Tras dos semanas de nervios, sólo EE.UU. sale bien parado
Dos semanas de oscilaciones en los mercados no aptas para cardíacos han empobrecido y destrozado los nervios de algunos inversionistas. Aparte de eso, ¿qué lecciones hemos aprendido?
La primera es que la economía de Estados Unidos goza de buena salud, los mercados emergentes tienen serios problemas y el resto del mundo está en el medio. Tales tendencias ya eran evidentes hace dos semanas, pero ahora hay que sumarles signos de exclamación.
La segunda lección es que el trabajo de la Reserva Federal de EE.UU. se está complicando. Los argumentos a favor y en contra de un alza de las tasas de interés de corto plazo se han vuelto más convincentes, generando una dinámica de tensión e incertidumbre que está agitando los mercados.
Es fácil vincular los movimientos del mercado con noticias de la economía. Un derrumbe de 1.000 puntos del Promedio Industrial Dow Jones acaparará la atención de todos. No obstante, las correcciones de 10% en los precios bursátiles son rutinarias.
¿Cuándo pueden estas correcciones convertirse en razones para alarmarse? Al agregar información procedente de miles de empresas, el mercado puede estar diciendo algo nuevo acerca de la salud de la economía. Asimismo, las fluctuaciones de los mercados pueden perjudicar la marcha de la economía al destruir el patrimonio de las personas o interferir en la capacidad de las compañías o las familias de conseguir financiamiento.
Al tomar en cuenta tales criterios, cuesta concluir que una caída de las bolsas es el preludio de una pronunciada desaceleración o una recesión. Los indicadores económicos que habitualmente detectan las primeras señales de problemas, como las solicitudes de seguro de desempleo, se han mantenido estables o han mejorado. A nivel global, los gerentes de compras de las empresas manufactureras y de servicios han reportado un crecimiento ininterrumpido de nuevos pedidos en las últimas semanas, según las encuestas elaboradas por Markit.
Durante la caída, el mercado llegó a borrar US$2 billones del patrimonio de las familias estadounidenses. Suena como un monto cuantioso, pero en términos porcentuales no lo es. El gasto de los hogares no reacciona violentamente a estas variaciones precisamente porque son tan comunes. Según J.P. Morgan, la caída del mercado reduciría el crecimiento del gasto del consumidor estadounidense en 0,25 puntos porcentuales durante cada uno de los próximos dos años, una cifra equivalente al impulso previsto del descenso en los precios de la gasolina.
¿Puede el mercado hacerle una zancadilla a la economía? El VIX, el índice de volatilidad que elabora la Chicago Board Options Exchange (CBOE), que mide el temor de los inversionistas derivado de los precios de las opciones de compra y venta de acciones, ha aumentado. Sin embargo, brilla por su ausencia la clase de problemas en el corazón del sistema financiero que derrumbaron la economía en 2007- 2008. Un indicador de tensión financiera recopilado por el Banco de la Reserva Federal de St. Louis, que combina indicadores de renta variable, renta fija y mercados de dinero, también ha repuntado pero sigue por debajo de lo normal. (Un indicio problemático que hay que seguir con atención son las dificultades en los precios y el corretaje de fondos que cotizan —ETF, por sus siglas en inglés—, uno de los vehículos más importantes utilizados en las estrategias de acciones y bonos).
Eso en EE.UU. ¿Qué pasa en el resto del mundo? China se desacelera y probablemente ahora crece menos que lo que señala la tasa oficial de 7%. Sin embargo, indicadores alternativos, como la producción industrial, exageran el bajón porque la economía está en una transición desde las manufacturas hacia los servicios, que exigen una mayor mano de obra. Esa es la ra-zón por la que no parece haber problemas de desempleo, aunque las cifras oficiales no son uniformes.
El estallido de la burbuja bursátil no debiera tener un mayor impacto económico que su formación. La consultora china Ga-vekal Dragonomics resalta que las acciones representan sólo 5% del patrimonio de los chinos. La emisión de acciones no es una fuente importante de financiamiento para las empresas. Los precios de los bienes raíces son más relevantes para el patrimonio de las familias y como aval para conseguir créditos bancarios. Los precios y las ventas de viviendas repuntaron recientemente debido a las bajas tasas de interés y menores restricciones sobre las compras.
La decisión del Banco Popular de China de devaluar el yuan es negativa para el resto del mundo puesto que reducirá las exportaciones de países que compiten con China. Sin embargo, la moneda se ha devaluado sólo 3%, lo que no cambia mucho la situación.
¿Por qué entonces la medida tuvo tanta repercusión? En gran parte porque los observadores externos estaban divididos sobre si la devaluación representaba, tal y como indicó el banco central, un esfuerzo genuino para alinear el yuan con el mercado, o si se trató de una reacción motivada por el pánico del liderazgo político para contrarrestar un enfriamiento económico que ha sido más agudo de lo previsto.
Ambas hipótesis pueden ser ciertas, pero la toma de decisiones en China es tan poco transparente que nadie está seguro.
Los países emergentes que exportan materias primas han visto cómo sus perspectivas se han deteriorado a raíz de la reciente inestabilidad del mercado.
Todo esto se veía venir. Luego de un auge histórico, los precios de los commodities comenzaron a caer en 2011, no sólo por la menor demanda china sino también por un creciente suministro, especialmente en el caso del petróleo. Por ende, el reciente descenso de los precios puede ser interpretado no como un factor perjudicial para el mundo, sino como algo negativo para los exportadores como Rusia y Canadá y positivo para importadores como India y EE.UU.
De modo que, aunque no hay grandes razones para prever un estancamiento de la economía global, las recientes fluctuaciones de los mercados han desnudado vulnerabilidades. La más importante tiene que ver con los próximos pasos de la Fed. El banco central estadounidense ha señalado su intención de subir las tasas este año desde el nivel de casi cero en el que se encuentran desde 2008, tal vez en septiembre. El desempleo ha caído a 5,3%, por lo que es cada vez más difícil justificar tasas tan bajas. El problema es que la inflación se aleja cada vez más de la meta de 2% de la Fed. El Departamento de Comercio reveló que el índice de precios al consumidor, excluyendo los de los alimentos y la energía, había aumentado 1,2% en julio. La reciente caída del crudo y la apreciación del dólar pueden hacerlo aún más bajo.
En el altamente improbable caso de que las alzas de tasas generen caos en los mercados y frenen el crecimiento, ni la Fed ni los bancos centrales de otros países están bien equipados para reaccionar.
El Banco Central Europeo ya ha reducido su tasa de interés de referencia a debajo de cero y está comprando bonos como parte de su proceso de flexibilización cuantitativa. China tiene espacio para recortar sus tasas de interés y aumentar el gasto fiscal, pero eso exacerbaría su endeudamiento.
Recurriendo a una desgastada analogía: los bomberos del mundo se están quedando sin agua. No es un problema por el momento, pero lo será si la economía global se incendia.