Se trata del mijo anual, una gramínea nativa del continente africano que se destaca por su resistencia a condiciones climáticas adversas y su capacidad para prosperar en suelos de baja calidad; tiene como destino el consumo humano y animal
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En las regiones agrícolas de la Argentina, un cultivo del que poco se conoce y emerge como un recurso valioso para la alimentación de ganado. Es una gramínea nativa del continente africano y se destaca por su resistencia a condiciones climáticas adversas, su habilidad para prosperar en suelos de baja calidad y su tolerancia a la sequía. Se trata del mijo anual, un cultivo que crece en superficie año a año en el país.
En la Argentina, en la campaña 2021/2022, se sembraron un total de 22.850 de hectáreas de mijo anual para pastoreo directo, lo que representa un incremento de 14.852 hectáreas respecto de cuatro años atrás. Desde entonces, se observó un crecimiento constante, de alrededor del 20% en la superficie cultivada cada año. Así lo revelan los datos de la Secretaria de Agricultura.
“Es un cultivo que es sumamente tolerante a la sequía”, señala Andrea Lauric, ingeniera agrónoma e integrante de INTA Bahía Blanca. Esta característica señalada por la experta no pasa desapercibida en un contexto en el que los productores ganaderos buscan alternativas forrajeras para asegurar la disponibilidad de alimento para sus animales en medio de la sequía.
La especialista participó de la celebración del Día Mundial de la Alimentación 2023, organizada por la FAO, el INTA, la Asociación de Periodistas Agroalimentarios de Buenos Aires y el Mercado Central. Allí, expertos en nutrición y agricultura se reunieron para difundir los beneficios del mijo tanto para la alimentación humana como para forraje.
Lauric explicó que existen dos tipos de mijo, el mencionado mijo anual o conocido científicamente como penicum miliaceum, y el mijo perenne, o penicum coloratum. La diferencia radica en que el primero, como su nombre lo indica, es un cultivo que se siembra anualmente, y que se puede usar tanto para pastoreo directo como para el consumo humano, ya sea en grano para la elaboración de bebidas alcohólicas y harinas.
Además, se puede utilizar para confección de heno, alimento para aves. Mientras que el mijo perenne dura entre 10 a 30 años y solo se puede destinar a pastoreo directo o diferido.
Ambos, explicó Lauric, son carbono cuatro lo que significa que “son más eficientes en el aprovechamiento del agua por varios mecanismos, lo que implica mayor crecimiento en centímetros por milímetro caído”.
En ese sentido, comentó que esta cualidad lo hace valioso para regiones semiáridas en donde la disponibilidad de agua puede ser un problema por la variabilidad. “Este año, en Bahía Blanca enfrentamos una situación crítica en cuanto a las precipitaciones, con un déficit de lluvias del 50% con respecto del promedio histórico. Deberíamos estar recibiendo alrededor de 500 milímetros de lluvia, pero apenas hemos alcanzado los 300. Estamos en desastre agropecuaria, pero fuimos al campo hace una semana y esta rebrotando el mijo con el rocío”, dice.
En ese caso, explicó que se trataba del mijo perenne el cual ”presenta un tipo de latencia y cuando vuelve a llover rebrota y se desarrolla con normalidad”. En tanto, en el caso del mijo anual, que se siembra una vez al año, explicó que esta resistencia a la sequía se debe a su eficiencia en el uso del agua, que a su vez es consecuencia de su ciclo de crecimiento corto. En rigor, indicó que la siembra se lleva a cabo desde mediados de octubre, y en tan solo 40 días ya se dispone de pasto para el animal.
“La idea es pensar al mijo perenne entre otras especies perennes como columna vertebral de las cadenas forrajeras en ambientes semiáridos para la generación de fibra segura y los verdeos anuales en momentos estratégicos para categorías de alta demanda nutricional como los terneros o la vaca preservicio o lactante”, comentó.
La calidad y el rendimiento de ambos tipos de mijo, explicó, es muy variable según la fertilidad y profundidad del suelo, sistema de pastoreo, las precipitaciones mensuales y anuales, etc. Los rindes oscilan entre 2000 y 7000 kg de materia seca por hectárea.
“Siempre existe mayor seguridad en el mijo perenne con pisos de 2000 kg de materia seca por hectárea, ya que el cultivo esta implantado y actúa como una trampa de agua, mientras que el mijo anual hay que implantarlo todos los años. Son dos cultivos con objetivos diferentes”, añadió.
En cuanto los desafíos que presentan ambos cultivos, la especialista manifestó que uno de ellos es la falta de fertilización. “Nosotros tratamos de explicarle al productor que la forrajera es lo mismo que el trigo, la pastura es lo mismo porque si se estuvo sacando durante cinco años pasto, por cada mil kilos de pasto se deben aplicar 30 kilos de nitrógeno”, explicó. “Como es tan caro el fertilizante tratamos de estimularlo con pastoreo rotativo intensivo, que los productores vayan rotando 100 vacas en un día por hectárea para que con las heces recuperen el suelo”, agregó.
Por otro lado, los desafíos con los que se enfrentan es la cosecha de la semilla. “Se realiza de manera artesanal. Alrededor del 20 de diciembre, es necesario hilvanarlo, trasladarlo a un galpón, secarlo y darle la vuelta durante varios días para preservar el germen y, a pesar de todos estos esfuerzos, no existe ninguna garantía. En el mejor de los casos, logran obtener un 30% a un 40% de poder germinativo”, comentó.
Mijo para consumo humano
Además de su valor como alimento animal, los especialistas también se refirieron al mijo como un valioso recurso para la alimentación humana. En ese sentido, destacan que el mijo es rico en nutrientes esenciales como proteínas, fibra, vitaminas y minerales, lo que lo convierte en un alimento valioso para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, por lo que puede desempeñar un papel importante en la lucha contra el hambre, la malnutrición y la promoción de la agricultura sostenible. Además es libre de gluten, por lo que es una opción segura para las personas con celiaquía.
“Podemos lograr un mundo donde nadie pase hambre, donde todos tengan acceso a alimentos nutritivos y donde la agricultura sea sostenible para las generaciones futuras, lo cual implica producir más alimentos con menor consumo de agua”, afirmó el representante de la FAO en Argentina, Jorge Meza.
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