Una joyería pionera en las piedras preciosas
Charles Lewis Tiffany tenía 25 años cuando le pidió 1000 dólares a su padre. Junto a John B. Young usaron ese dinero para abrir un local de papelería y artículos decorativos en la calle Broadway, en Nueva York. La tienda abrió el 14 de septiembre de 1837 y las ventas acumularon ese día un total de US$ 4,98. Así fue como nació la joyería Tiffany & Co.
Se decía que Tiffany tenía una gran pasión por los diamantes más hermosos del mundo. Esa búsqueda constante es uno de los motivos por los cuales su empresa se consolidó como una de las principales competidoras de los vendedores minoristas de bienes exóticos, como bronce de la antigua India, porcelanas chinas y accesorios franceses. Para ganarle a la competencia, Tiffany los compraba directamente de los barcos que regresaban a Nueva York y Boston desde puertos extranjeros.
El fundador de la joyería tenía como frase de cabecera y filosofía "el buen diseño es buen negocio". Con la caída del reinado de Luis Felipe de Francia, a fines de 1840, los aristócratas franceses que escaparon de los disturbios políticos estaban ansiosos por intercambiar sus diamantes por efectivo. Fue en ese momento cuando Tiffany vio una oportunidad y decidió arriesgar las ganancias de su empresa en adquirir diamantes. Así, por primera vez en los Estados Unidos aparecieron piedras preciosas, y por este hecho la prensa coronó al empresario como el "rey de los diamantes".
El período conocido como la edad dorada en los Estados Unidos trajo riqueza y por lo tanto acrecentó la demanda de objetos de plata. En el siglo XX la joyería ya formaba parte del acervo cultural. En la novela Desayuno en Tiffany's publicada en 1958 por Truman Capote y llevada a la pantalla en 1961, la protagonista Audrey Hepburn dijo: "Lo único que me viene bien es ir a Tiffany's porque nada malo me puede ocurrir allí". Con esa frase, la joyería y la obra pasaron a la historia.
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