Trátese con cuidado: 2022, año frágil
La calle estuvo desbordada hasta Navidad. El consumo masivo creció 5,4% en noviembre. El de bebidas con alcohol, 12,5%, según datos de Scentia. El verano será récord. En la costa atlántica esperan lleno total para fin de año y enero. En Bariloche ya piden que no vayan turistas sin reserva. Los recitales y eventos de todo tipo, personales y laborales, están en boom. Se confirma que nuestro espíritu gregario convive armoniosamente con el auge digital. La revancha de la vida finalmente llegó. El fenómeno es global y es propio de la dinámica de la pandemia. Después de tanto malestar, el bienestar no tiene precio. Estamos en la ansiada etapa de la sanación. El punto es que cuando creíamos que sería definitiva, comenzamos a ver con decepción y ansiedad que en realidad es apenas preventiva.
Resulta tan legítimo celebrar este momento como preocuparse por lo que podría ocurrir en el futuro próximo. El hemisferio norte, que ya sabemos que adelanta 6 meses, nos envía la noticia que menos queríamos recibir: la pandemia no terminó.
El año que se inicia debe ser tratado con cuidado. Anida en su fisonomía una extrema fragilidad. Esa debilidad intrínseca está generada por fuerzas que emergen de tres fuentes distintas: el virus, la economía cotidiana y el humor social. Usinas de complejidad que, para peor, se retroalimentan entre sí.
1. Pandemia, temporada 3
Países Bajos definió una nueva cuarentena hasta el 14 de enero, llevándose a su paso las celebraciones de diciembre. La OMS recomendó de manera explícita evitar los tradicionales festejos. En España y Francia el fin de semana se batieron récords de contagios, incluso por encima de la primera ola. Se suspendieron partidos de la NBA y de la Premier League y 6000 vuelos. No por una restricción, sino por una imposibilidad: sus protagonistas, ya fueran deportistas de elite, pilotos o tripulantes, estaban contagiados. En Nueva York, sin el pasaporte sanitario no se puede acceder a casi ningún restaurant o museo, ni siquiera a muchos locales comerciales. Aun sin ser un requisito legal, buena parte de la población continúa usando barbijo en la calle. La gobernadora del estado, Kathy Hochul, acaba de decretar el uso de la máscara de manera obligatoria en todo lugar cerrado que no exija la vacunación. En un tuit del 10 de diciembre, donde anunciaba la medida, expresó: “Comparto la frustración de los neoyorquinos por no haber dejado atrás esta pandemia, pero el invierno está aquí y debemos entrar en acción. Mis dos prioridades son proteger la salud de las personas y proteger la salud de la economía”.
Los científicos aún no logran determinar la gravedad de una situación que se creía superada. Ante la duda, los gobiernos toman medidas drásticas rápidamente. Cuando corrían hacia la normalidad, los dados cayeron en el fatídico “vuelve a empezar”.
Al anunciar el nuevo cierre de Países Bajos, Mark Rutte, el primer ministro, dijo: “Estoy aquí esta noche con un estado de ánimo sombrío. Para resumirlo en una oración, Holanda volverá al confinamiento a partir de mañana”.
Se aprecia una mezcla de aprendizaje, cansancio, temor y empatía en la estructura de su mensaje, sobre todo cuando combina la sobriedad con la confesión de su sombrío estado de ánimo. Algo similar puede decodificarse en el caso de la gobernadora Hochul al usar el término frustración para darle sentido al resto de sus palabras. Ambos saben que las instancias de la pandemia son todas diferentes. Y a medida que una ola se apoya sobre las heridas aún no cicatrizadas de la anterior, el impacto emocional y el comportamiento social resultan impredecibles.
2. Economía rápida y furiosa
Es lógico que el Gobierno celebre la recuperación económica de 2021. Había proyectado un crecimiento del PBI del 5,5% y terminó siendo del 10%. En buena parte, gracias a los ingresos extraordinarios que aportó el campo. Pudo contener el dólar oficial en el año electoral, tal como se propuso. Y eludió corregir las tarifas de servicios públicos. El desempleo tuvo una reducción muy significativa. Pasó del 11,7% en el tercer trimestre del año pasado, al 8,2% en el mismo trimestre de este año.
