Una lista de economistas menos conocidos y explorados y, a la vez, muy interesantes
Con posiciones claras y duras sobre las relaciones entre los países y entre las personas, varios profesionales que no están en el radar dejaron frases para la polémica en cuestiones sensibles
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¿Qué tienen en común Smith, Marx, Keynes y Friedman? Que son todos economistas famosos. Podríamos extender la lista a nombres modernos como Paul Krugman, Richard Thaler o Joseph Stiglitz, todos ganadores del premio Nobel y citados en ediciones anteriores de esta columna. A continuación, una selección de algunos economistas menos conocidos y explorados, pero igual de interesantes.
William Easterly, profesor de la New York University, se ha declarado como un escéptico de la ayuda internacional a los países pobres. En sus libros recorre los abrumadores fracasos de los planes de asistencia a economías atrasadas aplicados acríticamente tras la segunda guerra.
En lugar de incentivar estrategias desarrolladas por las propias naciones, aduce Easterly, estas estrategias dejan el problema del desarrollo en manos de un conjunto de expertos “tiranos” que terminan aplicando soluciones técnicas parciales y arbitrarias con magros resultados sistémicos.
Su libro más polémico es The White Man’s Burden (La Carga del Hombre Blanco), título prestado del poema de Rudyard Kipling de 1899, que trata sobre la actitud paternalista de los países occidentales hacia las colonias y las naciones en desarrollo. Allí, Easterly critica duramente a íconos del rock, como Bob Geldof y Bono (“bandas de hombres blancos”), y se indigna con las iniciativas del tipo Live Aid o USA for Africa, que se basan en el prejuicio occidental de que los africanos simplemente no pueden ayudarse a sí mismos.
Solo en los últimos años se empezó a reconocer a las mujeres economistas como dignas de recibir premios, como ocurrió con Esther Duflo o Elinor Ostrom. Y tal vez a algún lector le suene el nombre de Joan Robinson.
Pero probablemente desconozcan a Ester Boserup, economista danesa graduada en economía teórica en… 1935. Ella trabajó junto a un Nobel, Gunnar Myrdal, estudiando las características del desarrollo de las economías pobres, en especial de la India.
Boserup no tardó en comprender que las teorías occidentales de la época (el marginalismo y la teoría del equilibrio general) eran inservibles para entender los fenómenos del subdesarrollo. En cambio, el enfoque correcto para capturar estos procesos requería combinar teorías sobre economía, demografía, tecnología y los roles de género. Fue una pionera feminista y de la interdisciplina y, además, una de las primeras en advertir sobre las consecuencias ambientales negativas de ciertas políticas.
A Albert Hirschman podemos definirlo como un economista “diagonal”. Mientras algunos teóricos profundizan en preciosismos analíticos, Albert toma la autopista del pensamiento original sin paradas innecesarias. Él también trabajó mucho en temas de desarrollo, y uno de sus consejos al respecto era que había que evitar el abordaje de una estrategia totalizadora para crecer. En cambio, hay que elegir algún sector en particular y aprender de los seguros errores que se van a cometer, reconociendo que, como canta Serrat, “se hace camino al andar”.
Otro de sus aportes principales fue su teoría acerca de los grados de descontento de la sociedad ante determinadas políticas. La más conocida es la simple “queja” (voice), pero en circunstancias extremas la respuesta de los afectados puede ser el “abandono” (exit). Para imaginar una aplicación moderna, pensemos en la crisis de 2001, recientemente revivida en una serie, con reacciones del primer estilo (marchas callejeras) y del segundo (la única salida es Ezeiza).
Hirschman fue un héroe con todas las letras. En la serie de Netflix Transatlántico se puede ver su historia. Encarnado por el actor Lucas Englander, Albert aparece como un muchacho divertido y seductor, pero al mismo tiempo valiente y decidido. En 1940, en la Marsella bajo la dominación de Hitler, colaboró junto a Varian Fry y Eleanor Roosevelt para recaudar fondos, elaborar documentos falsos y encontrar una vía de escape seguro para muchos perseguidos a través de España y Portugal. Entre los amenazados había varios artistas y personalidades de la cultura como Hannah Arendt, Max Ernst, Marcel Duchamp, Wilhelm Herzog y Marc Chagall.
Gracias a un candidato a presidente, en los últimos meses se ha escuchado mencionar a Friedrich Hayek, o quizás a Murray Rothbard. Pero hay un economista libertario menos conocido, llamado Thomas Sowell, que irritó a más de uno con sus posiciones extremas en favor del más puro libre mercado. Originalmente un marxista, Sowell abandonó pronto estas ideas y estudió en la Universidad de Chicago, bajo la tutela de economistas liberales de talla como George Stigler y Milton Friedman.
Entre los variados temas que toca Sowell, quizás el más polémico sea el racial. Fue uno de los primeros en denunciar, hace más de 50 años, los movimientos políticos de moda como el actual Black Lives Matter, porque estas iniciativas únicamente apelaban a crear culpa en los blancos, y buscaban un tratamiento diferencial, más que equitativo, para los afroamericanos. Un argumento que no sorprende, salvo por el hecho de que Sowell es él mismo un afroamericano.
Sowell, que todavía vive a sus 92 años, se indigna cuando los medios de comunicación utilizan mal las estadísticas. Por ejemplo, cuando se afirma que la riqueza promedio de los hogares negros es de 140.000 dólares, mientras que la de los hogares blancos es de 900.000. El problema es que casi toda la divergencia se encuentra en el 10% más rico de ambos (justo la élite woke). En el 50% de menores ingresos, la brecha es apenas del 3%.
Completamos el recorrido con una breve pero merecida cita a Axel Leijonhufvud, un economista sueco de dos metros de altura, y con un apellido impronunciable pero de alcurnia, ya que pertenece a una familia de la realeza de su país. Pese a haber sido el economista más lúcido en interpretar y extender el legado de Keynes, sus aportes nunca fueron suficientemente reconocidos, no solo a nivel mundial (jamás fue siquiera considerado para un Nobel), sino tampoco en su propio país. Peor aún, la Universidad de Lund, la casa de estudios donde se formó, no parece tener ninguna referencia del paso por sus aulas.
En cambio, este economista sí fue un ícono y fue recibido con los brazos abiertos en la Argentina, donde en octubre pasado se hizo un homenaje por su fallecimiento, con la presencia de prestigiosos economistas locales , como Daniel Heymann, Roberto Frenkel y José Fanelli. Quizá porque su tema fue la macroeconomía de los desequilibrios y las crisis, el nuestro era el país más pertinente para aplicar sus ideas. Lo cierto es que sus enseñanzas forman parte de varios cursos de macroeconomía de por aquí, aunque es raro encontrar sus ideas en los manuales elaborados en el norte del planeta.
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