Una lección para estimular auditorías honestas
Los resultados de un estudio sobre polución en India podrían aplicarse a las compañías
El negocio de las auditorías se basa en lo que Joshua Ronen, un profesor de contabilidad de la Universidad de Nueva York, en su día calificó como "una dolencia estructural".
Los auditores reciben su pago de las empresas a las que auditan, de la misma forma en la que las agencias calificadoras de riesgo son pagadas por las compañías que califican. Eso les da a los auditores un incentivo económico para mentir en beneficio de sus clientes, incluso si eso pone en peligro su reputación. Como dice el refrán: Quien manda, paga.
Estos conflictos de interés figuraron en los escándalos de contabilidad corporativa de principios del siglo XXI y la debacle de las hipotecas de alto riesgo a fines de los 2000. Pese a los intentos por reducir los conflictos, no hay una solución sencilla.
Ahora, un grupo de economistas, de la nueva camada que prefiere los experimentos a los modelos, cree tener evidencia de una estrategia mejor: pagar a los auditores a través de un fondo central, comprobar su trabajo al azar y ligar el pago a la precisión. En resumen, cambiar los incentivos.
El escenario para el experimento de dos años fue el estado industrial indio de Gujarat, donde las autoridades luchan contra la contaminación del aire y el agua por parte de las fábricas de textil. Gujarat está muy lejos de Wall Street y las juntas directivas de las empresas estadounidenses, pero el investigador Michael Greenstone, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, dijo: "Todos los mercados de auditoría comparten esta característica: el auditor es contratado y pagado por la empresa que está siendo auditada".
Frustradas ante el fracaso de las inspecciones para reducir la contaminación, las cortes de India implementaron auditorías ambientales independientes en Gujarat a partir de 1996. Era un esquema sofisticado. Ningún auditor, por ejemplo, podía auditar una planta más de tres años seguidos, para evitar que se formara una relación demasiado cercana. La Junta de Control de Contaminación de Gujarat no fue ningún pelele. Cuando los auditores concluían que alguna planta infringía las reglas, le cortaba el suministro eléctrico.
Pero el sistema no funcionaba. Algunos auditores cobraban la mitad del precio de lo que costaba llevar a cabo las tres pruebas al año requeridas, lo que sugiere que estaban entregando resultados falsos. De algunos se sospechaba que aceptaban sobornos. Otras plantas instalaron equipos anticontaminación, pero no los usaban.
En el examen de los resultados de las pruebas de una planta, los investigadores encontraron rastros de corrupción: 73% de las lecturas iniciales de los auditores se situaron justo por debajo del estándar regulatorio. Revisiones de las mismas fábricas por parte de inspectores de mayor rango hallaron que sólo 18% de ellas tenían lecturas apenas por debajo del estándar. El 59% lo superaban.
Greenstone y sus colegas Esther Duflo, de MIT, y Rohini Pande y Nicholas Ryan, de la Universidad de Harvard, iniciaron su experimento con 473 plantas de textil en Ahmedabad y Surat.
Para la mitad de ellas, nada cambió. Las plantas contrataban auditores a precio de mercado. Para la otra mitad, los auditores eran asignados al azar, pagados por un depósito central a una tasa lo suficientemente alta como para cubrir los costos y se les advirtió de la posibilidad de 1-a-5 de que un inspector independiente revisara su trabajo. En el segundo grupo, muchas menos lecturas iniciales (39%) estuvieron por debajo del estándar regulatorio. Muchas más (42%) estuvieron por encima. Las revisiones también estuvieron cerca de las lecturas originales.
En el segundo año, los investigadores agregaron otro factor al grupo experimental. Los auditores recibirían una bonificación si sus resultados se parecían a los de la segunda revisión, lo que les daba un incentivo para ser más precisos. El resultado fue un marcado aumento en los niveles de contaminación declarados por el primer examen.
"No nos sorprendió", dice el administrador de la Junta de Control de la Contaminación, Hardik Shah.
Los investigadores deducen que los gerentes de las plantas cambiaron su comportamiento debido a que se dieron cuenta de que los reguladores estaban recibiendo información más precisa de los auditores y eso podría traducirse en amonestaciones. Las mayores mejoras se vieron entre los peores contaminadores, que afrontaban un mayor riesgo de ser cerrados.
Naturalmente, auditar a multinacionales es diferente a monitorear la polución de una planta textil. La rotación frecuente podría ser ineficiente debido a que a un contador le lleva algo de tiempo entender una firma. La necesidad de las grandes firmas de auditoría de mantener sus reputaciones podría reducir los conflictos de interés.
Sin embargo, la lección de Gujarat es clara: hay una forma de pagar a los auditores externos de manera que tengan un incentivo para decir la verdad.