Un caso líder y exitoso para la estabilidad
El cuarto aniversario del plan Real encuentra a los países de la región embarcados en una intensa batalla de defensa de la estabilidad y en procura de amortiguar todo lo posible el impacto de la crisis asiática. Con 160 millones de habitantes, y un PBI superior a 800.000 millones de dólares, Brasil constituye un caso líder para los observadores del resto del mundo.
El plan Real ha sido especialmente exitoso en el objetivo principal de abatir la hiperinflación previa. Actualmente, la inflación brasileña ha alcanzado parámetros de los principales países desarrollados. Si a esto se suma la performance de la Argentina y de otros países de la región, se tiene la presencia de un inédito bloque de estabilidad.Pocas veces en este siglo América latina ha ofrecido este cuadro de situación. El éxito del plan Real no quiere decir que los logros hayan sido gratuitos, ni que esté garantizada de aquí en más la estabilidad.
Desde el punto de vista del nivel de actividad, si bien Brasil superó el estancamiento de los años previos al plan Real, todavía sigue empapado en una suerte de "stop and go", encontrando límites al crecimiento por desequilibrios de distinto tipo, que han estado aflorando cada vez que la economía comenzaba a acelerarse.
Asimismo, pese a una inflación que ha caído a menos del 3% anual, la tasa de interés en moneda local tiene un piso del orden del 20% anual, un nivel sumamente elevado que refleja el exagerado crecimiento de la deuda interna, un déficit fiscal superior al 6% anual, y un régimen cambiario que todavía genera incertidumbre.
Hay consenso en considerar a la abultada deuda interna como un verdadero "talón de Aquiles" de la economía brasileña. Al finalizar el primer trimestre de este año, consolidando los niveles federal y estadual, la deuda interna exigible superará los 315.000 millones de reales, con un ritmo de crecimiento preocupante.
Cortar la espiral ascendente
La consolidación del plan Real requiere cortar la espiral ascendente de la deuda interna y el instrumento elegido por el Ejecutivo brasileño (con el respaldo del Legislativo) es el de utilizar parte de los ingresos por privatizaciones para rescatar estos títulos. De acuerdo con estimaciones coincidentes de diversos bancos de inversión, de aquí a dos años el valor de las participaciones estatales por ser transferidas alcanzaría los US$ 65.000 millones.
En la medida en que Brasil avance en el objetivo de reducir la deuda interna, y la confianza en el plan Real se vaya afianzando, entonces podrá verificarse una caída sostenida en la tasa de interés en moneda local. Los beneficios no serán sólo para las empresas y familias tomadoras de crédito: una menor carga de intereses de deuda interna permitirá a los gobiernos estaduales y al gobierno federal reducir sus déficit y simultáneamente reorientar partidas hacia el gasto social.
Ahora bien, este escenario implica profundizar las reformas emprendidas en Brasil, pero aprovechando avances ya concretados. Otras alternativas, como el camino de la devaluación y el replanteo de reglas de juego en vigor, terminarían siendo más costosas y seguramente menos eficaces.
Al respecto, la experiencia mexicana del tequila podría considerarse aleccionadora para el caso brasileño. Obsérvese que, en la actualidad, el tipo de cambio real en México registra aproximadamente un 10% de depreciación respecto de los niveles previos a diciembre de 1994.
Es decir, la drástica devaluación del peso que se desató a fines del 94 terminó siendo absorbida en gran medida por los ajustes de precios que ocurrieron a posteriori.La competitividad mexicana ha mejorado escasamente por la vía cambiaria (mucho menos que lo que está ocurriendo en forma genuina por inversiones y tecnología de cara al Nafta), pero esta comprobación no nos ahorra los tremendos costos que el tequila hizo incurrir al país y a la región.
Debe computarse, entre otras cosas, que el salvamento al sistema financiero costó al Estado mexicano (a los contribuyentes) entre 13 y 14 puntos del PBI, aunque también es cierto que la devaluación azteca fue la exteriorización de una serie de desarreglos macroeconómicos y no una medida aislada.
Dada esta experiencia, si Brasil considera que necesita mejorar su competitividad, parece más apropiado hacerlo manteniendo la política cambiaria y dinamizando las reformas orientadas a la desregulación de la economía, al mejoramiento de la infraestructura y la logística del comercio exterior, a la prestación de bienes y servicios en un marco de competencia.
Todas las mediciones arrojan que desde mediados del año último el tipo de cambio real se está depreciando contra el dólar. La devaluación del Real se desliza más rápidamente que la evolución de los precios internos relevantes, un fenómeno que está mejorando la capacidad exportadora de las empresas instaladas en el vecino país.
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