Tener ahorros para la vejez, un desafío para personas y países
Varias naciones sostienen planes de retiro individual; en la Argentina podrían ser voluntarios y completar el ingreso de un sistema público; rescatar la confianza es clave
"Mi consejo es que hay que hacerse rico antes de hacerse viejo", dice con humor pero sin bromear José Fanelli, especialista del Conicet en temas poblacionales. Explica que la fórmula que echa sombra sobre los mecanismos jubilatorios es simple: una tasa global de natalidad en caída y una expectativa de vida en ascenso. Algunos estudios arrojan indicios. Según la ONU, el 34% de la población europea tendrá más de 60 años en 2050, mientras que en Asia y América latina ese índice se acercará al 25%. En 2015, el promedio global estaba en 12,5%. Y los expertos concuerdan en que ni la Argentina ni la región -ni prácticamente ningún país- estarán al margen de una tendencia general al envejecimiento.
El nuevo esquema demográfico impregna de estrés los distintos sistemas previsionales del mundo. Algunos países profundizaron un mercado de planes de retiro, en los que los ahorros de la persona se acumulan desde edad temprana para complementar luego los aportes hechos a un régimen público. En la Argentina aún queda el mal sabor tras la experiencia con las AFJP. Como con todo en el país, o al menos todo lo relativo al ahorro, resultará providencial recomponer la confianza. A su vez, está claro que, como el Estado gasta cuatro de cada diez pesos en prestaciones previsionales, la discusión no se limita a la esfera privada.
Estas observaciones se dieron en el marco de la Conferencia Latinoamericana de Retiro 2017, que organizaron la Asociación de Aseguradores de Vida y Retiro de Argentina (Avira) y Limra (entidad internacional). De cara a una revisión integral aún latente del sistema argentino que se prevé para antes de 2019 (según el compromiso incluido en una ley de 2016), ¿qué puede tomarse de las experiencias regionales?
Uno de los aspectos para el análisis es la posibilidad de instaurar sistemas voluntarios de ahorro para complementar lo que pague el régimen público. La producción de seguros de retiro es magra en el país: apenas el 1,5% del total de primas emitidas por la actividad aseguradora. Casi la totalidad se explica por planes colectivos. "Sirve como complemento de la jubilación pero no tiene incentivos fiscales y se usa más como un beneficio de las empresas para un segmento de sus empleados que como herramienta individual. No hay contribuciones voluntarias", explica Fabián Hilsenrat, vicepresidente de Avira.
Según Hernán Raffo, socio de PwC Argentina, para capturar el ahorro de las rentas medias, la industria deberá diseñar algo de muy bajo costo y con fuerte transparencia. La clave, explica, estará tanto en la moneda en la que se nomine como en la portabilidad. "El poder mover el ahorro de una institución a otra hará que las compañías puedan competir por rentabilidad", argumenta.
"En Brasil, los fondos tienen portabilidad", explica Andrea Levy, asesor en Mongeral Aegon. "Cada dos meses uno tiene el derecho a cambiar si no está satisfecho o si decidiera modificar su perfil de riesgo. Se puede ir a otro banco, fondo o aseguradora", agrega.
En su presentación, uno de los ejes que llamó la atención fue el incentivo fiscal: para mantener el ahorro dentro del sistema, el trabajador se beneficia con una reducción del 35 al 10% en el impuesto a pagar al final, siempre y cuando no rescate el capital con antelación.
Explica que es principalmente un negocio de cuentas individuales, adquiridas a través del canal bancario. Allí, los fondos de pensión administran activos por cerca de 800.000 millones de reales. "Es el bloque de negocios más importante en términos financieros", describe Levy. En los últimos años, parte del capital de los trabajadores financió la inversión brasileña en infraestructura.
Cuestión de edad
Pero la realidad llama a las puertas de Brasil, donde la edad promedio de retiro es de 53,2 años y se avecina una dura batalla por una reforma estructural (que ahora se verá cómo se resuelve tras el escándalo que involucró al presidente Michel Temer). Levy describe: "Brasil está envejeciendo, y mucho más rápido que el resto del mundo. Antes éramos un país joven y había mucha gente que pagaba. Eso cambió por tres cosas: soluciones mágicas que estiran la expectativa de vida, mujeres que trabajan cada vez más (y, por ende, una fertilidad que no estará allí para financiar el sistema), y una población que envejece. Debemos pensar en esto, la base se angosta cada año?".
"Hay que planificar estas vidas más largas, ¿no?", dice Alison Salka, vicepresidenta de Limra. "Cuando uno se retira en EE.UU., se espera que viva entre 18 y 21 años más", dice. Da otros datos: habrá en 2050 unos 3,7 millones de centenarios en el mundo. Hoy hay unos 500.000. Japón, el país más envejecido, es un caso emblemático: tendrá para ese entonces una edad mediana de 53,3 años. Ya en el presente, grafica, el mercado de pañales para adultos supera al de pañales para bebes.
Según datos de Limra, en EE.UU. dos de cada tres empleados acceden a un plan de retiro en el trabajo, que complementa una tasa de reemplazo de la seguridad social (ingreso pasivo sobre ingreso activo) de entre 20 y 55%. "¿El factor más importante? La suscripción automática del empleado a partir de una deducción de su salario", dice Salka.
En el modelo chileno mandan las cifras. Carlos Gómez, miembro director del Centro Internacional de Reformas de Pensiones, llama a la previsional como la "madre de todas las reformas". Afirma que los sistemas están "quebrados en todo el mundo" y promueve la creación de un mecanismo de cuentas individuales de ahorro para el retiro.
Explica que desde que se introdujo ese sistema hace décadas (hoy 30 países lo tienen), cayó drásticamente la pobreza, el desempleo y aumentó el ingreso per cápita. "Chile tiene hoy 10 millones de trabajadores capitalistas que formaron capital privado por US$ 200.000 millones o 80% de PBI. Es un sistema que recupera el eslabón perdido entre esfuerzo y recompensa", dice. Todo trabajador chileno tiene una cuenta obligatoria de ahorro, a la que va el 10% del salario. El retorno real promedio de los últimos 36 años, dice, por la inversión de esos fondos que hacen las AFP, fue de 8,3% anual.
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