Un presidente que estorba en su propio espacio
Como accionista mayoritario de la coalición, el kirchnerismo no abandonará los cargos; se podría inferir que desde esas posiciones de poder y recursos millonarios jugará al desgaste del jefe del Estado
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Entre todos los problemas que Alberto Fernández tiene para gobernar, hay uno que solo se advierte dentro de su entorno de colaboradores y que resulta tanto o más fastidioso que las penurias macroeconómicas: al Presidente, dicen sus asesores, le cuesta cada vez más organizar reuniones porque a muchos de los convocados se les dificulta ir. Es algo relativamente nuevo que, en rigor, se empezó a percibir en diciembre, después de varias e infecundas invitaciones del jefe del Estado a Máximo Kirchner. En la Casa Rosada encuentran puntos de contacto entre esa indiferencia y, por ejemplo, la explosión del diputado en la sesión que derivó en la caída de la ley de presupuesto.
Desde entonces, la hostilidad de ese sector del Frente de Todos hacia Alberto Fernández ha sido creciente y tuvo manifestaciones públicas, como la renuncia de Máximo a la conducción del bloque o, la semana pasada, los 13 votos negativos al proyecto de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. “Cada dos días mandan alguno a putearnos”, dijo a La Nación alguien que habla con frecuencia con el jefe del Estado y que no termina de digerir la estrategia camporista: “No solo no nos votaron la ley: salieron a operarla en contra”. Esa militancia del rechazo al proyecto era hasta el tratamiento en la Cámara baja una sospecha, pero se terminó de confirmar con testimonios de los propios compañeros. Entre ellos, el de una diputada que admitió ante un operador oficialista haber recibido tres llamadas de Cristina Kirchner para que votara negativamente y que aparentemente obedeció.
El acto de anteayer por el Día de la Memoria sirvió para escenificar esos tironeos. Con sus declaraciones desde el móvil de La Cámpora, Andrés Larroque aportó una novedad: como es el accionista mayoritario de la coalición, el kirchnerismo no abandonará ninguno de los cargos en que tiene funciones. Más bien lo contrario: hasta se podría inferir que desde esas posiciones de poder y recursos millonarios jugarán al desgaste del jefe del Estado. Horas después de escucharlo, un confidente presidencial definía así la situación: “Los tenés adentro, haciendo oposición con tu caja y no los podés echar”. ¿O en realidad Alberto Fernández podría despedir a alguno? Difícil. Dicen que supone que, si lo hace, dará lugar a que en adelante se lo culpe absolutamente de todo, incluida una eventual derrota en 2023. Al ver la importancia de las áreas y los cargos en cuestión, alguien le hizo en estos días una sugerencia en broma al Presidente: “Dale YPF a Larreta: ellos lo van a usar de manera menos dañina que nosotros”.
Lo peor de esta contienda es que se sustenta sobre objetivos difíciles de conciliar. Mientras el Instituto Patria y La Cámpora dan por perdida una eventual reelección del Presidente, él necesita gobernar durante casi dos años más. Esa diferencia explica todo: Cristina Kirchner cree que la magnitud de la crisis económica y el ajuste a que está obligado el Gobierno por el acuerdo con el Fondo resultarán irremontables antes de 2023, por lo que solo cabe distanciarse lo antes posible de sus efectos. Es el argumento que escuchan quienes hablan con la expresidenta y lo que explicaría, por ejemplo, la carta con que el secretario de Energía, Darío Martínez, advirtió la semana pasada sobre apagones eléctricos y falta de gas si Guzmán no le enviaba fondos. En el gabinete piensan que Martínez jamás escribiría por su cuenta un texto así, o que por lo menos no lo haría trascender. Eso podría interesarle en todo caso al Instituto Patria, donde se duda de que haya dólares para afrontar toda la importación de barcos de gas.
El acuerdo con el Fondo cayó en medio de estas turbulencias. Y no vino a ser para el kirchnerismo tanto un escollo de la reactivación como la gran excusa para tomar distancia y reperfilarse ideológicamente. Es cierto que la expresidenta llegó a admitir delante de su equipo que era importante acordar con el Fondo para evitar un desastre inmediato, pero ella tampoco es optimista: cree que la Argentina pasará la primera revisión y que tendrá dificultades para cumplir con la segunda en septiembre, momento a partir del cual no descarta una ruptura.
