Para consolidar el freno en la inflación, el Gobierno ahora desempolva algunas recetas del kirchnerismo
Tras la fuerte devaluación de diciembre, la aceleración de los precios fue cediendo un poco cada mes, aunque los analistas advierten que no es un proceso lineal y dudan por el costo de la estrategia oficial en materia de actividad; Caputo pone en pausa el manual liberal y alborota al sector del consumo masivo
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“La inflación es como la pasta de dientes: una vez que sale del tubo es muy difícil volverla a meter”. La frase es del expresidente del Bundesbank (el banco central alemán), Karl Otto Pöhl, y Miguel Kiguel -uno de los economistas argentinos que más ha estudiado los procesos inflacionarios- aún la sigue citando en sus conferencias cuando pronostica qué puede pasar en el país en los próximos meses.
Como suele suceder luego de una devaluación fuerte, la aceleración de los precios fue cediendo un poco cada mes, con números que incluso mejoran los cálculos iniciales. Javier Milei lo presenta como un éxito -dijo que si el IPC de febrero era menor al 15% sería un “numerazo” (dio 13,2%)-, al tiempo que muchos analistas creen que la inflación podría volver a un dígito alto a mediados de año, es decir, cerca del punto de partida del que salió en octubre, cuando había anotado un 8,3%. Advierten, no obstante, que el proceso no siempre es lineal.
Los saltos devaluatorios más recientes, como el que impulsaron en enero de 2014 el entonces ministro de Economía Axel Kicillof y el presidente del Banco Central Juan Carlos Fábrega, o el que acompañó la salida del cepo cambiario implementada por Alfonso Prat-Gay y Federico Sturzenegger, en diciembre de 2015, muestran que tras la disparada inicial, la inflación tiende a la baja tiempo después, aunque en el país nunca llega a niveles compatibles con los del resto del mundo o de la región.
“Esta primera baja era esperable. Cuando el efecto de la devaluación pasa volvés al punto de partida, pero es más difícil seguir bajando desde el nivel en el que estabas antes. Hoy la inflación podría caer al 8 o al 9% mensual, pero después hay que sudar la gota gorda para llevarla al 4%, eso puede llevar años”, advierte Kiguel. “Si venís por una autopista a 120 kilómetros por hora no podés bajar de golpe a 60″, grafica.
Pero el Presidente, entusiasmado con la baja de los dólares financieros y del blue cree otra cosa: acaba de decir que dado que el dólar es la moneda que más se apreció en el mundo y “se cayó como un piano”, en algún momento, la inflación se va a derrumbar de la misma manera. Se podría decir que la calma del dólar es hasta ahora el logro más nítido de esta gestión en materia económica.
La sorpresa por la caída de los dólares libres, más allá de sus múltiples razones, ha dejado paso ahora a cierta preocupación por un incipiente atraso cambiario. Con esa moneda en niveles de diciembre y una inflación del 70% en los primeros tres meses de la gestión Milei, algunos bienes y servicios ya están caros en dólares. El economista Fausto Spotorno cree que no es extraño que se dé esta situación. “El objetivo número uno hoy es bajar la inflación, no el atraso cambiario”, explica. Y señala que si en algún momento se da la salida del cepo la situación “se podría dar vuelta”.
El tipo de cambio como ancla inflacionaria es el atajo más común al que recurrieron distintos gobiernos para estabilizar y, como suele desacelerarse más rápido que los precios, tiende a retrasarse, generando la presión por una nueva devaluación, lo cual equivaldría a llevar la situación a foja cero. Según cálculos de FIDE, si el crawling peg (minidevaluaciones) se sostiene en el 2% mensual, suponiendo una inflación del 13% en marzo y abril, el tipo de cambio real a fines de abril estaría un 8% debajo del nivel de agosto de 2023, previo a la devaluación del exministro Sergio Massa.
Es uno de los temas que siempre preocupa al Fondo Monetario Internacional que, según un economista que conoce bien el organismo, “está enfocado en el superávit fiscal y en que el dólar esté alto”. El FMI viene planteando sus dudas con “la regla del dos” desde enero.
