La cifra a la que se aferra el Gobierno y la oposición anticipa inalcanzable
El ministro de Economía pasó por el Congreso para defender la “ley de leyes”; las principales críticas fueron a la falta de precisiones sobre el combate a la suba generalizada de precios
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Sergio Massa regresó a su viejo lugar de trabajo. Esta vez, con el Presupuesto bajo el brazo y ya como ministro, llegó a pedirles a sus viejos compañeros que lo acompañen con el voto para tener la “ley de leyes” vigente el año que viene. Seguramente, la tendrá. Eso sí, desde todos los bloques le marcaron que esos números estaban anclados en una cifra que luce casi una ficción: una inflación de 60% para 2023.
“No hay una medida que baje la inflación -dijo Massa-. Y tampoco soy mago. En los pasitos finales de mi vida política quiero hacer esto bien. La combinación de la política monetaria y la fiscal; la política de acumulación de reservas y la inversión pública y privada son las variables que permiten construir las proyecciones. Sentimos que una propuesta de 60% de inflación es conservadora y que si lo hacemos todos juntos podemos bajar más la inflación. Cada uno tiene que poner su parte.”
Tan vago como ese párrafo fueron las menciones del ministro sobre la inflación sobre la que se basa todo el presupuesto. Justamente, ese 60% que está estampado en el proyecto es el que generó las mayores críticas. De hecho, surgió como un vicio de origen en la presentación.
Massa se sentó 44 minutos después de la hora fijada (las 14), y tardó 1 hora, 15 minutos y 43 segundos en pronunciar la palabra inflación, justamente, la base sobre la que se calcula cada una de las cifras que explicó en el Congreso. En año mundialista, gambeteó el tema a lo Messi hasta que las preguntas lo acorralaron. “Nuestro principal objetivo es bajar la inflación para bajar la tasa de interés (sic)”, dijo, al contestar una de ellas. Ahí aprovechó para mencionar otro tema que había pasado de largo: la brecha cambiaria.
Pero, más allá de los números, la presentación del exintendente de Tigre frente a sus excompañeros de trabajo es, quizá, lo más parecido a un discurso económico que un funcionario kirchnerista haya pronunciado en este cuarto gobierno de esa facción política. Sucede que, a diferencia del presidente Alberto Fernández, que se limita a enumerar cifras de crecimiento o de bienestar que lo posicionan en un país que no se deja ver, Massa optó por titular algunas medidas que se propone tomar.
La Argentina ha transitado en el último tiempo, especialmente desde el ocaso del exministro Martín Guzmán, por una acefalía en materia económica. Nadie explicó, en ningún momento de la crisis que se vivió entre junio y agosto, cuál sería el destino de la política económica, qué medidas se aplicarían o cuál era la hoja de ruta para una población que veía como el dinero se esfumaba y la inflación pasaba de un rango de entre 60% y 70% proyectada para 2022 al actual 100%. Apenas un punteo, tan solo un manojo de intenciones con escasos “cómo realizarlas” alcanzó como para ver “Presidente consorte” en medio de la apatía de todo el Gabinete.
Justamente para ir hacia ese destino pidió ayuda y compañía de la oposición. No se lo podía interrumpir cuando habló pero bien podría haberle preguntado cualquier diputado si ese camino ortodoxo que empieza a transcurrir con su gestión iba a tener, también, el guiño del kirchnerismo duro. Esa palanca política de los propios en un año electoral es uno de los grandes interrogantes que no podrá despejar ni el más perfecto de todos los presupuestos.
Lo que ha hecho Massa es girar hacia la ortodoxia tan rápido que bien podría desorientar a más de un kirchnerista distraído. Tan disruptivo es el viraje que son pocos los que podrían afirmar que en esa hoja de ruta lo acompañará Cristina Kirchner, la socia mayoritaria de la coalición gobernante de la que el ministro tiene muchas menos acciones, aunque varias más que el deslucido presidente Alberto Fernández.
La respuesta a ese interrogante llegó pocos minutos después. Mientras Massa disfrutaba de un paso tranquilo por la cámara baja, la expresidenta arremetió contra el ministro y su creación. “El ministerio de Economía ha trabajado duro en todas las áreas de su competencia, pero es necesaria una política de intervención más precisa y efectiva en el sector y, al mismo tiempo, diseñar un instrumento que refuerce la seguridad alimentaria en materia de indigencia”, dijo, a propósito de los números de pobreza que se difundieron a media tarde.
Los datos macroeconómicos sobre los que se basó son conocidos. “El presupuesto es realista y se planteó con responsabilidad. La inflación proyectada será de 60% y la tasa de ajuste cambiario, de 62%. El crecimiento de las exportaciones, de 7,1%, y está basado en tres pilares: economía del conocimiento, minería y agroindustria. Acá excluyo a energía, que es un rubro con crecimiento, pero que aún no tiene la infraestructura necesaria para exportar, con la salvedad de algunos envíos a Chile”, dijo.
La política energética tuvo su lugar. No es para menos: según las palabras del ministro, la guerra le costó al país 4900 millones de dólares sólo por la importación de gas natural licuado (GNL). Como ya se sabe, el gasoducto Néstor Kirchner es la principal apuesta de infraestructura para bajar el gasto energético con menos necesidad de importar; el resto del esfuerzo para que los subsidios caigan, lo harán los usuarios. “No queremos que la gente pague más sino que ahorre energía”, dijo, en una muestra fenomenal de los eufemismos a los que deberá hacer para que la tropa dura del kirchnerismo puede digerir el aumento de tarifas de electricidad, gas y agua en pleno año electoral.
La política de suba de tarifas, que Massa defiende a solas en medio de un Gobierno que guarda incómodo silencio, es medular para cumplir con las metas del Fondo Monetario Internacional (FMI), además de ser vital para bajar el gasto público. Pero mal que le pese al ministro, en este punto parece tener más apoyo de los ajenos que de los propios. De hecho, cuando en marzo se aplique la tarifa plena después de que los aumentos escalonados sedimenten, no son pocos los que se aventuran a predecir que el humor social pasará factura, en momentos donde la política cuanta los palotes para elegir candidatos y fórmulas.
Ya se sabe que los números de las partidas son meras anécdotas y así pasaron por la presentación de Massa. Se habla de billones, o de miles de millones que serán cambiados de destino el año que viene a tiro de decreto o de resolución de la Jefatura de Gabinete. Pero sí hubo un paréntesis en un tema que hasta ahora jamás había sido puesto en revisión por ningún kirchnerista. Se trata de los regímenes impositivos diferenciales que existen, desde el de Tierra del Fuego hasta sectores de empleados privados, los petroleros, por caso, que no pagan impuesto a las ganancias. El exdiputado se animó a enviar ese detalle en una “separata” para que sea tratado en el Congreso. Alguien le dijo que él no era un comentarista sino el ministro. Y Massa, a lo Messi, conocedor de las gambetas y consciente de que con lo que tiene no le alcanza para cantar truco, se aferró a sus excompañeros de trabajo: “Al menos es bueno discutirlo en el Congreso”. Cerro. Y se fue satisfecho sabedor que tendrá su Presupuesto en 2023.
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