Un mundo que nuestros abuelos no imaginaban
El surgimiento del ferrocarril en el siglo XIX obligó a sincronizar los relojes de todas las ciudades de Inglaterra. Un concepto que, por lo básico, hoy día nos parece obvio, pero en una época en que la comunicación se medía en largas jornadas a caballo, media hora más o menos era irrelevante para la vida y las empresas.
En un contraste dramático, hoy millones de personas saben en el instante exacto en el que un mensaje es leído por su receptor. Las transacciones financieras se realizan en centésimas de segundo al otro lado del planeta, el trabajo y el talento se han transformado en valores que se exportan viajando en fibra óptica y la expectativa de lo que sabemos, adquirimos y comunicamos ha pasado de ser un leve "lo más rápido posible" a un sencillo pero tajante "ahora".
Nos decían que un paso importante en la educación y socialización de los infantes era cultivar la paciencia como contraposición a la satisfacción inmediata. Pues parece ser que hoy nos hemos transformado todos en niños incorregibles. El "ya" ha triunfado generando enormes oportunidades personales, profesionales y económicas.
- Ganan los que están más alejados, las distancias desaparecen. La Argentina en una zona apartada de los centros económicos es un gran ganador: un grupo de creativos produce y exporta películas, especialistas en Recursos Humanos reclutan gente para países europeos y expertos en tecnología desarrollan sistemas, apps y videojuegos que se distribuyen en el mundo.
- Ganan los innovadores, pierden los que confían en ventajas históricas o posiciones antiguamente dominantes: el comercio online triunfa sobre las redes de distribución, los autos serán, en breve, computadoras 4G con ruedas y, en las empresas, el concepto de casa matriz está desapareciendo para convertirse en una federación global de conocimiento.
- Gana el talento por sobre las jerarquías, los organigramas y el capital intensivo: las recetas de comando y control que reinaron por largo tiempo en las corporaciones son inadecuadas para la velocidad de los negocios y las expectativas de la generación que llega.
Una reflexión para los que tienen quejas sobre los jóvenes de la modernidad liquida: ¿no será que ellos nos están advirtiendo y enseñando las lecciones de la conectividad y, si no las aprobamos, tendremos problemas no sólo para entenderlos a ellos sino también para entender la nueva realidad?
Un concepto va ganando terreno en las nuevas jerarquías: la "innovocracia", los que puedan ver el potencial de un mundo conectado, de la acción y reacción instantánea y del cambio de los comportamientos, tendrán un lugar de relevancia en un mercado que late al unísono globalmente.
Y mientras el mundo gira conectado, un chico de primaria le pregunta a su abuelo: ¿cómo hacías vos para buscar en Internet cuando todavía no se habían inventado las computadoras?
Actualmente, la ausencia de conexión instantánea es inimaginable...
El autor es CEO de Accenture para Argentina, Chile y Colombia
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