Una vez más, en el podio de la inflación mundial
EI Banque Central du Congo (http://www.bcc.cd/) publica una inflación de 6,03% anual. En Etiopía, la inflación entre agosto de 2011 y 2012 fue de 20%, más baja que el 20,2% de julio gracias a tres meses de tasa cero. En Venezuela el índice interanual fue de 18% en agosto. En Bielorrusia, una brusca estabilización llevó a un acumulado de 12,4% entre enero y agosto –el índice anualizado es de 19,1%–, cuando en 2011 había tenido un 109 por ciento. Para Venezuela, el FMI estimaba 33% este año; Etiopía tuvo 38% en 2011, y el ex Congo belga había tenido en 2010 la inflación más alta del mundo.
En la lucha con los titanes de la inflación mundial, pues estamos ganando. La página www.inflacionverdadera.com muestra una inflación interanual de 26,5 por ciento. Son datos creíbles: durante todo el período de intervención del Indec, el sitio (a salvo de Moreno, porque tiene sede en el exterior y toma datos de precios de la Web) coincidió con las mediciones provinciales, que a su vez eran muy similares al Índice de Precios al Consumidor (IPC) del Indec antes de su intervención. Pero cada vez menos provincias miden con honestidad la inflación. Falacia de autoridad adicional para creerle a www.inflacionverdadera.com: Krugman y The Economist la usan.
¿Somos el país con mayor inflación del mundo? Consuelo de tontos: la división del Sudán ha llevado a la incertidumbre sobre la propiedad de los pozos petroleros, y sudaneses del Norte y Sur padecen como efecto la inestabilidad cambiaria y una inflación del orden del 40 por ciento. Como en otras disciplinas, este año debemos conformarnos con estar en el podio de la inflación mundial.
La obsesión de los economistas con la inflación puede provocar cierto cansancio en el ciudadano. ¿No tenemos hace ya un lustro inflación de veintipico y seguimos vivos? ¿No está equivocada incluso la Presidenta cuando señala que con inflación de 25% o 26% (la que tenemos) estallaríamos por los aires? ¿No vivió la Argentina en el pasado con esta inflación de mediana intensidad sin estallar (por ejemplo: entre 1945 y 1967, 13 años tuvieron una inflación entre 17% y 39 por ciento)?
El problema es que nuestra inflación no es neutral: no todo sube al mismo ritmo. El atraso cambiario y de las tarifas públicas provocados por nuestra inflación despareja están detrás de la mayoría de nuestros problemas económicos: controles de cambios y de importaciones para bloquear las consecuencias financieras y comerciales del encarecimiento en dólares; poca inversión en sectores exportables y de energía; problemas fiscales porque la inflación impacta de lleno sobre el gasto salarial y los subsidios, pero no de igual modo sobre los ingresos, ya que las retenciones no están indexadas. Cada año de inflación de veintipico no es igual al anterior, porque cada uno de los problemas se va agravando y eso va impactando en la tasa de crecimiento económico.
En este contexto, el viceministro de Economía afirma en el Congreso que no es peligroso emitir mucho dinero, porque Europa y Estados Unidos lo hacen y allí no hay inflación. Podemos coincidir en que la inflación en la Argentina tiene un componente fuerte de inercia que no depende de la emisión. Pero también leímos los manuales ortodoxos que Kicillof decidió saltearse: en el mundo desarrollado pudo crecer la base monetaria sin inflación, precisamente porque la demanda del público por cash creció monstruosamente de la mano de los pánicos financieros, y la emisión es inflacionaria sólo cuando se emite más dinero que el que la gente desea.
¿Hay margen para empapelarnos de Evitas a casi el 40% (38,5% al 14 de septiembre) sin que se acelere la inflación? Una parte alimenta un crecimiento económico de 2 o 3 puntos, pero el restante 35% es, en principio, inflacionario. El último año la transmisión a precios no fue total porque los controles cambiarios taponaron parcialmente la vía de escape más habitual de la emisión excedente. Pero fue un salto "de una vez" de la demanda de dinero: la pereza de ir al blue nos induce a dejar una proporción mayor de la riqueza en pesos, pero no necesariamente una proporción creciente.
En el régimen de controles, los excesos de emisión que buscan el dólar no vuelven al Banco Central, que no interviene; circulan hasta que los aumentos de precios inducen al público a demandarlos. Los mecanismos son varios: la suba del blue sube el precio en pesos de los activos, y por lo tanto, de las rentas de la tierra y los bienes de capital usados, influyendo sobre los costos; los tenedores de dólares ven abaratarse –en términos de dólar informal– bienes domésticos y los consumen más; los bienes durables son un refugio posible de valor. La combinación de subas de costos y de demandas es inflacionaria y fogonea, por lo tanto, la inflación salarial.
La inflación es un problema grave que se está agravando. El escenario eventual de apertura de cepos es más temible a medida que se acumulan desequilibrios. Podemos no estallar por los aires controlando aquí, emparchando allá, posponiendo en todos lados. Pero incluso los costos de esta inflación reprimida a martillazos son cada vez mayores. Negarlos cada dos días es una forma –ni muy sutil ni muy productiva– de ir admitiéndolos.
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