Una industria para sortear la "trampa de los ingresos medios"
La Argentina posee la ventaja de contar con amplios recursos naturales, algunos todavía con grandes perspectivas de desarrollo en el mediano plazo, como el agro, la energía y la minería. Pero uno de los principales desafíos es evitar la "trampa de ingresos medios", según la cual las economías alcanzan un nivel de ingreso a partir del cual se detienen en el desarrollo de los recursos naturales con un bajo grado de industrialización. Para sortear esta trampa, es necesario agregar más valor a la producción industrial y avanzar en la incorporación de tecnología y conocimiento, y en la conformación de asociaciones público-privadas.
En las últimas décadas se produjeron en el mundo transformaciones profundas que definen un nuevo contexto para la producción industrial. El comportamiento de las grandes multinacionales fue trasladar las tareas de producción mecanizadas hacia los países asiáticos en busca de aprovechar las ventajas de costos. Mientras tanto, los países desarrollados apuntaron a retener el agregado de valor a través de la innovación, las nuevas tecnologías y una mayor densidad de servicios, tanto en las etapas de pre como de posproducción.
A nivel local, la producción industrial creció en los pasados 10 años, pero siguió perdiendo participación en el PIB: en 1990 equivalía a un 18,2% del producto total, en 2003 cayó a 16,4% y actualmente se ubica en 14,5%. Además, a pesar de su expansión, la mayoría de los sectores industriales no logró mejorar su competitividad y su inserción en mercados externos. Exceptuando el sector automotriz, la siderurgia y los medicamentos, la industria depende mucho del mercado interno.
La matriz industrial argentina mantiene un fuerte sesgo hacia los recursos agropecuarios y alguna participación de industrias con contenido tecnológico medio y bajo. Con ello, en el mapa global de competitividad industrial, nuestro país constituye una economía rezagada, en el sentido de que no sólo posee una baja participación de la industria sobre el producto bruto interno (PBI), sino que el valor agregado industrial per cápita (menor a 2000 dólares) está lejos de las economías maduras.
¿Cómo diseñar una estrategia de crecimiento y desarrollo industrial que permita perforar en el mediano plazo el techo de los ingresos medios y diversificar una estructura productiva que descansa cada vez más en los commodities? En términos concretos, un plan para alcanzar una industria para el desarrollo debería contar con tres grandes ejes. El primero, de corto plazo, debe centrarse en generar condiciones de inversión. Para ello, será fundamental avanzar en una corrección de los desequilibrios macroeconómicos que permitan recrear la estabilidad. Simultáneamente, diseñar reglas de juego estables y transparentes y definir una estrategia de relacionamiento externo, tanto regional como internacional.
El segundo eje debe centrarse en recuperar y fortalecer las condiciones de competitividad sistémica. No es posible seguir dependiendo de los vaivenes del tipo de cambio. Resulta necesario encarar sin demora los problemas de infraestructura. En particular, será clave desarrollar un sistema de transporte con una estructura de nodos que comunique de manera eficiente los centros de producción con los centros de consumo. Hoy se transporta el 84% de la carga por medio de camiones, medio mucho más caro que el tren y los barcos (0,07 dólares por kilómetro recorrido contra 0,04 y 0,003, respectivamente). Y no hay que olvidar la infraestructura energética que brinde seguridad en el abastecimiento a tarifas competitivas.
Con el sector privado incluido
El tercer eje consiste en desarrollar una política industrial orientada a la diversificación industrial y la innovación. Esto implica fortalecer el vínculo entre Gobierno, empresas y cadenas de valor, ya que sin la información, financiamiento e iniciativa privada es difícil impulsar la competitividad. Además, crear un Sistema Nacional de Innovación, con la participación activa del sector privado, y apuntar a la inserción de la industria local en cadenas regionales y globales de valor.
En resumen, los instrumentos de la política industrial deberán estar enfocados en garantizar las condiciones de inversión e innovación que permitan el surgimiento de nuevas industrias vinculadas a ventajas comparativas y a la "economía del conocimiento", así como a corregir las fallas de mercado. A su vez, se debe evitar seleccionar ganadores, ya que el sector privado tiene mejor información, pero debe cuidar de no destinar recursos a sectores con escasa potencialidad.
La Argentina tiene una oportunidad de cara al futuro para construir una industria para el desarrollo. Primero, a partir de los amplios recursos naturales con que cuenta. Estos sectores estratégicos garantizarán una suba de la demanda en los próximos años, tanto de bienes finales, intermedios, de capital, partes y servicios, que debería aprovecharse para diversificar los sectores industriales y agregar valor a través de la innovación y el conocimiento. Pero también, es necesario continuar impulsando el espacio ganado en los nichos de la "industria del conocimiento". Si bien muchos de ellos todavía son de baja escala, existe una base local de conocimiento y tecnología que se podría impulsar. Entre ellos se destacan las energías renovables, la industria farmacéutica, la biotecnología, el software, la tecnología nuclear y la satelital. Así, sortear la trampa de los ingresos medios no es una tarea imposible.
El autor es director de Abceb.com y ex secretario de Industria y Minería de la Nación