Son pronósticos que comparten otros socios del Frente de Todos. El martes, 16 intendentes se congregaron en el Club Huracán de San Justo para reclamar unidad. “Tenemos que volver a la agenda de la gente o nos lleva puestos”, concluyó ante este diario uno de esos jefes comunales, en general reacios a meterse en las razones de la interna. Alguien lo puso en la reunión en estos términos: “En un divorcio no hay que tomar partido”.
Massa también está inquieto. Sigue planteando que hay funcionarios que no lo convencen. Los de siempre: Guzmán, Cafiero, Kulfas. Quisiera reemplazarlos con nombres que no respondan 100% a la vicepresidenta porque, dice, no conviene “kirchnerizar” el gabinete. Es cierto que el líder del Frente Renovador ha conversado con Cristina Kirchner sobre la posibilidad de ser el candidato del oficialismo en 2023. Pero esa alternativa convive con múltiples ensayos mentales un año antes de la decisión. Entre ellos, una eventual candidatura de la propia jefa o una gran primaria para gobernador bonaerense de la que puedan participar varios peronistas. Berni, Eduardo de Pedro y hasta Randazzo.
Es imposible que estas elucubraciones no vayan en detrimento del poder y de la gestión del Presidente. Pero en el kirchnerismo no solo no molestan, sino que, en algún caso concreto, parecieran causar satisfacción. Hay que ubicar en ese humor general los cuestionamientos a Gabriela Cerruti. La que empezó fue Hebe de Bonafini hace un mes, cuando contó en AM 530 que Alberto Fernández se la había mandado para convencerla de que no habría aumentos tarifarios excesivos. “Vino a decirme que yo estaba equivocada y al final me calenté y la eché”, dijo. En el Instituto Patria también se esmeran en difundir, y hasta en exagerar, desencuentros con la vocera presidencial. Dicen que cuando ella llamó para anticiparles que daría a conocer que Cristina Kirchner no le estaba contestando los mensajes a Alberto Fernández, Parrilli soltó desde el altavoz del teléfono un insulto para el Presidente y le cortó la comunicación.
El problema de estos trabajos de esmerilamiento es que no afectan solo el mundo partidario. ¿Qué autoridad les queda a Kulfas y a Feletti para negociar con cadenas de supermercados, alimentarias y exportadores de granos? No bien oyeron al Presidente declararle la guerra a la inflación, algunos empresarios subieron los precios para cubrirse de eventuales congelamientos y otros incorporaron una costumbre impensada en otros gobiernos kirchneristas: contestaron a través de comunicados.
El mensaje del Gobierno no es claro. ¿Feletti cree realmente en los controles de precios? Esta semana, los inversores lo escucharon a él recomendar subir las retenciones para el maíz, el girasol y el trigo y, casi en simultáneo, a Kulfas decir que no habría más medidas que las dispuestas. Los empresarios los acusan de no saber lo que quieren. De tan ofuscado, un ejecutivo llegó a admitir esta semana ante la nacion que extrañaba el sentido del humor de Paula Español, antecesora en la Secretaría de Comercio y a quien le atribuía la virtud de reírse de sí misma, algo en realidad más frecuente en el PJ que entre funcionarios progresistas. Hasta ahora, el resultado más tangible del programa Precios Cuidados fue un leve cambio en los hábitos de compra: en los últimos dos años, como consecuencia de esas listas, los supermercados les sacaron 5% de participación de mercado a los autoservicios chinos.
Escasos logros, mensaje confuso, internas e ideologización del problema: la marca registrada de toda una gestión. Y lo que se vio el Día de la Memoria. La Nación le preguntó a un colaborador de Alberto Fernández por qué el Presidente no había ido ese día a la plaza. “Si iba, era una provocación”, contestó. Eso sí que es nuevo: que un jefe de Estado estorbe en un acto organizado por su propio espacio y casi en su lugar de trabajo.
Esta nota fue publicada originalmente el 26 de marzo
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