Una vieja receta de familia que fue un éxito
Mantecol
Golosina
Todo empezó en una vieja cocina en la que los cientos de inmigrantes que llegaban a la argentina intentaban recrear sus sabores como para que el desarraigo se llevara mejor.
Miguel Nomikos Georgalos era uno de estos inmigrantes. Hacía poco tiempo que había llegado desde Grecia y la Argentina se presentaba como una tierra de oportunidades en plena década del cuarenta.
Cuentan algunos que conocen de cerca la historia que fue su mujer la que recordaba la receta de un típico dulce turco a base del halva o halvah, una materia prima que les llegaba desde su tierra. Así empezó la producción de Mantecol -hecho en base a pasta de maní con cacao- en una fábrica ubicada en el barrio de Floresta en la que estaba asociado a sus primos Georgalos. El paladar argentino los adoptó en seguida y los tamaños con los que se comercializaba la masa dulce eran potes de uno y tres kilos.
De la mano del éxito llegan los intentos de extender las góndolas en las que aparecían los ya famosos "mantecoles". Pero con la primera innovación llegó el primer fracaso: los tamaños de 25 gramos y la barra de 100 gramos presentados no logran imponerse en los quioscos.
En los años 60, el intento de imponerse como una golosina de quiosco llevó a los publicistas de la marca a crear "La banda de Mantecol".
La campaña logró posicionar a la marca como una golosina y entonces sí fueron aceptados los formatos más chicos, aunque nunca perdieron relevancia los rectángulos o los cubos de medio o un kilogramo.
Actualmente, la pasta turca hecha por los inmigrantes griegos vende 4500 toneladas por año. La familia Georgalos vendió la empresa a principio de los 2000 a Cadbury, que a su vez, fue comprada por la multinacional Kraft Foods. Y tiene un récord más: nueve de cada 10 consumidores lo probaron. Por algo, es el producto más vendido en Navidad.