Tres escenarios caóticos, selfies con Patricia Bullrich y chill out en una bodega
Qué ven en Juntos por el Cambio de cara a las elecciones; el detrás de escena de la visita de la candidata presidencial y un encuentro empresario paralelo son vino, choripanes y empanadas
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MAR DEL PLATA.- Antes de que Patricia Bullrich llegara al Coloquio de IDEA y de que Javier Milei diera rienda suelta a su contracumbre en Mar del Plata, los escenarios que se abren en las próximas semanas fueron la comidilla de desayunos con CEO, cenas frente al puerto, cumbres en el Torreón o el chill out en una bodega en Chapadmalal. Se trata de los secretos a voces en los pasillos extendidos del encuentro empresarial más importante de la Argentina.
En el Sheraton, donde se desarrolla la cumbre, un hombre de Juntos por el Cambio especulaba –con interés- sobre las proyecciones que se abren en estos días. “Si Massa queda afuera, habrá un ministro por siete semanas sin botonera. No hay cerealera que lo vaya a atender”, afirmó. “Y si Milei saca mucha ventaja se gatilla una aceleración nominal”, agregó. Pero, según su visión, el peor escenario es una segunda vuelta entre ellos dos: allí se mixturan un Libertario empujando una dolarización, y un ministro de Economía y candidato profundizando un Plan Platita y la emisión. “Si Patricia llega a la segunda vuelta puede ser un bálsamo de contención, pero su ingreso y la salida de Massa también complicará el juego”, dijo.“En el 89, Alfonsín perdió el poder político y tenía en la oposición a Menem prometiendo el salariazo”, recordó.
Antes, el ex ministro de Cambiemos, Dante Sica, había sugerido un escenario parecido: “Estamos entrando a un sendero de hiperinflación. Lo frena que hay elecciones ahora y eso implica que hay expectativas de que en el corto plazo un gobierno nuevo meta un cambio”. Hernán Lacunza, otro ex ministro, describía la misma situación delicada. “Los nervios en el mercado de cambios son una reacción al Plan Platita y al jubileo impositivo post PASO. Tres semanas después de eso, con más maquinita y déficit, comienza una corrida contra el peso. Es muy peligroso; una cornisa”, dijo el economista, que agregó que enfrente otro candidato, por Milei, habla de la dolarización. “Todos se van antes al dólar, por las dudas”.
Pero los mitines habían comenzado bien temprano, antes que esos ex funcionarios revolotearan por el lobby, incluso el miércoles por la noche. Hubo cenas de empresarios, medios, políticos y banqueros en Viento en Popa y en Sarasanegro, dos clásicos restaurantes de la ciudad. También hubo lugar para el arribo de miembros de “la fuerza del cielo”, como se autoproclaman los libertarios, al bar Estación Central. Organizaban allí Quilmes y Globant.
Cumbre con CEO’s
El jueves por la mañana, en el bar del hotel Sheraton, el candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio, Luis Petri, desayunó con 15 CEO’s. “Le preguntaron mucho por temas laborales y sobre la viabilidad real de que se puedan hacer cambios profundos en un contexto social complicado”, contó uno de los presentes. Se habló también, contó, de la importancia que tendría para el auditorio el discurso de Bullrich en IDEA y el domingo en el debate presidencial.
Es que había dudas. “Hoy hay un solo algoritmo en la Argentina. Se llama Milei”, dijo un astuto analista político. “Patricia se levantó el 14 de agosto (tras las PASO) y estaba en un no lugar, se había convertido en Horacio Rodríguez Larreta. Massa hizo todo bien. No perdió ni un solo voto, lo que es un milagro en este contexto”, analizó.
Bullrich había prometido pasar a las 11 por el Torreón antes de llegar a IDEA, pero no pudo ser. Allí la esperaban para presentar su libro. El acto fue entonces para el candidato a gobernador Néstor Grindetti. Acompañaban Guillermo Montenegro, Alejandro Finocchiaro y Gabriel Sánchez Zinny. El más fotografiado, sin embargo, era Maximiliano Abad, hombre fuerte de la UCR en la provinciay del que se esperaban señales más duras contra la corrupción luego de destapado el caso Chocolate Rigau. La charla, por lo bajo, era sobre cómo cambiar el rumbo de la trunca campaña de Juntos. Sin hablar de casos particulares, Grindetti habló de casos de “corrupción terribles” cuando hay un 64% de pobreza infantil.
