Un sector que no logra enderezar su curso desde hace 25 años
Estima el Indec que en la Argentina viven 44,9 millones de personas, de las cuales 18,06 millones tienen entre 0 y 24 años. Desde que nació la primera de ellas, los presidentes elegidos -Menem, De la Rúa, los Kirchner y Macri- no le encontraron la vuelta al sistema energético, determinante para el desarrollo del país. No parece tanto si se lo compara con otros problemas añejados, como la pobreza, la inflación o el déficit en las cuentas públicas, pero lo cierto es que cada vez queda menos tiempo para encontrar soluciones definitivas y no tangentes temporarias.
Los jóvenes que andan por los 24 nacieron en pleno debate privatizador. Entonces, apareció una regulación moderna que trajo una fuerte inversión. El esquema estaba sostenido por un elemento que se creía eterno: un peso era igual a un dólar. Y como era lo mismo expresar la ecuación económica en una moneda o en otra, se nominó dólares.
Cuando esas personas andaban por los dos años, el intento de re-reelección de Menem ya empezó a postergar los aumentos tarifarios. Cuando tenían entre cuatro y seis años, llegó De la Rúa, y en poco tiempo el uno a uno se derrumbó. Cuando empezaban la primaria, en la Argentina faltaba de todo, de cordura a alimentos, pero no energía. El parque había crecido y la recesión utilizaba cada vez menos enchufes.
Mientras iban a la primaria, el país no podía cumplir con aquellos contratos. La fórmula establecía valores y actualizaciones en dólares. Pero esa moneda se había escapado y ya no se cambiaba uno a uno, sino que andaba por los cuatro pesos. Era el tiempo de renegociar los contratos para que las tarifas, aún a valores de aquella fórmula de la convertibilidad, no generaran rojos en los números de las empresas o del Estado. Pero a nadie le importó el tema.
Los jóvenes pasaron a la secundaria y la ecuación del costo de generar energía y recaudación tarifaria se alejaba. Aparecieron los famosos subsidios, que consistieron, básicamente, en pagar desde la billetera estatal la diferencia entre lo que costaba generar, trasladar y distribuir la luz y el gas y lo que pagaban las familias, los comercios y la industria por eso servicios. De a poco, las industrias y los grandes comercios pagaron más. Pero el problema fue que el dólar seguía su escalada y el costo de la energía aumentaba. Con las tarifas congeladas casi en uno a uno, la cuenta de subsidios empezó a crecer, alimentando el déficit fiscal.
Allá por 2011, comprar un huevo de chocolate con sorpresita costaba dos veces la electricidad de un bimestre de un departamento medio porteño. La cuenta de subsidios no frenaba y la necesidad de dólares para pagarla se hizo insostenible. Los hogares no sentían la cuenta de servicios, y las finanzas públicas transpiraban por el esfuerzo.
Amado Boudou anunció el cepo cambiario en noviembre de 2011, a pocos días de que Cristina Kirchner fue reelegida con el 54% de los votos. Ya no se pudieron comprar dólares libremente y apareció el mercado negro, ahora "blue". Nunca lo reconocieron en público, pero una de las grandes causas fue la impagable factura de la energía, que requería cada vez más y más dólares.
Sin inversión, los cortes se hicieron frecuentes. Mientras, los hogares tenían un precio de promoción que generó un crecimiento de la demanda. Sin posibilidades de abastecerla con más oferta, llegaron las restricciones. Según datos del Instituto General Mosconi y la Asociación Argentina de Presupuesto, entre 2003 y 2015 se gastaron US$150.000 millones en subsidios a la energía y los combustibles. La paradoja fue que el 20% más rico recibió cuatro veces más transferencias que el 20% más pobre.
En los últimos años, Macri buscó otra receta. Aumentó las tarifas, sumó recaudación, bajó la cuenta de subsidios y trazó un sendero de precios hacia la inversión. Cuando el precio que se pagaba por la energía estaba solo 20% por debajo del de generación, el dólar se escapó. Por la devaluación y la suba del gas importado, los subsidios aumentaron $36.879,8 millones en los primeros cuatro meses de 2019, es decir, 270% frente al mismo período de 2018.
Una mañana, la Argentina se apagó. Y pese a que nada hace suponer que el colapso haya tenido sus razones en la infraestructura de fondo, la receta sobre cómo tratar el tema energético en el país está lejos de aplicarse con éxito.