toda la “botonera” económica.
Ese poder que logró amasar Massa en el peor momento del Frente de Todos y del gobierno de Alberto Fernández despertó un obvio interés en Estados Unidos, donde muchos ven un interlocutor con espalda y cierta autonomía –por ahora– para tomar decisiones. Massa intentó moderar las expectativas. A los ejecutivos que lo escucharon en la poderosa Cámara de Comercio les pidió paciencia. Y no pisó Nueva York: en Wall Street arrasa el escepticismo.
La reconstrucción del Ministerio de Economía coincide con una renovación en el equipo del Fondo abocado a la Argentina. Luis Cubeddu ocupará el lugar de Julie Kozack, quien dejó el Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo para dedicarse a Ucrania (el FMI aún debe confirmarlo oficialmente). Es otro cambio con continuidad, que le da al Gobierno la tranquilidad de saber que el Fondo mantendrá una línea. Massa conoce además a Ilan Goldfajn, el jefe de Cubeddu, desde su época como presidente del banco central brasileño.
La nueva configuración en Buenos Aires y en Washington habilita a prever un trabajo más fluido en el programa económico, con menos fricciones, menos obstáculos. Pero la nueva configuración por si sola dista de augurar el éxito, o un horizonte que ofrezca estabilidad y previsibilidad. Los problemas persisten: el Tesoro insistió, otra vez, en la falta de reformas para ganar credibilidad.
Aun con poder y respaldo, Massa reconoció la fragilidad de la economía, y dijo que no era mago y que había que trabajar para mantener a raya el programa con el Fondo. Nada está garantizado. “Estoy remando en dulce de leche”, se lo escuchó bromear un día en la embajada. Ganó tiempo. En Economía dicen que la prioridad ahora será bajar la inflación, un camino de largo recorrido. Massa tiene un objetivo en mente: intentar llegar a fines de 2023 con una suba mensual del costo de vida que oscile el 2%. Un avance lento, largo, que llevaría al país a la inflación que tenía al inicio de la pandemia, con la economía parada. Y siempre y cuando no haya sobresaltos en el camino. Y la política puede haber dictado un nuevo orden, pero es siempre impredecible.
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