Temporada de Premios Nobel: la IA como protagonista y algunas curiosidades del galardón
Por distintas razones, la inteligencia artificial es protagonista en algunas decisiones tomadas este año por la Academia Sueca; varios galardonados son estudiosos de la disruptiva tecnología o están vinculados con ella
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Ya sea a favor o en contra, por las malas o por las buenas, con futuro utópico o distópico, la Academia Sueca reconoció a la inteligencia artificial (IA), la gran tendencia de transformación del año, dándole un lugar protagónico al definir quiénes son los premiados en 2024.
Por orden cronológico de entregas, el galardón en Física a Geoffrey Hinton, de la Universidad de Toronto (lo compartió con John Hopfield) señaló a un pionero de la IA con una visión crítica y preocupada sobre el futuro de esta tecnología. Hinton es conocido por su visión más distópica sobre esta megatendencia y por haber renunciado a Google por sus inquietudes al respecto.
El segundo foco en la IA llegó horas después, con el Nobel de Química para Demis Hassabis y para el biólogo computacional David Baker, por sus trabajos que llevaron a un increíble avance en la descripción e identificación de proteínas, gracias al proyecto Alpha Fold, de Deep Mind. Hassabis, un exajedrecista prodigio, lideró una iniciativa que hoy es considerada un símbolo de “la IA que todos queremos y la sirve a la humanidad”, en la intersección con ciencias de la vida, la otra gran avenida de cambio de este milenio.
El tercer foco, aunque no tuvo que ver con el eje de la premiación, llegó con el Nobel de Economía a Daron Acemoglu. Lo compartió con Simon Johnson y James Robinson, “por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones.”
La Real Academia de las Ciencias de Suecia resaltó que los galardonados plantean nuevas estrategias para entender la desigualdad. (Nota al pie: Sylvia Nassar, la autora del libro Una mente brillante (la biografía de John Nash) observó años atrás que los premios Nobel de Economía, ya desde hace décadas, suelen destinarse a tres candidatos cada año, “como si de alguna forma los aportes teóricos ya no fueran lo suficientemente buenos como para valer un Nobel entero”.
Pero los análisis de más impacto mediático de Acemoglu en 2024 no tuvieron que ver con este tema, sino con su posición muy crítica contra los “tecnooptimistas”: tomó la vieja bandera de Robert Gordon (exgurú de los tecnopesimistas).
Las proyecciones de Acemoglu
Para Acemoglu, “las perspectivas (de la IA y de su impacto económico) son mucho más inciertas de lo que la mayoría de las conjeturas y pronósticos sugieren”. ¿Su proyección? Toma en cuenta el teorema de Hulten, por el cual los efectos agregados de la “productividad total de los factores” (PTF) equivalen al producto de la participación de las tareas automatizadas por el ahorro promedio en los costos.
En su cálculo, la proporción de tareas impactadas por la IA no supera el 4,6% del total, por lo cual cree que la IA solo sumará un 0,66% en los próximos diez años, o el 0,06% al año. “La teoría económica y los datos disponibles justifican una perspectiva más modesta y realista para la IA”. La visión del economista de origen turco sobre este tema fue desarrollada en la columna de Álter Eco en LA NACION de hace dos semanas.
Como se ve, la inteligencia artificial aparece por todos lados. Pero ya se escribió mucho en la semana sobre el aporte de los reconocimientos en estas tres categorías. Así que veamos algunas “meta-tendencias” interesantes que trajo la temporada alta de Premios Nobel (y la serie de galardonados desde sus inicios).
1) ¿Cómo se fabrica un Premio Nobel?
La revista Nature revisó datos de 125 años de los galardones para ver a qué edad promedio se ganan, dónde viven los reconocidos, etcétera. Son 646 los ganadores en las categorías Física, Química y Medicina. Algunas conclusiones: la edad promedio fue de 58 años, con extremos en 25 y 98 años. Y las chances para las mujeres son menores, pero están mejorando: fueron premiadas solo 10 científicas en todo el siglo pasado, y 15 desde entonces.
2) ¿De qué tipo de familia emergen los premios Nobel?
En un excelente trabajo, el profesor de Economía de Darmouth Paul Novosad parte de una frase de Stepehn Jay Gould: “Me interesan de alguna forma menos las particularidades del cerebro de Albert Einstein que la certeza casi absoluta de que personas con similares talentos nacieron y murieron en campos de algodón o minas de carbón”.
Si la ciencia es el mayor contribuyente al progreso de la humanidad, Novosad se pregunta qué factores de crianza y contexto familiar ayudan a promover estas carreras, con algunos descubrimientos sorprendentes. El promedio de riqueza de las familias de los premios Nobel está en el percentil 87-90, con mayor parte de padres “dueños de negocios”. El acceso a oportunidades se duplicó entre 1901 y 2023, pero permanece muy desigual: a esta tasa de mejora la igualdad total (que personas de cualquier nivel socioeconómico terminen ganando un Nobel gracias a su talento, independientemente de su origen) se logrará dentro de 688 años.
¿Qué países fueron los mejores promoviendo carreras científicas brillantes, más allá de los ingresos familiares? Novosad y sus colegas pensaron que a priori serían locaciones de Europa del Este, con su educación masiva en la era soviética. Pero no fue así: el mayor promotor de oportunidades resultó ser, por lejos, Estados Unidos.
3) La parodia.
Un par de semanas antes de que se difundiera el primer Nobel de 2024 se entregaron en los Estados Unidos los IG Nobels, galardones que comenzaron a darse en 1991 a estudios “que primero nos hacen reír y luego pensar”.
Organizado por la revista de humor científico Annals of Improbable Research (AIR), los premios son presentados por una serie de colaboradores que incluye a auténticos premios Nobel, en una ceremonia organizada en el Sanders Theatre, de la Universidad de Harvard. Los premios pretenden celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de todos por la ciencia, la medicina, y la tecnología.
Este año, uno de los premiados fue Saul Newman, un investigador australiano que actualmente trabaja en el University College de Londres. Newman fue entrevistado el año pasado en Álter Eco por un paper muy provocativo, en el cual sostuvo que las “zonas azules” (lugares del planeta donde supuestamente hay una cantidad inusual de personas con más de 100 años) son una mentira. “Muchas de las dudas que había en citar mi trabajo tenían que ver con que era un paper preliminar; ahora creo que esa inquietud se disipó”, expresó la semana pasada Newman a LA NACION, por mail.
El académico australiano hizo una muy detallada revisión de las partidas de nacimiento de personas centenarias y supercentenarias (de más de 110 años) de las denominadas zonas azules, y llegó a la conclusión de que muchos de esos documentos fueron falsificados, dado que hay poderosos incentivos económicos para hacerlo (inversiones de laboratorios, turismo de longevidad, etcétera) en zonas que por lo general son muy pobres.