Una gestión marcada por un diálogo que no logró convencer
Dicen en el mundo del management que sólo hay una cosa más compleja que manejar una organización: manejar una organización estatal. Quizás aquellos autores no repararon en Aerolíneas Argentinas.
En diciembre de 2015, la línea aérea se había convertido en uno de los sillones más calientes de la nueva administración que asumía. Isela Costantini , una de las más icónicas ejecutivas de la Argentina, decidió aceptar el desafío. No llegó a cumplir un año.
Ayer terminó una etapa en una de las empresas más conflictivas del país, con poco más de 12.000 empleados, siete gremios y líder, por lejos, del mercado aerocomercial argentino. Vendrá un tiempo distinto, malo o bueno, se verá, pero distinto al fin.
No le resultó fácil la gestión a Costantini. Sucede que la empresa aérea es uno de esos sectores sobre los que muchos miran y varios opinan en el mismo gobierno. El verano pasado, la ahora ex CEO quedó prisionera en el trípode de poder que construyen los dos alfiles del jefe de Gabinete, Marcos Peña: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, y el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich .
En las primeras reuniones en la Casa Rosada, cuando empezaron a repasar los primeros números de la empresa, Costantini no miraba con buenos ojos la participación allí de Lopetegui, CEO hasta meses antes de la entonces Lan Argentina. Fue ella la que pidió que lo separaran y que el interlocutor fuera Quintana.
Sin embargo, esa línea de mando nunca estuvo del todo clara. Con el paso de los meses, Dietrich ganó espalda y confianza y ya se posicionó como el hombre fuerte del sector.
Entonces empezaron algunas diferencias de visiones en la manera de conducir la empresa. Costantini siempre cultivó el perfil negociador. Jamás rompió con un gremio y siempre privilegió la relación cercana con los empleados, para desde ese lugar de confianza sí avanzar en reformas. Dietrich, en cambio, quería otra gestión más dinámica.
Cuando se cierre el año y finalmente se conozcan los números de la compañía, se habrán girado desde el Estado alrededor de 400 millones de dólares en concepto de subsidios. Será mucho menos que los 678 millones de dólares que, en promedio, requirió de auxilio Mariano Recalde.
Se irá, además, después de que tomó una empresa con muy pocos parámetros profesionales en sus procesos, sin balances presentados en los últimos años. De hecho, antes de irse dejó prácticamente terminado el balance 2014, que debería haber estado firmado por Recalde cuando era presidente de la empresa. Pero los números transparentes no fueron el fuerte de la gestión de La Cámpora.
Costantini transitó los primeros meses con algunos beneficios extras: bajó el precio del petróleo -y por ende, el combustible de avión- y recibió los beneficios de la devaluación con la que sinceró las ventas de servicios internacionales.
También logró dar el servicio a miles de viajes que se habían vendido en 2015 para ser volados en 2016. Entonces se aprovechaban las cuotas y la ficción del dólar a poco más de 9 pesos. En 2016 hubo aviones que salieron con el 80% de los pasajes vendidos el año anterior.
En el debe, hay quienes le recriminan que no hubo un plan claro sobre el mediano plazo y cómo empezaría a trabajarse sobre una plantilla numerosa y cara que condiciona los números de la empresa y de todo el sector.
Y siempre hay malpensados, que sostienen que no es fácil la convivencia entre dos egos.ß
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