Una visita discreta de Martín Guzmán a Alberto Fernández en el medio de la mayor embestida cristinista
El ministro de Hacienda enfrenta la peor embestida cristinista desde que está en el Gobierno, pero por ahora afirman que sigue en su cargo; el clima que se prepara para un dato clave esta semana
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Como todos los fines de semana, Martín Guzmán, visitó ayer por la mañana al Presidente en la Quinta de Olivos. Pero no fue un domingo cualquiera: fue el de la calma que precede a la tormenta. Por la inflación -en la previa de la publicación del dato del índice de precios al consumidor (IPC) de marzo, el miércoles-, el economista recibió en la semana pasada el mayor embate cristinista desde que es parte del Gobierno. Bueno, todo empeorará.
Como ya lo habían hecho previamente los funcionarios del área de Energía vinculados a Cristina Kirchner -Federico Basualdo y Darío Martínez-, la semana última fue el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, quien apuntó contra Guzmán por los aumentos de precios. Sin embargo, según contaron fuentes oficiales, el ministro de Economía mantiene aún el apoyo del Presidente para seguir a flote en su cargo. “Lo sostienen, pero claramente es la más fuerte de las embestidas”, ratificaron a LA NACION al comentar las declaraciones de Feletti.
En el Ministerio de Economía saben que hay facciones que quieren la cabeza del ministro, algunas por cuestiones ideológicas y otras para sumar espacios de poder. Desde esas usinas del oficialismo, llegaron las versiones de su posible alejamiento el viernes por la noche, mientras Guzmán se reunía con su par de Brasil, Paulo Guedes.
Los objetivos en el cristinismo más duro son dos. Por un lado, despegarse del número endiablado de la inflación, que estará entre 5% y 7% (puede superar los peores registros de Mauricio Macri, pero sin que medie un salto en el tipo de cambio), y por el otro, endilgárselo a Guzmán, un protegido de Alberto Fernández (por ende, un enemigo) en un sillón clave, cuando arrecia una interna oficialista en la que sólo importa el capital político de cara a 2023.
Los misiles teledirigidos hacia el titular del Palacio de Hacienda de Feletti son un acto reflejo similar al de la carta de Cristina Kirchner a fines de 2020, cuando el dólar blue recién se acercaba a $200. Ese mango caliente recayó en un Guzmán que todavía no había caído en desgracia por querer hacerse cargo de la botonera energética.
Guzmán intentó volver a tejer una relación con la vicepresidenta en el marco de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no hubo caso. Las urnas, los votos perdidos en 2021 y los ganados (por el Frente de Izquierda) los pusieron ahora en veredas opuestas en la carrera por la supervivencia político-electoral.
Quienes siguen de cerca a Guzmán lo defienden de los ataques. Mandó 16 proyectos al Congreso y los 16 fueron aprobados. La deuda privada se reestructuró y con el FMI hubo acuerdo. Se logró un puente de tiempo para poder renegociar el pasivo con el Club de París. Ahora, aseguran, se logró bajar la factura de importaciones de gas para el invierno con negociaciones que el ministro comenzó con Bolivia y terminó en San Pablo y Brasilia.
Pese a tener que “recalibrar” políticas o indicadores generales, la primera revisión trimestral del Programa de Facilidades Extendidas (EFF, según las siglas en inglés) con el organismo internacional que preside Kristalina Georgieva sería aprobada. Con ese visto bueno llegarían más dólares para las reservas del Banco Central (fundamentales para sostener la economía). Pese a los deseos vicepresidenciales, en Estados Unidos no ven posible una renegociación.
El plan Guzmán
El propio ministro dejó en claro que el plan oficial existe y está enmarcado en ese programa con el Fondo. “Con el acuerdo con el FMI, tenemos una posibilidad de mayor certeza y seguridad para las condiciones macrofinancieras”, les dijo a empresarios brasileños el viernes por la mañana en la poderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp). Según los especialistas, en materia fiscal, Guzmán ya tiene asegurado el cumplimiento en un 80% de la meta trimestral acordada con el Fondo.
“No teníamos crédito en pesos y ahora lo tenemos, tenemos financiamiento neto positivo en pesos. Esa es una de las principales razones por las que la emisión monetaria del Banco Central (BCRA) al Tesoro está disminuyendo tanto ahora. En 2020 fue 7,3% del PBI y en 2021, 3,7%; en el primer trimestre de 2022 fue de aproximadamente 0,15% del PBI. Eso es muy importante para la estabilidad macroeconómica, la estabilidad cambiaria y para abordar el problema de la inflación”, afirmó.
Para el albertismo esto se llama “heterodoxia racional”; para el kichnerismo es ajuste ortodoxo. Y es ese supuesto ajuste, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, el que preocupa de cara a 2023. “Estamos preparándonos para enfrentar cualquier intento por reducir los giros a la provincia, porque eso implicaría afectar aún más a sectores de la población que hoy ya están sufriendo”, dijo la semana pasada Axel Kicillof. El territorio bonaerense fue aquel sobre el que pudo replegarse el cristinismo en momentos de crisis. Déjà vu.
En medio del avance tormentoso, está la economía. Cerca del ministro aseguran que busca mejorar las expectativas de los actores privados. En eso se trabajó con la CGT y la UIA. Pero saben que es imposible dar un horizonte en medio de una interna política de semejante magnitud. “Nadie puede bajar la inflación sólo”, dicen. Ni Guzmán, ni Miguel Pesce (presidente del BCRA) ni Feletti. Es el trabajo de un gobierno que avanza hacia un horizonte definido. Hoy ese horizonte es neblinoso. De hecho, para este miércoles, el pronóstico económico es uno: se viene el granizo.
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