¿Una nueva era progresista en los Estados Unidos?
NUEVA YORK. – En 1981 el presidente estadounidense Ronald Reagan llegó al cargo con una declaración famosa: «El gobierno no es la solución a nuestro problema. El gobierno es el problema». Parece que 32 años y cuatro presidentes más tarde, el reciente discurso inaugural de Barack Obama, con su grandilocuente apoyo a una mayor intervención estatal en los desafíos estadounidenses –y mundiales– más urgentes puede bajar el telón de esa era.
La afirmación de Reagan en 1981 fue extraordinaria. Fue una señal de que el nuevo presidente estadounidense estaba menos interesado en usar al gobierno para solucionar los problemas de la sociedad que en recortar los impuestos, principalmente en beneficio de los ricos. Más importante aún, su presidencia inició una «revolución» de la derecha política –contra los pobres, el medio ambiente y la ciencia y la tecnología– que duró tres décadas y cuyos principios fueron mantenidos, más o menos, por todos quienes lo siguieron: George H. W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush y, en algunos aspectos, por Obama en su primera presidencia.
La «revolución de Reagan» tuvo cuatro componentes principales: recortes impositivos para los ricos; recortes del gasto en educación, infraestructura, energía, cambio climático y capacitación laboral; un masivo crecimiento del presupuesto para la defensa; y desregulación económica, incluida la privatización de funciones gubernamentales básicas, como la gestión de bases militares y prisiones. Designada como una revolución «de libre mercado», porque prometió reducir el rol del gobierno, en la práctica fue el principio de un asalto a la clase media y a los pobres por los intereses especiales de los ricos. Estos intereses especiales incluyeron a Wall Street, las grandes petroleras, las grandes aseguradoras de salud y los fabricantes de armas. Exigieron recortes impositivos y los obtuvieron; exigieron una reducción de la protección ambiental, y la obtuvieron; exigieron y recibieron el derecho de atacar a los sindicatos, y exigieron lucrativos contratos gubernamentales, incluso para operaciones paramilitares, y también los obtuvieron.
Durante más de tres décadas nadie verdaderamente desafió las consecuencias de entregar el poder político al mayor postor. Mientras tanto, Estados Unidos pasó de una sociedad de clase media a una cada vez más dividida entre ricos y pobres. Los directores ejecutivos que alguna vez recibieron aproximadamente 30 veces lo que sus trabajadores promedio, ahora ganan alrededor de 230 veces esa cantidad. Estados Unidos, alguna vez líder mundial en la lucha contra la degradación ambiental, fue la última gran economía en reconocer la realidad del cambio climático. La desregulación financiera enriqueció a Wall Street, pero terminó generando una crisis económica global mediante el fraude, la excesiva toma de riesgos, la incompetencia y el uso de información privilegiada.
Tal vez y solo tal vez, el reciente discurso de Obama no solo marca el final de esta agenda destructiva, sino el comienzo de una nueva era. De hecho, Obama dedicó casi toda su disertación al rol positivo del gobierno para proporcionar educación, luchar contra el cambio climático reconstruir la infraestructura, cuidar a los pobres y los discapacitados y, en términos generales, invertir en el futuro. Fue el primer discurso inaugural de su tipo desde que Reagan alejó a Estados Unidos del gobierno en 1981.
Si el discurso de Obama resulta el inicio de una nueva era de políticas progresistas en Estados Unidos, encajaría en un patrón explorado por uno de los grandes historiadores estadounidenses, Arthur Schlesinger Jr., quien documentó intervalos de aproximadamente 30 años entre períodos de lo que llamó «interés privado» y «propósitos públicos».
A fines del siglo XIX, Estados Unidos tuvo su edad dorada, con la creación de grandes nuevas industrias por los «magnates ladrones» de la época, acompañada por una impresionante desigualdad y corrupción. La subsiguiente era progresista fue seguida por un retorno temporal a la plutocracia en la década de 1920. Luego llegó la Gran Depresión, el New Deal de Roosevelt, y otros 30 años de políticas progresistas, entre 1930 y 1960. La década de 1970 fue un período de transición a la era de Reagan: 30 años de políticas conservadoras dirigidas por poderosos intereses corporativos. Es hora de un renacimiento de los propósitos públicos y del liderazgo gubernamental en el país para combatir el cambio climático, ayudar a los pobres, promover tecnologías sostenibles, y modernizar la infraestructura estadounidense. Es tiempo de comenzar de nuevo, y la defensa de Obama de una visión progresista va en la dirección correcta.