Un nuevo equilibrio entre la vida personal y la laboral
Mi oficina decidió implementar una política de trabajo remoto a partir del lunes 11 de marzo. Un día antes habíamos tenido una reunión en la que, con mucha empatía y comprensión, una de las vicepresidentas nos preguntó qué consultas teníamos sobre el nuevo coronavirus. A esa altura ya teníamos programas parados y vuelos cancelados. Los comentarios del equipo escalaron pronto y a mitad de la reunión ya había una decisión: "Bueno, a partir de mañana, todo el mundo trabaja desde la casa". Prevención, ante todo.
El primer día de teletrabajo incluyó palabras de ánimo en Slack y fotos de nuestros zapatos o pantuflas. La consigna era vestirse completamente para enfrentar el día laboral y demostrarlo. También hubo imágenes de nuestras mascotas, ahora obligadas a vernos a tiempo completo. Por la tarde aparecieron algunos hijos en las videollamadas.
La cosa no cambió mucho durante los primeros días hasta que alguien publicó un anuncio en Slack: las escuelas del estado de Maryland, que limita con la ciudad de Washington y en el que viven muchos de mis compañeros con sus familias, cerraban a partir del lunes pasado.
"Ahora es cuando el teletrabajo se vuelve realmente interesante", bromeó uno. Después se sumó Virginia, el otro estado vecino. Nueva York, Illinois, España, Francia. La decisión empezó a repetirse en distintos estados y en distintos países, incluido la Argentina.
Son muchos los que durante esta semana no solo tuvieron la oficina en casa, sino también a los hijos en el trabajo. Me empecé a preguntar entonces qué malabares estarán haciendo padres y madres para entretener a sus hijos mientras tienen conferencias con otros compañeros, con clientes, con proveedores. Disney+ estuvo muy atento y subió Frozen II el domingo pasado, tres meses antes de lo planeado. Pero no se trata solo de entretenerlos, de que aprendan cosas nuevas por televisión o sigan sus clases de forma virtual. ¿Qué pasa, por ejemplo, con los más chicos cuando no hay jardines maternales?
Ahora no solo tenemos a los hijos en el trabajo. Tenemos en una sola casa toda nuestra vida, esa que tan prolijamente nos enseñaron a tener balanceada pero separada al mismo tiempo. ¿Qué pasa con ese famoso equilibrio entre vida personal y trabajo cuando todo sucede bajo el mismo techo? Yo solo tengo una gata y es particularmente molesta durante las reuniones de la mañana. Lo advierto durante las videoconferencias apenas empiezan: es probable que Duna se suba a la mesa y la terminen viendo.
Me pregunto si quienes tienen hijos avisarán algo similar en sus charlas laborales. Me gustaría saber cuál es la reacción de los colegas que están del otro lado. Es imposible no pensar durante este tiempo en la imagen del experto que habla desde su casa con la BBC mientras su hija entra en la habitación y su esposa la corre detrás.
La mayor duda que tengo es si esta vez las tareas de cuidado están excepcionalmente repartidas de forma equilibrada. Normalmente no lo están y recaen en las mujeres incluso cuando ambos pueden trabajar desde la casa. Basta recordar el ejemplo de las universidades estadounidenses que daban la misma cantidad de días de licencia a profesores y profesoras.
Hace unos años, un estudio encontró que, a pesar de las buenas intenciones de esa política, las mujeres tenían menos probabilidad de conseguir ascensos. La sospecha es que los varones usaban ese tiempo para trabajar en sus investigaciones y avanzar en su carrera.
Por supuesto, todas estas conjeturas solo son válidas para quienes tienen el lujo de trabajar en forma remota mientras dure la pandemia. Esto no está extendido en la Argentina ni siquiera en las oficinas administrativas. Por eso, en los casos en los que el teletrabajo no fue habilitado y alguien tiene que pedir licencia para quedarse a cuidar a sus hijos, es muy probable que la distribución de las tareas de cuidado sea todavía más desigual.
El distanciamiento social, el teletrabajo y estas tareas me generan muchas preguntas. Me encantaría saber las respuestas. Lo único que sé es que esto nos debería llevar a tener más comprensión con quienes tienen hijos, tengan o no el privilegio de quedarse en sus casas. Nos obliga a adaptarnos a sus nuevas necesidades. No sé si las empresas realmente lo están teniendo en cuenta.
Quizás sea solo lo que quiero ver, pero tengo fe en que cuando todo esto termine vamos a tener más empatía por quienes tienen que cuidar niños. Quizás uno de los resultados sea un nuevo equilibrio entre la vida privada y la laboral, uno más comprensivo.
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