Una decisión fuerte que revivió al dólar
El anuncio de “recalibrar” las metas de inflación saldó un dura discusión interna. La consecuencia más evidente, admitida por el propio Federico Sturzenegger , es que habilita al Banco Central a bajar la tasa de interés de referencia, como presionaban el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne , y la Casa Rosada.
La preocupación era que una tasa de interés muy elevada matara el boom de créditos y dañara la reactivación. Además de agravar los desequilibrios de la economía M: el atraso cambiario, el déficit externo (comercial y de turismo) y la dependencia del ingreso de dólares de corto plazo.
Macri es conciente que la economía está atrapada en un triángulo que la expone a un gran fragilidad, del cual es imperioso salir antes que un “cisne negro” en el escenario internacional provoque un “accidente” local.
El esquema de “metas de inflación” que adoptó el BCRA desde fines del año pasado se aplica actualmente en unos 30 países, entre los que se cuentan Brasil, Chile, Colombia, Perú y México. Fue implementado por primera vez en Nueva Zelanda en 1990.
La idea es sencilla: el Banco Central fija una meta de inflación. Si el aumento en el costo de vida es mayor a la meta, entonces el organismo sube la tasa de interés con el objetivo de contraer la demanda, vía el mayor costo del crédito y la rentabilidad de los depósitos como incentivo para postergar consumo, buscando así desacelerar el aumento de precios. Si la inflación está por debajo de la meta, el Banco Central disminuye la tasa de interés.
Es crucial para el éxito del esquema la formación de expectativas: la reputación del Banco Central, que las metas sean creíbles y que los precios y salarios de la economía tomen como referencia esas pautas de inflación futura.
Hace dos semanas, Sturzenegger mantuvo una reunión reservada con economistas de primera línea. Todos le plantearon el absurdo de fijar una meta de 10% en 2018 cuando la inflación este año será del 24% y se había incumplido groseramente el tope del 17%. Uno de ellos, con doctorado en Harvard, se lo dijo en términos futboleros: “Ya perdiste 2 a 0 de local, ahora tenés que ir a jugar de visitante a Brasil y hacés alarde de que metés 5 delanteros, te vas a comer una goleada histórica”. Otro desvío como el de este año y la credibilidad del Banco Central terminaría por evaporarse.
Sin embargo, “recalibrar” fue una decisión política de Macri . Días atrás, Dujovne fue categórico ante el presidente. De persistir estas tasas en los próximos meses se moriría el boom de créditos, le dijo. Y advirtió que se corría el riesgo de que la economía creciera en 2018 apenas 1,5%, el “arrastre estadístico” de este año.
Un escenario de estancamiento no sólo complicaría el panorama político y la mirada de los inversores sobre el país. También comprometería las metas fiscales del Presupuesto, que prevén la reducción de un punto en el déficit fiscal primario (antes del pago de intereses, de 4,2% del PBI al 3,2%) en buena medida gracias al crecimiento proyectado de la economía del 3,5%. Esa situación, a su vez, encarecería el financiamiento del “gradualismo” vía la emisión de deuda. El ministro de Finanzas , Luis Caputo , es otro que ganó la batalla que libró con Sturzenegger.
El triángulo
El presidente es conciente que la economía está atrapada en un triángulo que la expone a un gran fragilidad, del cual es imperioso salir antes que un “cisne negro” en el escenario internacional provoque un “accidente” local.
En un vértice está el déficit fiscal de 6 puntos del PBI, unos 600.000 millones de pesos este año, contando los intereses de la deuda. En otro vértice, el déficit del sector externo, con un rojo de 25.000 millones de dólares (4,5% del PBI). Son las divisas que la economía argentina requiere hoy para crecer a un módico 3% y no genera. Allí se incluye el déficit récord de este año de la balanza comercial (U$S 9.000 millones), el déficit récord del turismo (los argentinos gastarán en el exterior U$S 10.800 millones más que los dólares que traen los viajantes extranjeros al país), y el resto son el pago de intereses en dólares de la deuda.
El tercer vértice es la inflación que sigue en niveles extraordinarios para el mundo actual y provoca toda clase de problemas. El más obvio es que, a menos que el dólar acompañe a los precios, Argentina queda cada vez más cara en dólares, es menos competitiva con sus socios comerciales, se pierden puestos de trabajo en los sectores que compiten con el mundo (economías regionales, industria) y se necesitan más divisas de prestado para funcionar.
Aún con el raid de los últimas dos semanas, en el año el dólar (+19%) quedó atrás de la tasa de interés (28%) y de la inflación (+24%). Fue una mala inversión. Pero los argentinos compraron este año el récord de 15.000 millones de dólares billete para atesorar en el colchón o en cajas de seguridad. Era lo único que había quedado barato en el país.
Es el segundo año de mayor atesoramiento en la última década, después del 2011 (U$S 18.000 millones), que llevó a Cristina a instaurar el cepo después de su reelección.
Por ahora el desequilibrio de los déficit gemelos (fiscal y externo) se cubre con deuda. Caputo dijo que en 2018 el Estado nacional tomará U$S 30.000 millones para financiar el bache. Esta dinámica agrava los problemas: el fiscal por el pago de intereses, que se acumulan como bola de nieve. Del sector externo por el atraso cambiario, que profundiza el déficit comercial y de la llamada cuenta corriente (suma los servicios como el turismo y los intereses de la deuda) del balance de pagos.
La baja de tasas a la que obligaron a Sturzenegger (anticipada ya hace algunos días) despertó al dólar, al potenciar la demanda de los que bicicleteaban en pesos. Era un efecto esperado y deseado. El riesgo es que la dinámica (escaló en dos semanas más que en todo el año) se traslade a precios. Es probable que en el próximo REM (el relevamiento de expectativas de las consultoras privadas que publica el BCRA) la inflación se eleve un par de puntos sobre el 16,6% que pronosticaban para 2018.
Es un riesgo que Macri acepta correr. Cree que solo con la economía en crecimiento y achicando gradualmente el déficit fiscal se puede salir de la trampa. Tal vez debería rezar para que en ese largo camino no se corte el financiamiento externo.
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