Quedó demostrado de manera cabal: no hay medida que genere más reactivación que “soltar” a la economía de todas las limitaciones que se impusieron con la cuarentena.
Con estos números, el análisis superficial supondría un estado de gracia entre la sociedad y el Poder Ejecutivo. Ocurre lo contrario. El índice de confianza en el gobierno que publica la Universidad Di Tella y mide Poliarquía mostró en la última medición el piso histórico para esta gestión: 1,42 puntos en una escala que va de 1 a 5 puntos. Había llegado a tener un máximo de 3,29 puntos en abril de 2020, al comienzo de la pandemia. Desde entonces hasta ahora la caída fue del 57%. Algo similar señala la medición mensual de Synopsis. La imagen positiva que tienen los ciudadanos sobre la gestión hizo techo aquel abril, al alcanzar el 59%, mientras que en este diciembre alcanzó apenas los 26 puntos.
¿Por qué? Hay varios motivos. No todos económicos. Pero desde este ángulo, la explicación es clara: el Gobierno pudo hacer muchas cosas, pero al costo de una que no pudo hacer: contener la inflación. Para el 47% de los argentinos la suba de precios es hoy su principal preocupación, según la citada medición de Synopsis. Es el máximo valor que alcanzó este indicador en los últimos 5 años. En abril de 2020 era apenas 11%. Aprobación e inflación son variables inversamente proporcionales. Cara y reverso de la misma moneda.
De ahora a marzo habrá que resolver el acuerdo o no con el FMI. La carta recientemente publicada por el organismo internacional pudo haber sido malinterpretada. Dice que se equivocó en el acuerdo anterior, sí. Pero implícitamente envía un mensaje escondido en la entrelínea: pecó por omisión, no por exceso. Si hoy lamenta no haber exigido más, ¿qué haría ante un eventual nuevo acuerdo? Es altamente probable que exija tanto una suba de tarifas como un ajuste en el valor del dólar oficial para achicar la brecha con el blue, que tanto el mercado como la calle descuentan, pero que el Gobierno intenta eludir.
Los escenarios 2022 de Ecolatina contemplan tanto una posibilidad como la otra. En caso de haber un acuerdo, que es el escenario base, la economía crecería 2,2% con una inflación todavía muy alta: 49%. En caso de no concretarse, sería peor: habría una caída del PBI de 1,6% y una inflación del 67%.
Ninguno de los dos promete la tranquilidad que tanto anhelan los argentinos.
3. La gente está al límite
Lo venimos registrando de manera sistemática en nuestro monitor cualitativo del humor social y puede palparse en el devenir cotidiano: hay hipersensibilidad. La salida y la apertura son valoradas, pero las heridas de guerra que dejaron estos últimos dos años en múltiples ámbitos de la vida individual y colectiva nos obligan a escuchar con suma atención lo que dice la calle en su propio lenguaje: “La mecha está corta”.
El Observatorio de Psicología Social de la UBA concluyó recientemente su último análisis del estado anímico de la población. Lo hizo este diciembre, sobre la base de 1000 entrevistas en todo el país, y se encontró con una foto ambigua, dual, contradictoria. El balance sobre el año que concluye es, en general, bueno en términos personales. Se destacan dos aspectos muy singulares y relevantes: el 74% de los ciudadanos tienen una evaluación positiva de sus relaciones familiares y el 61%, de su salud física. Volver a la vida es obvio que nos hace bien.
En cambio, el balance es mayoritariamente negativo en la mirada de lo que excede el ámbito privado. El 82% cree que fue un año malo para el país en lo que refiere a la justicia. El 74% lo ve del mismo modo en la seguridad y el 72% piensa igual al referirse a la economía. Es lógico que eso derive en una opinión también negativa sobre la gestión política en general: el 67% piensa que fue un mal año.
Lo que de alguna manera está diciendo la sociedad es que está mejor no por lo que están haciendo sus gobernantes, sino a pesar de ellos.
La retroalimentación que puede darse entre estas tres fuentes de incertidumbre y complejidad hace que sus efectos no se sumen, sino que se multipliquen.
Lidiar con objetos frágiles exige conocimiento, destreza, paciencia y pericia. Cuando se trata de seres humanos en circunstancias extraordinarias y amenazantes, el desafío es aún mayor. Se requiere, además, sabiduría.
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