Un viaje a las fronteras para mirar las puertas que la Argentina deja abiertas
Sólo se hablaba de cierres, restricciones, hisopados, permisos y cupos en la Redacción en aquellos recordados días de marzo cuando se anunció la suspensión de las clases presenciales. En poco tiempo, los temas se suceden y las agendas públicas se tornan poco animadas.
De algún almuerzo con José Del Rio surgió la idea de colorear esa agenda, de aportar temas a la mesa de noticias. “Vamos a las fronteras”, nos dijimos.
Llegamos al límite de la Argentina, al último centímetro del país a ver qué sucede allí donde las cadenas nacionales, los mensajes presidenciales y los decretos de necesidad y urgencia son pocos menos que una anécdota.
Fueron, en principio, dos viajes. Mati Boela ya salió de Buenos Aires cargado de equipos, una contracara de los redactores que volamos con libreta y cargador de celular. Aterrizamos en Salta y pasamos a buscar a Javi Corbalán, un tipo genial, de compañía fácil para la ruta, y enorme talento para mostrar cada cosa que hicimos.
Cerca de las 22.30 remontamos la ruta para llegar Huacalera. La dueña de la posada intentó esperarnos despierta, pero no hubo caso; la niebla y la noche cerrada nos impidieron llegar antes de la 1.30. “Entren, está todo abierto. Hay una habitación que dice LA NACION en la puerta”.
Allí repostamos la primer noche para salir al día siguiente para La Quiaca. Recorrimos 2000 kilómetros entre esa “V” que se hace para subir hacia el extremo Norte de la Argentina, dejar el cordón que hace las veces de espalda de la Quebrada de Humahuaca, volver a bajar y rodearlo por el otro lado para aparecer en las otras fronteras de Aguas Blancas, Salvador Mazza y Misión La Paz. De noche, de día y de madrugada, de asfalto, de tierra, de talco, la ruta se sucedía. Volamos el drone, nos divertimos cuando debíamos pasar una y otra vez para que la toma quede bien
Estábamos en Misión La Paz, un lugar de pueblos originarios, y mientras hacíamos la cobertura, unos niños pescaban en el río Bermejo. Quisimos contar aquella frontera alejada con el vuelo del drone. La pesca quedó para otro momento y los pequeños corrieron a mirar aquel aparato. Javier les ofreció una función privada donde los sobrevoló, les despeinó los flequillos, los llenó de tierra en el aterrizaje y en el despegue.
En la Redacción decidimos que podíamos hacer tres producciones. La primera de La Quiaca, la segunda de Aguas Blancas, Hito 1 y Misión La Paz, estas ya publicadas, y una tercera de Salvador Mazza que se podrá ver el jueves. Mientras, empezamos a preparar el segundo viaje a Misiones, para recorrer las fronteras con Paraguay y Brasil.
En Misiones armamos otro grupo. Un Covid de cercanías nos dejó en tierra un integrante y sobre la marcha hubo que improvisar. Hernán Zenteno, “Zeta”, fue sorprendido un domingo con el ruego: “¿Podés irte toda la semana de viaje?” Armó su Tetris y lo hizo. A todos los que trabajamos en esto nos encanta esa vorágine de ir a mirar para después contarlo.
Los detalles de cada movimiento estaban en manos de Sol Coliva, nuestra productora en este camino. Nos siguieron y alguna vez tuvimos que dar vueltas y vueltas por un barrio para dejar atrás una moto o salimos de apuro de un puerto clandestino cuando desde el lado brasileño una lancha enfiló amenazadora.
Tres mates y tres termos y otros centenares de kilómetros de risas y zozobra. Y como en toda cobertura donde ingresas a territorios de delito hubo que despistar alguna moto que nos seguía o salir de apuro de un puerto clandestino cuando desde el lado brasileño una lancha enfiló amenazadora. Hubo desesperación. Fue cuando Zeta, parado en el límite mismo del país exclamó: “El drone no responde, se perdió la señal”. Un par de minutos después, casi sin batería, se posó en territorio argentino y nos dieron ganas de sentarnos arriba para que no despegue más.
El desafío de coordinar coberturas para todas las plataformas implicó reuniones virtuales hasta que todos quedamos conformes con la hoja de ruta. Siempre hay diferencias, pero cuando hay talento y objetivo claro, el mejor producto posible, se encuentran los espacios de acuerdo. Como siempre, Nico Cassese estuvo ahí para afinar la edición digital, esta vez junto a Ale Bliffeld y su paciencia infinita. Mati y Sol coordinando cada detalle del video y Matias Aimar y Francisco Ferrari le pusieron magia a la edición de video. A ellos se sumó Andre Platón en todo el desarrollo de la artística artística. Una de mis primera editoras hace 17 años, hizo lo suyo María Elena Polack para que todo se luzca en papel. A eso se sumó un podcast que produce Kari Labraña y que siempre termina en una linda charla con Diego Scott y Carola Gil.
Viajamos, recorrimos, nos reímos y tuvimos miedo. Llegamos al límite. Y desde ese lugar, intentamos contarles algunas historias de frontera.
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