Una historia tan larga como la del país
Desde 1824 la deuda siempre ocupó un papel relevante en la marcha de la economía
Desde el primer préstamo, otorgado por un banco inglés durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, hasta la reprogramación de la deuda mediante el "megacanje" de 2001 del ministro de Economía Domingo Cavallo y la declaración del default en 2002, la deuda externa siempre desempeñó un papel relevante en la marcha de la economía argentina.
El primer crédito internacional fue solicitado en 1824. La casa Baring Brothers de Londres le prestó al gobierno nacional un millón de libras esterlinas para construir un puerto en Buenos Aires y otras obras públicas, aunque el dinero fue usado finalmente para crear el Banco de la Nación y financiar la guerra con Brasil, en 1825.
A fines de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina vivía gracias a la exportación de carnes y granos una holgada situación económica.
El gobierno del general Juan D. Perón (1946-1955) canceló la totalidad de la deuda externa en 1948. Entre 1946 y 1950, la Argentina incluso realizó préstamos por 210 millones de dólares a países como España, Italia, Bélgica y Finlandia.
En 1946, Perón había rechazado ingresar en el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque durante su segundo mandato se vio obligado a endeudarse en el exterior. Una de las primeras medidas de la Revolución Libertadora que lo sucedió fue ingresar en el organismo en junio de 1956.
La deuda externa siguió aumentando en los años siguientes con los sucesivos gobiernos civiles y militares. Cuando tomó el poder el general Jorge Videla, el 24 de marzo de 1976, ya ascendía a US$ 8000 millones, mientras que en 1983, cuando los militares dejaron definitivamente el poder y volvió la democracia al país, la cifra había trepado por encima de los US$ 45.000 millones.
A los pocos meses de asumir el gobierno, Raúl Alfonsín declaró una moratoria unilateral y creó una comisión parlamentaria para investigar la deuda, que finalmente se disolvió sin llegar a ningún objetivo.
Sin solución
Durante la administración de Carlos Menem, en 1992, se encaró una renegociación, en el marco del llamado Plan Brady, que permitió reestructurar la deuda que arrastraba el país.
A pesar de esta renegociación y de que se privatizaron la mayoría de las empresas del Estado –en muchos casos aceptándose como forma de pago los bonos que había emitido el país y que estaban en manos de los acreedores internacionales–, al final de la gestión del presidente Menem, la deuda externa de la Argentina se había duplicado.
Para intentar encontrar una solución al excesivo endeudamiento del país, en 2001, el entonces ministro Domingo Cavallo –designado por el presidente Fernando de la Rúa– gestionó el llamado "megacanje", una reprogramación de la deuda que finalmente no alcanzó para evitar la caída del régimen de convertibilidad y del propio De la Rúa.
Después de una traumática semana, la presidencia del país quedó en manos de Adolfo Rodríguez Saá, cuya medida más famosa fue la declaración de la cesación de pagos de la deuda, default que sólo ayer quedó superado.
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