Una startup contra el terrorismo: cómo Google busca combatir el fundamentalismo islámico
Con Jigsaw (la ex Google Ideas), el grupo Alphabet desarrolló nuevas herramientas para enfrentar ls acciones de ISIS, las noticias falsas y el ataque de los trolls
Jared Cohen, CEO de Jigsaw, observaba el valle rocoso desde el asiento trasero de una 4x4 gris mientras iba por el camino sinuoso rumbo al paso de Khyber, la ruta de montaña que conecta Afganistán y Paquistán que se había convertido en un centro de extremismo islámico. El paisaje árido era hermoso, pero Cohen, que es judío y fue criado en un suburbio rico de Connecticut, sabía que la excursión era riesgosa.
Era su cuarta visita a Paquistán. Distintos colegas le habían dicho a Cohen que estaba loco por ir -su seguro contra secuestros no lo protegería de las frecuentes bombas al costado del camino-, pero aun así decidió tomar un vuelo de 12 horas a Dubai, donde hizo la conexión a Lahore para después subirse en un auto hasta Islamabad y luego a Peshawar, en el norte de Paquistán. Por indicación del ex ministro de Relaciones Exteriores de Paquistán Hina Rabbani Khar, el anfitrión de Cohen, iban en un auto, con hombres de seguridad siguiéndolos a corta distancia para evitar llamar la atención.
Alrededor del mediodía llegaron a una aldea, donde Cohen, de 35 años, vistió una túnica y un turbante y pudo reunirse con líderes tribales, clérigos, contrabandistas y sobrevivientes de ataques con drones, es decir, cualquier persona que pudiera permitirle entender mejor los desafíos que estaban afectando la región.
Habiendo sido premiado como Rhodes Scholar (beca que se otorga anualmente a 32 estudiantes de posgrado en los Estados Unidos) y especialista en política del Departamento de Estado de su país, Cohen habla swahili y ha viajado a 103 países, a menudo en medio de conmociones. Una vez, según Cohen, entró clandestinamente en el Congo oculto en un camión bajo una pila de bananas. Dice que lo echaron dos veces de Siria y menciona que no puede volver a El Cairo luego de que surgieron teorías conspirativas que sugerían que había intervenido en la revolución egipcia de 2011.
Cohen, que se describe a sí mismo como "investigador antropológico", estaba en Paquistán trabajando para Jigsaw, la subsidiaria de Alphabet que se define como incubadora que crea "herramientas para hacer más seguro el mundo".
Evolucionó a partir de Google Ideas, un centro de estudios interno del que Cohen fue cofundador en 2010 con Eric Schmidt, ex CEO de Google y actual presidente ejecutivo de Alphabet, para enfocarse en desafíos geopolíticos combinados con tecnología. Facebook y Twitter ayudaron a diseminar la libre expresión durante la llamada "primavera árabe", y sin embargo también se están usando las redes sociales para diseminar mensajes de odio, con ataques terroristas coordinados en WhatsApp y decapitaciones difundidas por YouTube.
Si hay algo central en la filosofía de Cohen es que no se pueden resolver estos problemas desde una MacBook. Google se enorgullece del uso de los datos y la inteligencia artificial -al igual que Jigsaw-, pero la compañía de Cohen también utiliza las anécdotas y la inteligencia humana para conformar sus productos. Cohen y su equipo se han aventurado a Irak a entrevistar desertores de ISIS para conocer las tácticas de mensajería online del grupo y a Macedonia para contactarse con trolls que trafican con la desinformación en las redes sociales.
Con los recursos de ingeniería de Alphabet, Jigsaw traduce sus investigaciones a herramientas de Internet que combaten las expresiones de odio, detectan noticias falsas y defienden contra ciberataques. La visita de ocho días de Cohen a Paquistán en diciembre le dio una visión de primera mano de los métodos que están usando ahora los extremistas para reclutar nuevos miembros online, lo que Jigsaw apunta a impedir usando publicidad dirigida para contrarrestar propaganda terrorista.
El viaje también le dio una red valiosa de nuevos contactos, que se sintieron impresionados porque un ejecutivo de negocios estadounidense se aventurara tan lejos pese a los riesgos de seguridad. "Hay que estar dispuesto a aparecer", asegura Cohen desde su departamento de Manhattan. "Para ellos, ya no soy una persona al azar del sector tecnológico, soy el tipo que comió paleta de oveja con ellos sentado sobre su manta, a cinco minutos de la frontera entre Afganistán y Paquistán".
Aunque la misión de Cohen suene a filantrópica, Jigsaw opera como un negocio, al igual que todos los demás emprendimientos exóticos de Alphabet. Pero Cohen dice que no hay presión para que la empresa genere ganancias. Por ahora, su valor para el grupo son los beneficios auxiliares de proteger la miríada de otros negocios de Google -Android, Gmail, YouTube- de las peores amenazas digitales del mundo.
Función polémica
Algunos consideran los esfuerzos de Jigsaw por lograr cambios geopolíticos como una fantasía libertaria, una versión privatizada del Departamento de Estado con poderes sin precedente. El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, llegó a sugerir que Cohen es el "director de cambio de régimen" de Google, que construye poder en "soirees interminables para la fertilización cruzada de influencias entre las elites y sus vasallos, bajo la rúbrica piadosa de «sociedad civil»".
Google tiene una larga historia de relacionamiento con el Estado -la Fundación Nacional de las Ciencias ayudó a Brin y su cofundador Larry Page en sus primeras investigaciones acerca de organizar la información del mundo mientras eran estudiantes en Stanford- y la compañía ha actuado como contratista para entes del gobierno desde que floreció como una corporación multinacional.
