Un gobierno que empieza a salir de terapia intensiva
El Gobierno parece estar empezando a lograr lo que hasta hace apenas dos meses era impensable. Con la paz cambiaria como telón de fondo, más el aditivo del "efecto Pichetto" y ahora con el acuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea, Mauricio Macri vuelve a crear expectativas. Las novedades económicas oxigenan a un gabinete golpeado por los pésimos resultados.
Las nuevas expectativas difícilmente logren cambiarles la realidad a quienes sufren a diario la inflación del 50% anual o los estragos del parate económico, pero son un activo intangible que contribuye en un momento de gran polarización electoral, con encuestas que en el mejor de los casos le dan un empate técnico al Gobierno en un eventual ballottage.
El oficialismo tiene un importante historial dilapidando activos intangibles. Solo basta ver la caída estrepitosa que sufrió su imagen en apenas 12 meses, entre abril de 2018 y el mismo mes de este año, cuando registró sus índices más bajos de popularidad. En los relevamientos que hace el equipo de campaña de María Eugenia Vidal, la imagen positiva de Mauricio Macri llegó a caer a comienzos de abril a apenas un 29% en la provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más relevante del país. La semana pasada los números mostraban una recuperación, con un 42% de imagen positiva. Un dato que no alcanza para alejar los fantasmas de una derrota bonaerense, pero que al menos sirve para estar en carrera.
Así las cosas, las nuevas expectativas generadas en los últimos dos meses plantean al oficialismo una cantidad de desafíos (y obligaciones). Por lo pronto, en lo que respecta al acuerdo Mercosur-UE, el Gobierno deberá preocuparse por alinear primero al sector privado. Pasado mañana están citados a las 10 de la mañana los representantes de las principales cámaras empresarias en el Ministerio de Producción, un primer paso. "La idea es presentarles el acuerdo con el mayor detalle posible", dice la secretaria de Comercio Exterior, Marisa Bircher.
Detalles
Los funcionarios esperan que los empresarios agroindustriales sean los primeros en subirse al acuerdo. El documento firmado contempla arancel cero para gran parte de los productos agroindustriales del Mercosur, lo que beneficiaría sobre todo a las economías regionales. Para la carne, se prevé un cupo de 99.000 toneladas al año (lo que equivale al 1,2% del consumo anual del bloque), que deberá dividirse entre los socios del Mercosur, pero que será adicional a lo que ya ingresa al mercado europeo dentro de la cuota Hilton (donde la Argentina tiene adjudicadas unas 29.500 toneladas). El nuevo cupo no tendrá la exigencia de calidad de la Hilton.
También se ilusionan con obtener el guiño de los laboratorios nacionales, hasta ahora uno de los sectores de peor relación con Macri (y que con más potencia vino apoyando otras alternativas electorales). La Argentina consiguió dejar fuera del acuerdo con la UE la discusión sobre datos de prueba y exención de patentes.
A todos los exportadores podrán decirles además que el país se comprometió, a pedido de la UE, a no aplicar nuevas retenciones. Aunque el documento contiene una picardía: existen condiciones extremas bajo las cuales el nuevo socio comercial del Mercosur las habilitaría. No es cuestión de atarse de manos en momentos de crisis (un escenario siempre recurrente en la Argentina).
El equipo negociador encabezado por Horacio Reyser (artífice en gran medida del resultado) se envalentona por estas horas con la idea de conseguir sellar un acuerdo de libre comercio con Canadá antes de que termine la gestión de Macri. No solo ayuda la relación personal del Presidente con su par canadiense, Justin Trudeau, sino que también cuenta a su favor con el apuro de Brasil. La Argentina le cederá a ese país la presidencia pro tempore del Mercosur en la Cumbre de Presidentes el 17 de este mes, y entre los negociadores intuyen que Jair Bolsonaro aspira a que su conducción no pase inadvertida.
En la cartera que conduce Dante Sica, por su parte, tienen el objetivo de presentar en el Congreso un proyecto de ley para el fomento de las pymes, en el que vienen trabajando junto con el sector privado desde comienzos de año. Creen que, aun en tiempos de elecciones, cuando la mezquindad le gana a la racionalidad, tendrían margen de éxito, como sucedió en mayo con la ley de economía del conocimiento, que se aprobó por unanimidad en el Senado.
