Un poco de racionalidad y algunas “inexactitudes”
No hay mucho secreto en la salida que encontraron el gobierno argentino y los países acreedores del Club de París para evitar que el país volviera a caer en default con esa entidad el 31 de julio. Un “pago a cuenta” permite ganar tiempo por partida doble: con el Club, desde luego, pero también con el Fondo Monetario Internacional, el acreedor más “pesado” que tiene hoy la Argentina por el volumen de su deuda. El concepto de “responsabilidad compartida” fue la clave, según reveló el propio ministro Martín Guzmán al anunciar el preacuerdo. Pero también el “tratamiento comparativo” con otros acreedores, léase China.
Se vio ahora para qué sirvió, entre otros objetivos, la política de acumulación de reservas del Banco Central. Haber acrecentado las reservas netas le permitió a Guzmán jugar la carta del pago mínimo “de la tarjeta”.
Sí sorprendió un poco el modo en que el ministro, tal vez por exigencia o para adaptarse al entorno, adoptó las formas y el análisis del kirchnerismo en sus mensajes, más allá de la correspondencia o no con la realidad.
Tuvo dos momentos en los que tergiversó o por lo menos incurrió en inexactitudes, y en temas que no puede desconocer. Al referirse a una eventual revisión de la economía bajo las pautas del artículo IV del organismo, el ministro dijo: “El Fondo ha suspendido los artículos IV en el contexto de la pandemia... así que están suspendidos hasta nuevo aviso. Es una cuestión de política del Fondo Monetario Internacional”.
No hay más que visitar la página del FMI para ver que la realidad está muy lejos: la lista de países que cerraron esas revisiones el año pasado y en lo que va de 2021 es numerosa. Bolivia, Chile, Paraguay, Panamá, Guatemala, Noruega, Irlanda, China, solo por citar algunos casos que pueden verse aquí: https://www.imf.org/en/Publications/SPROLLs/Article-iv-staff-reports#sort=%40imfdate%20descending.
Anoche fuentes del FMI señalaron que, en general, esas revisiones “se suspendieron temporalmente durante la pandemia”, pero “se han reiniciado gradualmente desde fines de 2020”, aunque en forma virtual.
Guzmán también insistió con que los US$45.000 millones que tomó del Fondo el gobierno de Juntos por el Cambio “no fueron utilizados en modo alguno para construir rutas, puertos, para mejorar toda la infraestructura y la logística del país”. El destino del dinero, dijo Guzmán, fue “por una parte, para pagar deuda insostenible a acreedores privados” y, por otra parte, “para financiar salida de capitales”.
Pero el FMI no presta dinero a los países para financiar obras públicas, infraestructura o nada que se le parezca. Para eso están, en todo caso, el Banco Mundial, el BID o la CAF. En el idioma común de varios economistas, “el Fondo está para apagar incendios”, más técnicamente, “para asistir a países que enfrentan crisis de balanza de pagos”.
El hombre de Columbia no mencionó que, más allá del fracaso estrepitoso del gobierno anterior, la Argentina se endeudó en muchos momentos de su historia porque venía gastando más que los recursos que genera. La salida de capitales, en todo caso, es una consecuencia que suele ser producto de la desconfianza.
Por alguna razón, sólo se enfocó en la deuda con el FMI y no con el origen del pasivo con el Club de París, motivo central de la conferencia. Ya se recordó muchas veces que la cuota de US$2400 millones que vencía el 31 de mayo, y que ahora entró en proceso de reestructuración, tuvo su origen en la renegociación que selló en 2014 el entonces ministro Axel Kicillof, que accedió a pagar todo el capital y cuantiosos intereses por un total de unos US$9000 millones. Esta última cuota fue “pedaleada”, dirían en la City, primero por Macri y luego por Alberto Fernández.
Ahora habrá que esperar “la letra chica” del acuerdo para evaluar el costo de esta postergación.
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