Una música fúnebre suena en Chipre
Europa puede escoger el acompañamiento musical para su última crisis. En Berlín acaba de estrenarse "Todo se derrumba", con el rapero estadounidense 50 Cent (50 Centavos), por lo que la banda de sonido podría ser apropiada. O el continente puede recurrir a Giuseppe Verdi, nacido hace 200 años, cuyo mayor logro operístico, el penúltimo, se inicia en la costa de Chipre con una tormenta de fantástica violencia y las palabras iniciales de su héroe, Otelo: Esultate, regocijaos, se ganó la guerra. Pero el logro de Otelo luego es destruido por sus celos.
Hoy Chipre parece haber sido rescatada. Pero el rescate ha alimentado divisiones crecientes que socavan el futuro de la integración europea, en parte debido a la manera en que la conmoción de comienzos del siglo XX -especialmente la Gran Depresión- se ha reflejado en los debates acerca del hundimiento financiero post 2008 y la crisis del euro que le siguió.
La baja de la actividad económica de entre guerras se volvió inmanejable porque también era una crisis de estabilidad social, de la democracia y del orden político internacional. Las quiebras y el desempleo generalizado incrementaron las tensiones sociales, haciendo imposible la política democrática normal. En Alemania, epicentro del colapso de la democracia, los sectores radicalizados de derecha e izquierda denunciaban el acuerdo de paz de posguerra y el Tratado de Versalles.
En los últimos años de la cada vez más inestable República de Weimar, mientras la democracia se deshilachaba, los gobiernos alemanes comenzaron a utilizar el radicalismo de sus opositores en un esfuerzo por obtener concesiones en materia de seguridad de las potencias occidentales. La presión política interna se convirtió en una fuente de tensión internacional acrecida.Eso vale para la Europa de hoy también. La democracia se ha vuelto un blanco central de quejas de la elite europea. El primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, ex presidente del grupo del euro, ha lamentado que los líderes europeos sepan cuáles son las políticas indicadas, pero no cómo hacerse reelegir si las implementan. Del mismo modo, luego de su reciente derrota aplastante, el primer ministro italiano Mario Monti explicó que los votantes italianos están demasiado impacientes como para soportar reformas cuyos beneficios se verán mucho después de que concluya el ciclo electoral.
Los eventos en Chipre han sacado a luz otras dos dimensiones de los choques por la doble crisis de deuda soberana y bancaria de Europa. Primero, la discusión de un recorte a los depósitos bancarios y si deben ser eximidos los pequeños clientes, ubicó el conflicto de clases en el centro. Segundo, la cuestión de los depositantes extranjeros, especialmente los rusos -junto con la proximidad con Siria- ha convertido el rescate del sector bancario chipriota en un problema de relaciones internacionales.
La propuesta inicial de imponer un impuesto de una vez, a cuentas que tengan menos de 100.000 euros provino no de Europa o de Alemania, sino del gobierno chipriota, que debió saber que iba a generar indignación y que el Parlamento nunca votaría por ello. Quizás el gobierno creyó que las protestas masivas -con carteles denunciando a la Unión Europea como un taparrabos para la dominación de Europa por Alemania- lo fortalecerían. Al fin de cuentas, incluso los chipriotas moderados estaban indignados por la prepotencia con que Alemania y Europa tratan a su pequeña isla.
Los alemanes, menos ricos
El otro bando en las negociaciones también jugó a la política de clases. En uno de los momentos más tensos, cuando Chipre buscaba un paquete de rescate alternativo de Rusia, el Bundesbank alemán anunció los resultados de un nuevo estudio del Banco Central Europeo que indica que la riqueza promedio de los alemanes es menor a la de los ciudadanos de los Estados del sur de Europa, en gran medida porque hay menos alemanes propietarios de sus propias casas. El mensaje parecía buscar influir en las negociaciones: ¿por qué deben los alemanes, que son más pobres, sacrificarse para sostener a millonarios mediterráneos?
Luego de la crisis financiera, el ingreso y su distribución se han colocado en el centro del debate político. Hasta la Iglesia Católica parece reflejar el nuevo estado de ánimo. La elección de Jorge Mario Bergoglio como el papa Francisco es una clara referencia a San Francisco de Asís y a la misión de la Iglesia de defender a los pobres.
En el frente de las relaciones internacionales, luego de 2010, al abandonar los depósitos de Europa los bancos chipriotas, se incrementaron los depósitos de negocios e individuos rusos, y Rusia tiene muchos motivos para usar el dinero como un recurso para comprar control político. Chipre es un sitio crucial para operaciones de seguridad estadounidenses en el Mediterráneo oriental, y los yacimientos gasíferos frente a la costa chipriota podrían convertirse en una fuente de energía que -después de 2017- reduciría la dependencia europea de la oferta rusa.
En una fase anterior de la crisis, Rusia dio a Chipre un crédito de 3000 millones de dólares. Ahora, sin embargo un nuevo crédito solo serviría para hacer insostenible la carga de deuda pública; lo que se necesita es la compra de todos o de algunos de los bancos chipriotas problemáticos. Luego de una crisis que se ha visto intensificada por la retórica del conflicto de clase, Rusia podría aumentar su control de modo más significativo y a un precio más bajo.
La creciente polarización social, su uso en negociaciones financieras y la intromisión de un nuevo elemento de seguridad aportan más evidencias de lo que la mayoría de los economistas y comentaristas de Europa han argumentado desde hace tiempo: es imposible sostener una unión monetaria sin una unión política. Un Estado, especialmente en la forma moderna del Estado de bienestar europeo, depende de mecanismos efectivos para arbitrar y resolver disputas sociales, mecanismos que, como ha demostrado la conmoción en torno de Chipre, la UE no tiene. Si eso sigue así, la integración europea podría estar condenada para cuando deje de sonar la música.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
© Project Sindicate 2013
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