Un emperador minero en problemas
Ivan Glasenberg, presidente ejecutivo de Glencore, trata de convencer a los mercados que la firma puede manejar sus deudas
LONDRES—La mañana en la que cerró el mayor acuerdo en la historia de la minería, Ivan Glasenberg sacó un mapa en el que aparecían minas en todo el mundo.
El enérgico presidente ejecutivo de Glencore PLC no podía contener su júbilo. Era el 3 de mayo de 2013 y su compañía de corretaje se acababa de fusionar con Xstrata, una de las mayores mineras del mundo, en una operación de US$29.500 mi-llones. Además, había ganado una lucha en la junta directiva por el control de la empresa combinada.
El mapa detallaba su nuevo y creciente imperio, que abarcaba minas de cobre, carbón y zinc, entre otras. Marcó con un círculo las minas de sus competidores que podía añadir a su colección.
"No les quepa la menor duda que seré oportunista", dijo a un grupo de reporteros y editores de The Wall Street Journal en la sede de Glencore en Londres. "Compraremos todo, si tiene sentido desde el punto de vista económico".
Luego fue más cauto. "¿Seguirán siendo fuertes los precios de los commodities para justificar la cantidad de dinero que estamos invirtiendo en una compañía con activos tan abundantes?", se preguntó. "¿Hicimos lo correcto? Es mi principal temor", reconoció.
Más de dos años después, tales temores se han vuelto realidad para Glencore, el conglomerado minero más vapuleado por el derrumbe de los precios de materias primas como el cobre y el carbón.
En el primer semestre de este año, Glencore arrojó una pérdida de US$676 millones y su alto endeudamiento ha ahuyentado a los inversionistas. Su acción ha perdido casi tres cuartos de su valor desde la compra de Xstrata. Ahora trata de detener la hemorragia con la venta de activos y la reducción de su deuda. Glencore anunció el mes pasado la suspensión de dividendo y una emisión de acciones por US$2.500 millones.
Durante años, el estilo intrépido y la franqueza de Glasenberg conquistaron a los inversionistas y exasperaron a sus rivales. No obstante, sus dos mayores apuestas, la salida a bolsa de Glencore y la adquisición de Xstrata, no han dado los frutos esperados. La minera ha perdido casi 83% de su capitalización de mercado desde su debut bursátil, en 2011.
Glasenberg no se ha quedado de brazos cruzados. Ha volado alrededor del mundo para visitar minas, oficinas de corretaje y bancos. En ocasiones, aterriza en dos países en un día para recabar información y aplacar los nervios de los banqueros, los inversionistas y los empleados.
Quienes han hablado con él, señalan que conserva el optimismo y la confianza. Su mensaje es que la reacción de los mercados ha sido exagerada y que el pánico es un efecto secundario de cotizar en bolsa, aunque también ha resaltado los riesgos de asumir demasiada deuda y poseer minas en momentos en que los precios de los commodities son bajos.
Glencore dijo el martes que su negocio "sigue siendo robusto en lo operacional y lo financiero". Glasenberg despachó un equipo de finanzas a las oficinas de Barclays, en Londres, que les dijo a los tenedores de bonos que sus temores acerca de una rebaja de la calificación crediticia de Glencore son exagerados.
Los bancos que trabajan con Glencore insisten en que las finanzas de la minera son sólidas y que hay un plan en marcha para reducir la deuda, pero que la reacción del mercado ha sido irracional.
La junta directiva de Glencore también trata de reforzar la confianza. Su presidente, Tony Hayward, compró acciones por US$138.000. Otro integrante, el ex presidente ejecutivo de Morgan Stanley, John Mack, hizo lo propio por US$673.000 la semana pasada. Los ejecutivos de Glencore invirtieron alrededor de US$540 millones en la compra de acciones cuando la empresa emitió nuevo capital.
Glasenberg sigue sosteniendo ante los inversionistas que la fusión con Xstrata fue una movida excelente, al aportar un robusto flujo de caja y ganancias, según fuentes cercanas a las conversaciones.
El ejecutivo adoptó una estrategia inusual para gestionar sus proyectos mineros. Apostó a que su equipo de corredores podría extraer grandes ganancias al vender la producción de un imperio de minas de segundo y tercer nivel adquiridas a precios de liquidación. Glencore tenía escala —en 2011 comercializaba 60% del zinc, 50% del cobre y 45% del plomo del mundo—, de lo que sus operadores podían sacar provecho con su conocimiento de la oferta y la demanda.
El enfoque funcionó bien durante el auge de las materias primas, cuando la cotización del cobre, el oro, el mineral de hierro y otros commodities se disparó. No obstante, el fin del boom redujo la demanda y dejó al descubierto las ineficiencias y los altos costos de numerosas minas del conglomerado. Los inversionistas volcaron su atención hacia la deuda neta de Glencore, que al 30 de junio ascendía a US$29.600 millones, sin contar el endeudamiento del negocio de corretaje.
Las mineras anglo-australianas Rio Tinto PLC y BHP Billiton Ltd. han tenido un mejor desempeño, pese al derrumbe del precio del hierro, su principal commodity. El año pasado, con los precios de los commodities ya golpeados, el ejecutivo apostó a una fusión con Rio Tinto, que esta rechazó. Glasenberg "siempre ha tenido una tolerancia muy alta por el riesgo, y ahora eso lo ha perjudicado", dice Anthony Sedgwick, gestor de fondos de Abax Investments en Sudáfrica y ex inversionista de Glencore.
Glasenberg es uno de los mayores accionistas de Glencore tras haber conservado una participación de casi US$10.000 millones en la salida a bolsa en 2011, ahora valorada en unos US$1.700 millones.
Nacido en Sudáfrica en 1957 y criado en Johannesburgo, Glasenberg se incorporó en 1984 a la firma de corretaje del controvertido financista Marc Rich. Allí ascendió rápidamente para en 1990 tomar control de las operaciones globales de carbón del grupo. En 1994, Glasenberg y un grupo de ejecutivos le compraron la firma a Rich y lanzaron Glencore.
Hasta entonces, la firma de corretaje había evitado ser propietaria de grandes activos mineros, a los que los operadores veían como imprevisibles y sujetos a los derrumbes de precios. Sin embargo, Glencore, bajo la dirección de Glasenberg y el entonces presidente ejecutivo, Willy Strothotte, exhibió un apetito por acuerdos mineros en lugares impredecibles y riesgosos. En 1995, se quedó con un proyecto carbonífero en Colombia cuando el país enfrentaba una sangrienta guerra contra el narcotráfico. Dos años después, compró una participación mayoritaria en una compañía en la antigua república soviética de Kazajistán, además de activos mineros en la Sudáfrica que emergía de décadas de apartheid.
Glencore se convirtió en la compañía a la que había que acudir para vender activos que otros no querían, dice Dick Evans, ex presidente ejecutivo de Alcan Inc., el gigante del aluminio.
Glasenberg, a quien le gusta decir que comprará "cualquier cosa si el precio es bueno", justifica esas adquisiciones diciendo que pueden proveer buen retorno sobre el capital si los precios son favorables.
Alex MacDonald contribuyó a este artículo.
The Wall Street Journal