Aquí el problema no pasa por alinear al sector privado, sino al frente interno. La ley, que contempla sobre todo desgravaciones impositivas para empresas (como la posibilidad de que saldos a favor en la AFIP se usen a cuenta de otros impuestos, reducciones de alícuotas para quienes reinviertan utilidades y la aplicación de un esquema intermedio entre el monotributo y el régimen general, entre otros temas), no logra el visto bueno de Hacienda.
Cancerbero de las cuentas públicas, el ministro Nicolás Dujovne teme que algún legislador aproveche el debate en el Congreso para fogonear medidas populistas que pongan en riesgo el cumplimiento de las metas fiscales acordadas con el FMI. No importa que la gente de Sica pueda reglamentar la ley recién en 2020, cosa de no afectar las finitas cuentas de Hacienda.
Economistas como Emmanuel Álvarez Agis, uno de los referentes del espacio Frente de Todos, creen que el déficit este año será del orden del 1,4% del PBI, 0,9 puntos porcentuales más de lo habilitado por el Fondo. En Hacienda insisten en que las cuentas van a cerrar: ayudarán la venta de las centrales Brigadier López y Barragán y pisar algunos pagos (un tipo de contabilidad creativa de la que echan mano todas las gestiones). También (aunque el Gobierno lo niega) ayudará el proceso de desinflación más lento de lo esperado: una inflación de menos del 2% mensual pone en riesgo las cuentas oficiales.
El "piso" de la tasa
Más allá de las gestiones con el sector privado o de los proyectos que pueda presentar el oficialismo, el Gobierno sabe que la premisa básica para mantener las expectativas generadas en las últimas semanas pasa por mantener el dólar a raya. El viernes el Comité de Política Monetaria (Copom) del Banco Central tuvo uno de sus debates más interesantes. Se espera que hoy, antes de que comience la rueda, diga que mantiene su política de tasa de interés mínima, pero en un nivel levemente inferior al 62,5% pautado de abril a junio, y que no modifique su política de no intervención cambiaria si el dólar se opera por debajo del piso de la zona de no intervención ($39,755). El mensaje: sigue la aspiradora y no se emitirán pesos para contener la apreciación del dólar (casi una bendición en año electoral y en pos del control de la inflación).
Al BCRA de Guido Sandleris le está costando cada vez más cumplir la meta de emisión cero que se impuso a comienzos de año (en mayo contó con una ayudita extraordinaria del Banco Nación). Sin embargo, sabe que la tranquilidad cambiaria podría ponerse a prueba a medida que se acerquen las PASO. La virulencia de los movimientos dependerá sobre todo del resultado de esa elección. Si Juntos por el Cambio llegara a perder por una diferencia que el mercado considera irremontable con el Frente de Todos, los precios de los activos -incluyendo el peso- podrían sufrir un cimbronazo.
Sin perder las esperanzas, en el Gobierno ya hay un equipo trabajando en un plan para los primeros 100 días en caso de conseguir la reelección. Saben que, a diferencia de lo que sucedió en 2015, Macri no contaría con la paciencia de los mercados -y de los inversores-. La exigencia de resultados será inmediata. La tarea está a cargo del exministro Francisco Cabrera, pero tiene además una mesa chica de la que participan Leandro Cuccioli (AFIP), Miguel Braun (Hacienda), Gustavo Lopetegui (Energía) y el radical Jesús Rodríguez, último en incorporarse.
Aunque el plan -una visión de corto plazo y una de más largo aliento para los próximos cuatro años- se mantiene en estricta reserva, se basa en algunos ejes como la inserción de la Argentina en el mundo (acuerdos comerciales, viajes presidenciales), el desarrollo financiero (rol del BCRA y de la banca pública) y contempla algunas de las reformas más esperadas por el mercado. En la previsional trabaja el exviceministro Sebastián Galiani, quien hace dos semanas viajó de Maryland, donde vive, a la Argentina para presentarle un primer boceto al ministro Dujovne.
Todo un desafío para un gobierno que no hace mucho, cuando las urnas lo favorecieron, planteó un plan de reformismo permanente que generó grandes expectativas, pero que nunca logró poner en marcha.
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