El reverso del dólar calmo y de una inflación que pierde temperatura es una serie de datos negativos que muestran que, por ahora, lo único que cae como piano son la actividad económica y el consumo: la producción de autos, la industria en general, la construcción y las ventas minoristas, lo que se refleja en la baja de la recaudación de impuestos vinculados con la actividad. Es el costo de secar la plaza de pesos, sincerar precios, licuar ingresos y apostar a que la recesión contenga las remarcaciones. En el mercado se preguntan qué tan sostenible es la estrategia.
“Si el plan es esperar a que el equilibrio fiscal y una desaceleración monetaria (que en marzo difícilmente repita el resultado de febrero) hagan todo el trabajo, lo más probable es que la recesión produzca un estallido antes de llegar a la estabilización de precios”, alertó el analista financiero Christian Buteler en la red X. “Sin mejoras en términos reales de los ingresos, más que [una recuperación económica en] V tendremos L”, agregó.
La duda acerca de si la población tendrá paciencia para soportar el ajuste fue también abordada por la consultora 1816. “¿Qué llega primero, el rebote de la economía o el malhumor social por bajos ingresos?”, se pregunta en su último informe, en el que también se afirma que la fuerte recesión es la contracara de la desinflación y que el salario real de los trabajadores registrados está en niveles mínimos comparables a los de 2002.
Otro tema que el FMI no deja de marcarle al Gobierno. En su visita al país, la número dos del organismo, Gita Gopinath, reclamó una “política monetaria y cambiaria consistente”, pero también preservar el valor de la asistencia social y de las jubilaciones, algo que choca con la idea de Milei de la “licuadora permanente que se vuelve motosierra”.
Pero no todos son pesimistas. Otros economistas, como Spotorno, creen que en el segundo semestre habrá algún rebote de la actividad y del consumo, muy gradual y por sectores, pero recuperación al fin. “Matar la inflación es la mejor manera de generar las condiciones para el rebote”, razona.
Una inesperada tensión con empresas y supermercados
La fuerte suba de los precios, en particular los de los alimentos, obligó a un giro inesperado del ministro Luis Caputo, que convocó por separado a los CEO de empresas líderes de consumo masivo y de los principales supermercados. A las primeras les reprochó que habían aplicado aumentos desmedidos y les dijo que ahora deberían reflejar la “nueva realidad del mercado” en sus listas de precios y no mediante rebajas en las promociones que pasan por debajo del radar del Indec y no impactan en el IPC. A las grandes cadenas les pidió rechazar las listas con aumentos que reciben de esas compañías. La jugada se completó con el fomento a la importación de alimentos de la canasta básica, una herramienta para disciplinar los precios. Medidas que recuerdan a algunas recetas kirchneristas más allá de obvias diferencias de alcance, profundidad y estilos.
El mensaje oficial amenaza con generar más ruido en un sector en el que ya asomaba cierta tensión por el fuerte efecto sustitución que disparó la crisis. Las marcas propias de los supermercados están desplazando a las segundas y terceras marcas de las compañías líderes. En algunos rubros crecieron en casi dos dígitos. Son ellas las que fabrican esos productos a facon para las grandes cadenas, alimentando así a la competencia. Un dilema que aún no terminan de resolver. ¿Por qué lo hacen? “Te bonifican en la venta de algún producto y te garantizan un volumen que de otra manera no podés alcanzar, con eso te tientan”, explica el ejecutivo de una de las empresas. “El gerente de ventas quiere seguir haciéndolo y el gerente de marketing se queja porque nos sacan mercado”, agrega.
El tímido esbozo de intervención en los precios no es la única pausa en el manual ortodoxo de Caputo. También hay un intento de contener los aumentos salariales en las paritarias mediante la no homologación de los acuerdos. Era lo que algunos analistas vienen reclamando al Gobierno como solución duradera que corte la inercia inflacionaria: que el plan de ajuste deje paso a un plan de estabilización integral con alguna dosis de heterodoxia. El objetivo número uno del Gobierno es bajar la inflación, habrá que ver hasta dónde llega en su pragmatismo para conseguirlo.