Una baja de tasas condicionada por las disputas internas
Una guía para leer cómo va a ser interpretado es lo que ocurra con el dólar en los próximos días; un tipo de cambio por encima de $19 parece más apropiado que uno por debajo
La baja en la tasa de interés de corto plazo dispuesta por el Comité de Política Monetaria del Banco Central en la reunión de hoy es un reconocimiento al hecho de que el 28,75% anual vigente había quedado en un nivel extremadamente alto en términos reales, contra una inflación núcleo que fluctúa en torno al 18% o 19% anual.
Pero la magnitud del recorte decidido, de 75 puntos básicos, que luce magro, es un mensaje que el Central necesitaba transmitir: se modificaron las metas de inflación (se pasó de 10% a 15% para fin de 2018), se pospuso el momento de llegar a un dígito, pero no se abandonó el objetivo de estabilizar la economía. Posiblemente, el “fuego amigo” de diciembre puede haber condicionado esta actitud cautelosa de la autoridad monetaria.
Como todo mensaje que contiene elementos que pueden parecer contradictorios en su interior, no está asegurada la nitidez de su percepción. Una guía para leer cómo va a ser interpretado es lo que ocurra con el dólar en los próximos días. Si el Central pecó de amarrete en la baja de tasas, entonces el tipo de cambio habrá de devolver parte de la suba experimentada en el período reciente, lo cual no sería una buena noticia en términos de equilibrios macroeconómicos.
La “dosis justa” en la baja de tasas quizá hubiera sido aquella que logre estabilizar en las próximas semanas el precio del dólar en torno a las últimas cotizaciones. Un tipo de cambio por encima de $19 parece más apropiado que uno por debajo de esa cota para que, en la trayectoria de las variables de la demanda agregada, la inversión y las exportaciones puedan ir algo por delante del consumo, que debería pasar a depender, cada vez más, de factores genuinos como el empleo, prescindiendo de anabólicos que siempre terminan en crisis.
Sin embargo, hubo demasiado “fuego amigo”, cuestionando al Central en las semanas previas al fin de año como para que la autoridad monetaria se animara a ir un poco más rápido. Los trascendidos que se hicieron circular desde el seno del Gobierno en aquellos días de diciembre parecen haber logrado una victoria pírrica: que se relajaran las metas de inflación, pero que el Central se viera obligado a sobreactuar su compromiso con la desinflación para intentar neutralizar el riesgo de que el mercado leyera un giro de 180 grados en la política económica oficial.
Más allá de estas tribulaciones, parece claro que hay un nuevo mix de instrumentos, intentando evitar que el nivel de actividad se enfríe más allá de lo aconsejable. La altísima brecha entre la tasa de interés de corto plazo manejada por el Central y la inflación núcleo, que alcanzó un pico de casi 11 puntos porcentuales a fin de 2017, está destinada a reducirse.
La estabilización de la economía debería poder lograrse con una tasa real de entre 4 y 5 puntos porcentuales/año. Si la política fiscal acompaña, es posible que el gap entre tasas e inflación se acerque a ese objetivo, pero es difícil que esto ocurra antes del último trimestre de 2018. ¿Un ritmo demasiado lento? El tiempo tiene la respuesta.
El autor es investigador jefe de IERAL