“Todos seremos Aerolíneas”, no importa a qué precio
El Gobierno decidió cumplir el sueño de dejar prácticamente monopólica a la línea aérea de bandera con regulaciones que hacen cada vez más difícil la competencia
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Solo falta que los aviones despeguen y vuelen marcha atrás como para completar un panorama absolutamente contrario al que reina en el mundo aerocomercial de todo el planeta. La Argentina ha dado el paso más importante que se podía prever para darse un mercado monopólico, ineficiente, tremendamente costoso y que generará incomunicación y molestias. No hay manera de que no suceda. Llegará más tarde o más temprano, pero llegará.
El decreto que se conoció entre las garrapiñadas y el pan dulce generará festivos brindis en miles de personas que trabajan en la empresa de bandera, se descorchará fuerte en los sindicatos aéreos y hasta se sentirá en los que apoyan con ferviente militancia la estatización de los cielos en el país. A contramano, las copas de los millones de argentinos que quieren viajar más barato, más cómodos y que pretendan optar entre una empresa y otra, pues quedarán con sus copas pegadas al mantel. Para ellos, no hay nada que festejar.
Habrá otros con motivos suficientes como para abrir el mejor champagne. En La Cámpora seguramente también se gritará fuerte a las 12. La norma que modifica el Código Aeronáutico es la llave perfecta para lograr el viejo sueño monopólico de cielos celestes y blancos, aunque el costo de semejante aventura lo paguen gran parte de los argentinos que jamás tomaron, ni tomarán en estas condiciones, un avión. Aunque esta “revolución de los aviones”, la criolla, la Nac & Pop, tenga un costo de dos millones de dólares diarios.
Y si alguna botella queda por ahí, pues que griten fuerte los dueños de los ómnibus de larga distancia. A precios regulados, sin posibilidad de competir con alguna oferta, no serán pocos los que muden sus valijas a los buches de los colectivos.
Como se dijo, la empresa tiene enormes subsidios, directos e indirectos. Además del cheque diario de 2 millones de dólares, el Estado perdona varios impuestos, que Aerolíneas Argentina no paga, o compensa. No termina todo ahí: la regulación la deja siempre mejor parada a la hora de estacionar sus aviones, bajar sus pasajeros y volver a partir. Y si alguna ventaja más se puede adicionar, pues también se da el lujo de mantener una deuda con el concesionario de los aeropuertos, al que le debe una importante suma de dinero.
Pese a semejantes ventajas, varias colegas se le animaron a competir. Flybondi y Jetsmart empezaron a abrirse camino pese a la adversidad de despegar con la pista inclinada. Primero, cerraron el aeroparque El Palomar, desde donde se abordaba para volar al interior. Después, habilitaron a los sindicatos, con la mano condescendiente del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, para que fuercen a las dos compañías a firmar acuerdos y dejar sin efectos los gremios de empresas con las que nacieron las dos compañías.
Sin embargo, se mantenían en competencia. Entonces, el golpe certero: ya nadie puede ofrecer un pasaje por debajo del precio que el Estado decida. Vale acá un paréntesis. ¿Quién decide? ¿El presidente Alberto Fernández, que firma el decreto? ¿ El ministro de Transporte, Alexis Guerrera, que es el que tiene jurisdicción sobre el asunto? ¿El diputado Sergio Massa, que es el que tiene el manejo político de toda la cartera? Error, ninguno de ellos. El que pondrá precio y hablará por medio de la lapicera regulatoria será uno de los popes de La Cámpora, el senador Mariano Recalde, verdadero mandamás en el mercado aerocomercial argentino.
Eso no es todo. Si se mira el decreto con un drone, lo que flota es la eliminación de la competencia y la protección soberana de Aerolíneas Argentinas. Es lógico, a este grupo político no le interesan demasiado ni la competencia, ni el mercado, ni las finanzas públicas. Siempre prefiere el subsidio, está en el ADN constitutivo. ¿Cuál es la lógica de encarecer pasajes para que la opción de la línea aérea estatal sea la más elegida y bajar de esa manera la pérdida? ¿Por qué el pasajero, al convalidar pasajes más caros, tiene que aportar al proyecto monopólico camporista? No hay respuestas económicas ni de lógica empresaria, aunque varias, decenas, políticas e ideológicas.
En las últimas dos semanas, tanto Jetsmart como Flybondi llevaron sus planes de expansión al jefe de Gabinete, Juan Manzur. Sonrisa blanca y fotos. Apenas 10 días después, el pasaporte de salida del mercado. Todos esos planes quedaron ahora en la pila de papeles que dice: “A revisar”.
Las dos basan su esquema de negocios en la oferta de tarifas. Poner a la venta algunos pasajes baratos con tiempo, un premio al previsor, es un objetivo comercial. Ya no habrá esas ofertas, el precio lo pondrá el senador camporista y su gente en la línea aérea estatal, de acuerdo, claro está, a las necesidades de ese momento.
Habrá 180 días para fijar la banda tarifaria. Un mínimo y un máximo para cada destino. Ahora bien, ¿qué pasaría si el mínimo es un peso y Aerolíneas ofrece todos sus tickets a ese valor? Pues no quedaría nadie en el mercado excepto la empresa que usa como propio el dinero del Tesoro para sobrevivir. Los demás serían eliminados. Y si esa banda mínima es cara, y todos ofrecen ese precio, ¿cuál sería la conveniencia de tomarse otro vuelo que no sea el de Aerolíneas, que tiene sistemas de fidelización más importantes, que cuenta con financiamiento de la banca pública y tiene la posibilidad de contar con más aviones o frecuencias? Posiblemente, también tenderían a achicarse o irse.
Nadie podrá, por caso, aprovechar la noche para hacer ofertas, cuando en la Argentina está gran proporción del parque de aviones en tierra. Tampoco premiar con un descuento al que compra con anterioridad. O sí, nada se sabe.
El mundo aerocomercial propicia la competencia en todo el planeta y la regulación ayuda a ese objetivo. O al menos, si no la fomenta, no la impide. En ese mundo, los fabricantes de aviones disponen que las aeronaves sean remolcadas por un camión auxiliar para marchar hacia atrás. Habrá que estar atentos, no vaya a ser cosa que aparezca una VTV aeronáutica alumbrada entre el Senado y el Instituto Patria donde se exija la reversa a Airbus y a Boeing.
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