Un programa económico para una Argentina en emergencia
1. El programa. El cierre de 2023 nos recibe con la noticia de un plan de shock. Lo presentado por el ministro de Economía, Luis Caputo, ¿es un programa de crecimiento económico? Para nada. La pésima estructura tributaria sigue estando, e incluso se sumaron impuestos distorsivos. Los renglones de gasto que se han cortado no podrán (ni deberían) ser para siempre. ¿Hay propuestas de mejora sobre la estructura productiva? No por el momento. Podríamos definir el programa, como máximo, como un plan de emergencia, que busca sincerar precios relativos, como el tipo de cambio oficial, para intentando evitar una espiralización. Esto planea lograrlo a través de cortar de raíz el financiamiento monetario al Tesoro (la emisión). Y, si el plan es creíble, permitirá aumentar el precio de los bonos, bajar el riesgo país y empezar a comprar reservas. Ir a una inflación alta inicial, con la meta de luego reducirla, pero sin entrar en una dinámica incontrolable.
2. De ajustes y desajustes. Antes de hacer cualquier crítica es necesario conocer el punto de partida. Hay un déficit estructural de 4% del PBI, una emisión monetaria de 20% del producto en los últimos 4 años; múltiples tipos de cambio con una brecha de 150%; una inflación anual de 160% y a un ritmo trimestral de más de 300%; una deuda comercial de importadores por más de US$35.000 millones; un riesgo país de más de 2000 puntos; reservas negativas en el Banco Central por US$10.000 millones; salarios un 25% por debajo de los niveles de 2017, y pobreza e indigencia que alcanza al 42% y al 10% de la población, respectivamente. Quizás me olvide de algo, pero creo que alcanza para dar cuenta de que le tocara a quien le tocara, algo había que hacer. La situación es sumamente crítica. El gobierno saliente puso toda la carne al asador con tal de no perder la elección, atrasó el tipo de cambio a niveles levemente por encima a los de 2015, y en poco tiempo amplió en más de 1% del PBI el déficit fiscal, sin medir consecuencias. A confesión de parte, relevo de pruebas. Gabriel Rubinstein, viceministro de Sergio Massa, admitió que habrían tomado un camino similar al actual.
3. Planes. Nuestro país se enfrentó muchas veces a planes de estabilización, en 1973, 1976, 1979, 1985, 1987, 1991, 2016 y ahora. Muchos fracasaron en el intento y los perdurables fueron más bien de shock. Ninguno partía de una situación social tan deteriorada, lo cual dificulta la toma de decisiones. Un plan de estabilización debería ser exitoso en bajar la inflación, recuperando la demanda de moneda local y reordenando los precios relativos. El reordenamiento de precios genera nuevos ganadores en la sociedad, muy diferentes de los del anterior gobierno. Existe una transferencia de mayores recursos (por ejemplo, a un sector exportador), con una mejora en el tipo de cambio para que liquide dólares, y una baja en los ingresos reales para la sociedad en general, sobre todo a quienes más los afecta la suba de tarifas eléctrica y de transporte. Por eso encuentra sentido establecer retenciones, un impuesto muy distorsivo, que atenta contra el crecimiento de la producción. Sube la recaudación y reduce el precio de venta local, al equipararlo con el del exterior.
4. Ingresos. La situación en este punto no es igual para todos, y aquí el eje de la cuestión. Como en una partida de ajedrez, ya movió el Gobierno. Los empresarios respondieron con subas de precios y ahora les toca a los sindicatos pelear para no perder contra la inflación. La sociedad es muy heterogénea y podrá responder de distintas formas. Los trabajadores sindicalizados de sectores exportadores podrán recuperar ingresos, pero mucho más difícil será eso para los trabajadores del comercio minorista o de restaurantes, por la posible caída en el consumo. Se otorgó un aumento para la AUH y para el Programa Alimentar. Pero hay un sector informal o de trabajos esporádicos, que sin asistencia del Estado tendrán un empeoramiento de su calidad de vida, lo mismo para los jubilados, para quienes no se anunció nada aún.
5. Aprobación. Para que un programa tenga éxito, es necesario que sea aprobado por la sociedad (representada por el Congreso). La estrategia oficial depende de que el plan sea creíble y realizable. ¿Puede ser este el programa para los próximos cuatro años? Definitivamente, no.
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