Polémica por los libros. El Gobierno recurre a una medida de Moreno para demorar la importación
El Gobierno oficializó hoy nuevas medidas que afectan a la importación de libros, folletos y otro tipo de material impreso. Se trata de una normativa de la Secretaría de Comercio que suspende una disposición que facilitaba el ingreso de estos productos al país, tomada en 2016, durante la gestión de Mauricio Macri, y revive una norma de la gestión de Guillermo Moreno.
Según estableció la resolución 253/2020 dictada por la dependencia que encabeza Paula Español, publicada en el Boletín Oficial, que establece nuevos requisitos para la importación de estos productos, que también incluye a libros de estampas, cuadernos para colorear y material impreso en hojas sueltas. El motivo es controlar el 'uso de tintas con alto contenido en plomo' en materiales gráficos, que podría tener impacto negativo en la salud.
La historia comienza hace una década, con una medida del entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. En noviembre de 2010, y con el objetivo de "garantizar a la población la seguridad y la información en la utilización de los productos", el funcionario dispuso que todos los fabricantes nacionales e importadores debían certificar que las tintas utilizadas tenían un determinado contenido de plomo (0,06 gramos cada 10 gramos de masa no volátil).
La decisión, plasmada en la resolución 453/2010, alcanzaba a los libros y otras publicaciones gráficas, y operó como una barrera para arancelaria para el ingreso de estos productos. Desde ese entonces, hubo trabas para la importación de libros editados o impresos en el exterior.
En enero de 2016, el gobierno de Mauricio Macri cambió el escenario. Una resolución del entonces secretario de Comercio, Miguel Braun, excluyó a libros, diarios, revistas, productos de uso artístico y pigmentos de esa certificación, y eliminó la posición arancelaria sobre este rubro, en una medida que facilitó el ingreso al país de los importados.
Ahora, todo vuelve atrás. La resolución de hoy, firmada por la secretaria Español, deja sin efecto la disposición de 2016. De esta forma, todos los libros y productos gráficos impresos deberán certificar nuevamente contar con una certificación para "evitar los peligros derivados del uso de tintas con alto contenido de plomo".
La resolución critica la disposición del gobierno de Macri, y plantea que su alcance derivó en "un objetivo central de la medida originalmente prevista". "Es un control sanitario que existía y el gobierno anterior derogó. Tiene como objetivo garantizar que los materiales utilizados no sean perjudiciales para la salud", indicaron a LA NACION fuentes del Ministerio de Desarrollo Productivo que encabeza Matías Kulfas.
Según detallan en esa cartera, el análisis de la tinta será un requisito para realizar la importación, y el proceso de certificación tendrá una demora de aproximadamente un mes. "Si no tiene componentes que incumplan la normativa no tiene problemas", indicaron sobre una regulación que entrará en vigencia en 15 días.
Las restricciones, explicita la norma, no alcanzará a las partidas de libros o cuadernos que ya estén en tránsito al país, y tendrá una vigencia de un año. Tampoco comprende a libros de tiradas menores a 500 ejemplares al mes, para colecciones pequeñas o libros científicos, detallan en el Ministerio.
"Es una restricción sin sentido, porque se demostró en el gobierno anterior que los libros no tienen plomo en tinta porque hace más de una década que la tinta se hace sin plomo", dijo a LA NACION Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara del Libro.
La normativa, analizan en el sector, apuntan contra las editoriales que, en los últimos años, disminuyeron su volumen de libros impresos en el país y sustituyeron su producción local con ejemplares impresos en otros países, como España.
Mientras tanto, la industria del libro local atraviesa una grave crisis que se profundizó tras la llegada de la pandemia del coronavirus. Según datos de la Cámara del Libro, el volumen de ejemplares en su primera edición producido en el primer cuatrimestre de 2020 experimentó una caída del 50% frente a igual período de 2019. A su vez, la comparación con el primer cuatrimestre de 2016 refleja una contracción del 71%.
El año pasado, detalló la entidad en su informe anual, se produjeron 35 millones de ejemplares, cifra que marca una caída del 18,6% frente a 2018 (fueron 43 millones de ejemplares). Si se compara con 2016, la caída fue del 45% (ese año se produjeron 63 millones de ejemplares).
Mientras tanto, crecía la importación de ejemplares, que solo se frenó en 2019 por la crisis económica y la suba del dólar. Según los registros de la Cámara, de un total de US$40,3 millones de importación de libros en 2015 (mínimo en más de una década), el rubro creció año a año hasta llegar a los US$175,2 millones en 2018.En 2019, en tanto, fueron US$104,6 millones.
Mientras tanto, la exportación de libros impresos se mantuvo oscilando entre los US$27 y los US$31 millones en el período, situación que llevó a una profundización del déficit en la balanza comercial del sector. En 2018, ese rojo fue de US$144,6 millones, y en 2019, producto de la recesión, se redujo a US$73,5 millones.
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