Pero ha habido una evolución en la relación entre Silicon Valley y Washington. "Hubo un período complicado en el que el Estado estaba tomando conciencia de la importancia del Valley, pero aún tenía la actitud mandona de decir cosas como: «¡Tienen que hacer esto! Y ¡eliminen ese contenido terrorista!»", dice Zvika Krieger, del Foro Económico Mundial, que creó la primera oficina del Departamento de Estado en Silicon Valley. "Luego la actitud del Estado se volvió: «No compañías tecnológicas no hagan eso. No trabajamos para ustedes». Por lo que pronto evolucionó de una relación de chocar cabezas, de adversarios, al reconocimiento de que el gobierno no tiene el monopolio del impacto".
Edward Snowden también señaló un punto de viraje importante en esta dinámica de poder. La difusión por Snowden de informes de amplias actividades de espionaje de los Estados Unidos reveló en qué medida firmas como Google habían sido vulnerables al hacking de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
La relación de la compañía con la Casa Blanca ha empeorado con el presidente Trump: Jigsaw no tiene demasiadas conexiones dentro del Departamento de Estado rebajado de Rex Tillerson, que ha restringido sus operaciones en Silicon Valley, según dos fuentes conocedoras del tema. Aunque Cohen dice que Jigsaw sigue dispuesta a trabajar con la Casa Blanca en áreas donde sus valores se alinean, subraya que Jigsaw "no hace lo que piden los gobiernos. No hacemos estas cosas porque nos lo dijo alguien en traje oscuro y con anteojos oscuros".
Desconfianza
Estas revelaciones, asegura Scott Carpenter, director ejecutivo de Jigsaw, crearon "desconfianza" entre la comunidad tecnológica y Washington, agregando que Alphabet no quiere ser vista como una AT&T o MCI, los gigantes de las telecomunicaciones que tenían una relación de larga data con la NSA y resultaron claves para las iniciativas de espionaje telefónico ilegal de la administración Bush. "Después de lo de Snowden -dice Carpenter-, Alphabet no se ve siempre como una compañía estadounidense, sino como una compañía global".
La preocupación común respecto de Alphabet es que se ha vuelto demasiado poderosa y que Jigsaw, por extensión, representa una forma digital potencialmente nueva de imperialismo. Sin embargo, la principal crítica contra Jigsaw es que sus logros son escasos y todavía no ha demostrado la eficacia de sus productos. Es difícil conciliar el hecho de que Jigsaw supuestamente está enfrentando los peores problemas del mundo, pero sólo tiene cerca de 60 empleados.
Si Alphabet realmente cree en la misión de Cohen, ¿no debería estar invirtiendo más recursos en Jigsaw que en sus esfuerzos en realidad virtual o streaming de TV? A menos que lo haga, Jigsaw podría terminar siendo una firma de turismo digital, con Cohen como el jefe de los guías.
Cohen está acostumbrado a estas críticas. Ha enfrentado el cinismo a lo largo de su carrera respecto de que su trabajo fusionando la diplomacia y la tecnología es superficial. "Jared siempre ha tenido la habilidad de estar en el lugar indicado en el momento preciso, montando un zeitgeist al siguiente", dice uno de sus críticos más duros. Pero los problemas que Jigsaw enfrenta son reales y también lo serán las consecuencias si no lo hace. "En los años por delante habrá mucha más presión sobre Silicon Valley para que resuelva estos problemas", dice la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice. "Espero que estén dispuestos a solucionarlos, porque lo que puede suceder es que el gobierno comience a regular cosas que no entiende".
Es cierto que a veces Cohen parece un personaje de una novela del escritor Salman Rushdie, apareciendo en momentos decisivos en la historia de un país: en Túnez justo después de la revolución; en Libia luego de la muerte de Muammar el-Khaddafi; en Tanzania, justo antes del bombardeo de las embajadas. Pero su rostro se ilumina genuinamente cuando habla de la gente que conoció en sus viajes, de lo que ha aprendido y de la influencia positiva que espera haber tenido sobre ella, desde las mujeres que entrevistó que escaparon de las garras de los talibanes hasta los activistas en peligro en Siria que se han convertido en sus amigos. "En el sentido más crudo siento que vine al mundo para hacer estas cosas", dice. "Es como entiendo los problemas del mundo".
En un viaje reciente a Papúa Nueva Guinea, Cohen visitó Chimbu, una provincia remota y montañosa en la que los miembros de tribus indígenas se pintan de pies a cabeza como esqueletos con pintura para la guerra.
Esta macabra imagen originalmente buscaba provocar temor en las tribus rivales -ahora lo hacen más como show turístico- y Cohen no pudo resistirse a pedir sumarse a su danza ritual de esqueletos. Luego de que se desnudó, los nativos usaron sus dedos para cubrir su cuerpo y rostro con carbón, rodeando sus ojos con círculos negros, y utilizaron tintura blanca hecha de arcilla para dibujarle huesos y dientes. Cohen, por supuesto, se vio ridículo, pero no importó. Le permitió ver las cosas con sus ojos. El guía de Cohen le dijo que probablemente fuera el primer estadounidense en participar de su tradición, cosa que aparentemente a los locales les gustó. Incluso después de terminada la ceremonia Cohen se dejó la máscara. Mientras iba camino al pueblo más cercano, niños y niñas corrían junto a su auto, señalándolo y riendo histéricamente del extranjero. Cohen simplemente sonreía y seguía adelante.
Traducción Gabriel Zadunaisky
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