Afuera del Torreón también se hablaba de Milei y su contracumbre. “Yo quería saber qué iba a hacer Milei con las Leliqs”, dijo un funcionario del PRO que iba a pasar por lo del Libertario y se quejaba de que se hubiera masificado el encuentro. “Miguel Pesce ya dijo qué iba a pasar con las Leliqs”, le dijo LA NACION haciendo referencia al comunicado del BCRA esta semana. “No puedo creer que en la casa del ahorcado hablen de la soga”, respondió ese experto en finanzas.
“Me vas a preguntar por qué voy a lo de Milei”, se quejó Daniel Funes de Rioja, titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), que se quedó a escuchar a Bullrich y partió, como muchos, al bar Furia. Con cierto temor, desde Buenos Aires llamaban a los medios para que, si se publicaban nombres de empresarios, no se los mencionara.
Bullrich llegó al Sheraton con Petri, Grindetti, María Eugenia Vidal, Hernán Lombardi, entre otros. Apenas bajó las escaleras, en la antesala del auditorio, Martín Cabrales, le besó la mano. Más atrás, llegaban Nicolás Massot y Emilio Monzó, que ya habían pasado la noche en esta ciudad y participado de encuentros con empresarios, banqueros y medios junto al puerto.
Selfies con Bullrich
El salón principal estaba repleto. Muchos suspiraron. Bullrich fue aplaudida siete veces en el escenario. Prometió darle el poder a la gente y no al Estado, sacar el cepo lo más rápido posible, que ningún funcionario pueda prohibir importar o exportar, eliminar trabas, una reforma laboral, reformar la carta orgánica del Banco Central y solidez fiscal.
Describió al Estado como un “monstruo” de impedir y habló de instituciones “infiltradas por la corrupción”. A las 13.40 le dijeron que se acababa el tiempo y dijo que no tenía problema en extenderse. Había que hacer esperar a Javier Milei a 20 minutos del Sheraton. Hubo risas. Dos minutos después, algunos empresarios se levantaron. Eran pocos. “¿Te vas para lo de Milei?”, preguntó LA NACION a uno por whatsapp. “No todavía”, respondió. Diez minutos después, Bullrich cerró: “Lo único que no vamos a negociar es el cambio”. Hubo una ovación de pie y una salida apresurada con cola en el guardarropa. Sin embargo, varios aprovecharon para sacarse selfies con Bullrich. “Esa es la Patricia que queremos escuchar”, dijo un hombre de negocios. Dos o tres de sus colegas coincidieron con que había sido su mejor presentación en mucho tiempo. Un importante industrial le deseó suerte con el debate del próximo domingo.
“¿Qué opina de la contracumbre de Milei?”, le preguntó a Bullrich LA NACION atrás del escenario. “Es una excentricidad. Eso se hace todos los años”, lo minimizó. “Me veo bien el domingo”, anticipó y criticó al libertario: “La gente se empieza a preguntar quién lo va a acompañar y qué hay atrás de sus propuestas. De la dolarización ya cada vez habla menos”, dijo.
Vino, relax y realidad
A media tarde, la bodega Costa & Pampa albergó a varios empresarios, aunque menos políticos que el año pasado. La campaña comprime los tiempos. Estaban, entre otros, Carlos Ormachea (Tecpetrol), Diego Coatz (UIA), Pablo Sibilla (Renault), Oscar Andreani, Matías Campodónico (Dow). En un pequeño living al aire libre, también la funcionaria del Ministerio de Interior, Paula Español, a la que le tocó compartir avión con Milei y que, de paso en Mar del Plata por una reunión de trabajo, decidió transitar los pasillos de IDEA y la bodega de Peñaflor.
Los problemas reales fluyeron como el buen vino, las empanadas, los choripanes y los sandwiches de carne. Las alimenticias se quejaban del 70% de brecha existente entre los precios de los supermercados y los de los pequeños comercios, y alertaban que todo está atado a un dólar oficial fijo a $350. “Si devalúan y sacan las trabas, nos vamos al doble de inflación en alimentos”, advirtió un directivo mientras se rumoreaba que en la Secretaría de Comercio venían pidiendo en estos días “contener” y “tapar”. Contener los precios y tapar los baches de faltantes en góndolas.
Las automotrices, el cambio, temían por las dificultades por la importación de insumos y por los problemas con los pagos que hacen crecer la deuda comercial de las empresas argentinas con proveedores y casas matrices. Una herencia maldita. La presión fiscal dio el presente. Un hombre se acercó al tributarista César Litvin y le entregó una copa de vino. “Para que me baje los impuestos”, bromeó. Litvin había sido el único nombrado directamente por Bullrich en el discurso principal.
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